NICOLAS POUSSIN


 

 
 
Triunfo de Neptuno y Anfitrite - Philadelphia Museum of Art

 

Nicolas Poussin (Les Andelys, 1594 - Roma, 1665) es el pintor francés más importante del siglo XVII. Según algunos, hasta es el más grande pintor francés de todos los tiempos. Sin embargo, este artista, considerado desde su descubrimiento como el "Rafael de Francia", permanece hoy mucho menos conocido por el público que otros maestros franceses como Watteau, Delacroix, Monet o Cézanne.

Perteneciente a una familia noble, Poussin se trasladó a París a los 18 años de edad y entró en relación con el pintor de Malinas George Lallemand, y más tarde con Ferdinand Elle. Allí comenzó a visitar las colecciones pictóricas de la Casa Real y estudió a Rafael, al que copió incansablemente, entrando asimismo en contacto con Philippe de Champaigne y con el poeta italiano Marino, para quien realizó dibujos de ilustración.

Genio clásico y singular por su estilo y por la significación de sus obras, Poussin fue presentado desde hace mucho tiempo como un pintor "sabio" y de difícil acceso, modelo del pintor filósofo. Es decir, un creador al que sólo la "gente aguda" es capaz de apreciar en su justa medida.

Poussin es famoso especialmente por sus obras mitológicas y religiosas. No obstante, si bien es cierto que las referencias neoestoicas son una constante en el arte de Poussin, la dimensión cristiana de su pintura ha estado oculta e incluso discutida con frecuencia y durante demasiado tiempo. Seguramente debido a la originalidad de su pintura sagrada, una auténtica fuente de meditación personal sobre Dios.

Además de por el estilo, era también singular por las formas y, sobre todo, por ser el único artista del XVII capaz en este punto de conciliar tradiciones sagradas y profanas; insertando, por un lado, símbolos y alegorías de la Antigüedad en sus temas bíblicos, y por otro enriqueciendo sus composiciones profanas de una consonancia cristiana. Así por ejemplo, la Fortuna de la tradición antigua entabla una relación estable con la Providencia cristiana. El arte de Poussin es una soberbia síntesis de originalidad y potencia inspiradora excepcionales.

 

 
 
Lamentación sobre Cristo Muerto - National Gallery of Ireland

 

Poussin se trasladó en 1624 a la Roma postridentina, ciudad en la que vivió gran parte de su vida y donde pintaba solo, sin colaboradores ni alumnos. Eso sí, para clientes en su mayoría franceses. Sus grandes admirados fueron Rafael, al que ya compió anteriormente, y Tiziano, estudiando a fondo las obras de ambos; sin embargo, despreció con igual pasión a Caravaggio, a quien consideraba una ruina para la pintura.

El arte de Poussin estuvo al servicio de los intereses de Trento, radicalmente opuesto al protestantismo que condenaba las pinturas y esculturas religiosas al acusarlas de suscitar la idolatría. Frente a ello, los artistas del catolicismo propusieron imágenes nuevas y fuertes, capaces de emocionar a los fieles, de hacerles sentir la presencia del ser ultraterreno, particularmente a través de dos: el éxtasis místico y la adoración a la divinidad. Sin embargo, Poussin se fue desmarcando con una línea cada vez más singular, tanto por la elección de sus temas como por la manera de tratarlos. Su pintura evolucionó hacia un estilo más abstracto y distanciado, donde lo divino es solamente sugerido la mayoría de las veces.

En la evolución técnica y estilística de Poussin son claves sus primeros cinco años romanos, en los que se esfuerza en el ensayo y en la búsqueda de caminos y soluciones formales. Al principio trata de acercarse a los modismos barrocos de sus contemporáneos romanos, de los que pronto abominaría, depurando progresivamente su ideal artístico e inclinándose por un clasicismo de eco veneciano con influencia de El Veronés.

Fue tras la crisis de 1630, superada una grave dolencia, cuando Poussin se apartó de las reuniones de artistas y trabajó en solitario durante diez años, alternando la lectura de textos antiguos con el análisis monumental de la Roma clásica, lo que definitivamente le llevará a un camino de dioses y héroes, de mitos y leyendas, en que los sentimientos de tristeza y melancolía conjugan la nueva atmósfera de su situación estética.

A finales de la década de 1630 se dio un nuevo paso en la evolución de su arte, que se torna más original al dejar atrás las muletillas venecianas y conferir mayor dinamismo a las composiciones. El trabajo continuo no mecanizó en ningún momento el quehacer de Poussin ni le encadenó a la monotonía, sino que le mantuvo atento a cada estímulo, a cada hallazgo, a la aportación de otros elementos expresivos.

 

 
 
Sagrada Familia - Detroit, Intitute of Arts

 

Las "Sagradas Familias" de Poussin son especialmente singulares: se caracterizan por su rechazo a la narración, su aspecto fijo y casi intemporal, y su belleza abstraída de orden musical: han sido comparadas con las cantatas de Bach y las sinfonías de Beethoven. Como otras composiciones, Poussin las diseñaba con varios personajes, utilizando para ello una gran caja con pequeñas figuras modeladas de cera que reutilizaba modificando sus actitudes o su propio punto de vista, estudiando escrupulosamente los cambios que resultaban de ello en los efectos lumínicos. Esta técnica le permitía controlar la armonía de las masas, los colores y los contrastes, de una manera musical y repetitiva, como Vermeer en sus escenas de género.

La fama proporcionada por sus cuadros mitológicos llevó a que Luis XIII le encargase la decoración de las mansiones reales, a lo que accedió Poussin, quien regresó a París en 1640. Su recibimiento por los artistas oficiales fue deplorable: Poussin era considerado un extranjero, un advenedizo que ahora monopolizaba todos los proyectos e ideas de la Corte; así, Simon Vouet y Fouquières y el arquitecto Lemercier, entre otros, trataron de convertir esta vuelta a París en un infierno para Poussin, quien no pensó más que en dejar su país para regresar a Italia. De nuevo en Roma, allí permaneció hasta su muerte.

En la decáda de 1650, la figura de Cristo cobra creciente importancia en la obra de Poussin, en el marco de una mística augustiniana propia de la espiritualidad del siglo XVII. El artista, en efecto, privilegia el evangelio de San Juan al igual que hace San Agustín, quien lo ensalza por encima de los tres otros que habían puesto en evidencia la humanidad del Cristo, mientras que el Discípulo Amado ensalza la divinidad del Maestro.

Más obsesiva y recurrente en Poussin fue la figura de Moisés, la cual adquirió en el XVII un brillo especial por dos razones especiales: fue tomado como predecesor de Cristo -casi todos los episodios de su vida se interpretan como tipos de la vida de Jesús- y, tomando lo descrito en los Hechos de los Apóstoles (Hch 7, 22), descrito como el depositario de un conocimiento divino. Por otro lado, San Agustín lo conecta con Hermés Trismegisto, mítico sabio de la Antigüedad que fue considerado en el Renacimiento como autor de la Prisca Theologia, una antigua doctrina que concilia paganismo y cristianismo, al igual que la obra de Poussin.

Por último, no podemos olvidar los nuevos giros en los temas mitológicos de Poussin, fruto de su conciencia creativa que soslaya las escenas de relaciones afectivas entre dioses y las interpretaciones ovídicas para bucear en el fondo estoico de los personajes míticos o legendarios. Lo anterior también ocurre con los temas religiosos, prefiriendo Poussin el Nuevo Testamento contemplado con humanismo y dimensión dramática.

 

 
 
La Inspiración del Poeta - Musée du Louvre

 

El Museo del Louvre rinde homenaje al pintor, con motivo del 350 Aniversario de su fallecimiento, con la exposición Poussin et Dieu (Poussin y Dios), dedicada fundamentalmente a su obra sacra. La exposición, comisariada por Nicolas Milovanovic (Louvre) y Mickaël Szanto (Universidad París-Sorbona), podrá visitarse hasta el próximo 29 de junio en el Hall Napoleón del recinto (todos los días, salvo el martes, de 09:00 a 17:30 horas; miércoles y viernes, abierto hasta las 21:30 horas). El Louvre conserva el conjunto más rico de cuadros de Poussin que existe en el mundo: 40 pinturas, la inmensa mayoría adquiridas por el monarca Luis XIV entre los años 1660 a 1680. Solo tres compras han sido efectuadas desde la Revolución francesa: Apolo y Dafne, en 1869; La Inspiración del Poeta, en 1911, y La Visión de Santa Francisca Romana, en 1998.

 

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