IGOR MITORAJ


 

 

El escultor y pintor Igor Mitoraj nació en la ciudad alemana de Oederan, en el año 1944. De padres polacos, estudió en la Escuela de Arte de Cracovia (Polonia), donde recibe las clásicas enseñanzas del pintor Tadeusz Kantor. En Polonia, Mitoraj exhibe sus pinturas en varias exposiciones colectivas y celebra su primera muestra individual en la Galería Krysztofory de Cracovia, en 1967. Un año después, se traslada a París, donde continúa estudiando en la Escuela Nacional de Arte.

Fascinado por la cultura antigua de Latinoamérica, Mitoraj pasa una larga temporada en México. Viaja también a Grecia, Italia, Nueva York y América Central, absorbiendo las técnicas escultóricas propias de cada uno de estos lugares. En 1975 participa en dos exposiciones colectivas de escultura, y al año siguiente decide dedicarse exclusivamente a dicha rama del arte tras el gran éxito obtenido con su primera muestra individual como escultor en la Galería La Hune.

Hasta 1979, Mitoraj trabajó solamente con la terracota y el bronce. Una visita a Carrara (Italia) ese mismo año le sirve para descubrir que el mármol es el medio ideal para su trabajo, instalando cuatro años después su estudio en Pietrasanta, cerca de la localidad italiana famosa por sus mármoles. En cuanto a las materias, el artista rompe los moldes de la especialidad, que conlleva el dominio de un determinado material, y se adentra en caminos multidisciplinares como forma abierta de expresión. Combina todos los elementos de la naturaleza (mármol, granito, travertino, bronce, terracota y hierro fundido), y reivindica las fases del proceso escultórico y las pone de relieve en una exhibición de un oficio manual.

Las calidades que el escultor logra obtener del mármol, con un refinado relieve o un indeciso abocetamiento cuando se trata de manifestar los inconclusos, sólo los logra un escultor de su talla. El bronce lo domina, lo funde y lo retuerce como si hubiera sufrido el acoso de los agentes externos que terminan por eliminar las pátinas de las obras, por borrar los nobles acabados que el material proporciona. Mitoraj deja las huellas de los remaches, secciones sin pulir y aristas sin lijar, en esa idea de lo inacabado, de lo que el tiempo no logra erradicar de entre nosotros. Sus metales están tatuados por el tiempo, por esa intemperie donde los exhibe, consciente de que es su medio más natural.

Hasta su fallecimiento en 2014, Igor Mitoraj dividía su tiempo entre Francia e Italia. Su obra se guarda en los museos y las colecciones privadas más importantes del mundo, habiendo realizado también célebres piezas monumentales como Thsuki-Ninguna-Hikari (British Museum de Londres).

Mitoraj ha exhibido sus obras en los más diversos contextos: palacios, jardines, conjuntos históricos y museos de todo tipo. Sin embargo, son los espacios arqueológicos como los mercados de Trajano de Roma, los que nos sumergen con mayor rapidez en la esencia creativa de este personal autor, cuyos temas predilectos son el mito y la perfección de lo humano. No obstante, uno de sus temas más enigmáticos y característicos es el de la figura vendada, inspirador de múltiples versiones que van desde el cuerpo entero a rostros momificados como el colosal bronce Eros Bendato (Eros vendado, 1999) o su versión más fragmentaria Eros Bendato Screpolato (Eros vendado fragmentado, 1999). Aunque su obra más sorprendente dentro de este género es Eclisse (Eclipse) tallada en mármol blanco y que revela la virtuosidad de Mitoraj en las técnicas aprendidas de los artesanos de Pietrasanta que, desde el Renacimiento, reproducen en sus talleres esculturas de los artistas más importantes.

Las esculturas de Igor Mitoraj nos remiten a un concepto de pasado clásico evocado por la magia de la pieza arqueológica, del fragmento escultórico en estado puro, a veces incompleto pero, grandioso, porque el artista imprime en cada una de sus obras ese valor omnipresente de la clasicidad. Su actual obra bebe de las horas pasadas ante los yesos clásicos en la Academia de Cracovia y de las visiones de piezas maestras de las épocas griega y romana, e incluso de los rostros del colosalismo precolombino. El resultado es una escultura nueva y actual varada en los principios acuñados por los siglos.

 

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com