HENRI MICHAUX

Muchos escritores pintan y muchos pintores escriben, pero muy pocos consiguen anudar ambas actividades con tanta fluidez e intensidad como lo hizo Henri Michaux. En su caso, la pintura y la escritura se impregnan mutuamente y no porque se entremezclen o confundan, sino porque, como dice Octavio Paz en El Príncipe y el Clown: "ambas confluyen: el mismo maelström las fascina". Para Michaux, pintura y escritura son formas igualmente válidas de encontrarse a sí mismo y ambas le sirvieron como herramientas para tejer un singular universo poético que muestra con fascinación la hendidura que separa la realidad de su representación. En ocasiones se le ha definido como un "artista del acto" que concebía la producción estética como una especie de experiencia ritual, como una acción que, a través de la repetición de ciertos gestos y movimientos, crea una temporalidad diferente y desligada de la lógica funcional que rige la vida cotidiana. Un artista de la inmediatez que, según Octavio Paz, "no inventa: ve", pues abandona cualquier tentación demiúrgica para intentar mostrar el "latido del presente", convirtiendo la vivencia física en materia psíquica. Todo ello mediante un estilo tenso, "rápido, nervioso, como sacudido por corrientes eléctricas", de frases breves y ágiles, de trazos enérgicos y rítmicos. Esta búsqueda de una creación que se alejara de las limitaciones que impone el conocimiento racional (y su lógica ordenadora) le llevó a indagar en manifestaciones expresivas de culturas no occidentales y a experimentar con sustancias alucinógenas, en especial la mescalina (experiencias que quedaron reflejadas en multitud de dibujos y pinturas y que fueron la base de libros como Miserable Milagro [La Mescalina], El Infinito Turbulento o Conocimiento por los Abismos). Nacido en la ciudad belga de Namur, en 1899, Henri Michaux no realizó sus primeros dibujos y pinturas hasta principios de los años treinta del siglo XX, aunque desde que llegó a París en 1924 estuvo muy interesado por las propuestas de creadores vanguardistas como Paul Klee, Max Ernst o Giorgio de Chirico. En el año 1936 Michaux publicó su primer libro ilustrado, Entre Centre et Abscense (editado por Henri Matarasso) y un año más tarde expuso por primera vez sus cuadros en una galería parisina: La Librairie de la Pleïade, de Paul Magné. De esa década datan también sus Fonds Noirs, así como su libro Peintures que reunía una selección de las obras pictóricas que había realizado hasta ese momento. |

A partir de los años 40 del siglo XX, la creación visual fue cobrando cada vez más protagonismo dentro de su trabajo, realizando desde acuarelas y pinturas al óleo o acrílicas hasta dibujos a lápiz o con tinta china, litografías, frottages o gouaches. En 1946 publicó el libro Peintures et Dessins en el que asociaba 43 obras pictóricas a otros tantos fragmentos de textos extraídos de sus trabajos literarios. En el año 1960 Michaux recibió el premio Einaudi de la Bienal de Venecia, y cinco años más tarde el Museo de Arte Moderno de París le dedicó una gran exposición retrospectiva. En los años posteriores, numerosos museos y galerías de Europa, América, e incluso Japón, organizaron exposiciones para mostrar su creación pictórica que, a pesar de su gran calidad técnica y fuerza expresiva, sigue siendo bastante menos conocida (especialmente en España) que su producción literaria. Un elemento fundamental en la obra de Henri Michaux es el viaje, tanto real como imaginario. Procedente de una familia acomodada, con tan sólo veinte años y tras abandonar sus estudios de medicina, se enroló como fogonero en un navío de la marina mercante francesa con el que viajó por Brasil y Argentina. En 1924 se instaló en París, donde entró en contacto con los círculos artísticos de la capital gala y publicó sus primeros libros Les rêves et la jambe y Qui je fus. Tres años más tarde Michaux regresó a América Latina y realizó un extenso e intenso periplo desde la costa del Pacífico hasta la costa Atlántica, atravesando los Andes y las selvas y los ríos brasileños. Sus impresiones sobre este viaje quedaron recogidas en un libro titulado Ecuador en el que funde el reportaje y la crónica con el diario íntimo y el ensayo poético. |

Tras recorrer entre los años 1930 y 1931 la India, Ceilán (actualmente Sri Lanka), Malasia, China, Corea y Japón escribió una de sus obras más conocidas, Un Bárbaro en Asia (traducida al español por Jorge Luis Borges), punto de partida de la larga e intensa relación artística y vital que mantuvo con las culturas orientales durante gran parte de su vida. "Unas culturas que", en opinión de Andrés Sánchez Robayna, "representaron siempre para él tanto una pasión como una poderosa agitación del espíritu". De hecho, el influjo de Oriente fue determinante en la evolución de la obra literaria y plástica de Michaux, dejando huellas visibles, por ejemplo, en las tintas de Mouvements (1951), en gran parte de sus escritos sobre pintura (en especial los dedicados al artista chino-francés Zao Wou-Ki) o en libros como Ideogramas en China. De viajes, pero a países y territorios imaginarios, son también otros tres libros -Voyage en Grande Garabagne, Au Pays de la Magie e Ici, Poddema- reunidos por la editorial Gallimard en un único volumen titulado En Otros Lugares; así como Retrato de los Meïdosems, que contiene doce bellas litografías y constituye una de las obras de Henri Michaux que mejor conjuga texto e imagen. Finalmente, como viajes al interior de su propia conciencia (al "espacio de adentro", en palabras de Octavio Paz) se pueden calificar los textos y dibujos de "alienación experimental" que produjo bajo los efectos de la mescalina, el LSD y otras sustancias alucinógenas. Michaux falleció en París, en el año 1984. |
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