WIFREDO LAM


 

 
 

Autorretrato

1938
Gouache sobre papel montado sobre lienzo
88,9 x 61,6 cm
Colección particular

 

Iniciador de una pintura mestiza que unía modernismo occidental y símbolos africanos o caribeños, Wifredo Óscar de la Concepción Lam y Castilla (Sagua la Grande, Cuba, 1902 - París, 1982) se codeó con las vanguardias del momento, afrontando los problemas del mundo. Su obra, exploradora de diversidad de expresiones y de medios, profundamente comprometida, desde la pintura al dibujo, del grabado a la cerámica, persigue el mismo combate que su amigo Aimé Césaire: "pintar el drama de su país, la causa y el espíritu de los Negros".

Wifredo Lam desarrolló un estilo propio en el que combinaba, concretamente, el surrealismo y el cubismo con el espíritu y las formas del Caribe, realizando una propuesta artística con fuerte carga étnica. En contacto desde niño con la santería y la religión sincrética afrocubana, Lam se mudó en 1916 a La Habana donde estudió en la Academia de San Alejandro entre los años 1918 y 1922.

Lam se traslada a España en 1923 con una beca para estudiar en Madrid, donde continuó sus estudios hasta 1938 con el pintor académico Fernández Álvarez de Sotomayor y al mismo tiempo, asiste a la Academia Libre del pasaje de la Alhambra, centro de reunión de pintores jóvenes e inquietos. La afinidad lingüística y los lazos afectivos hacen que lo que en un principio no debía ser más que una etapa de su viaje hacia París, se convierta en una estancia de catorce años.

Su trabajo se impregna de referencias plurales, fruto de una mirada atenta al contexto, desde los maestros del Museo Nacional del Prado de Madrid en primera instancia, hasta las formas del expresionismo alemán y la vanguardia de artistas como Pablo Picasso, Juan Gris, Henri Matisse o Joan Miró. Lam mantiene, sin embargo, cierta distancia respecto a estos movimientos, situándose en un espacio personal desde el que problematiza los lenguajes y motivos europeos. Trabaja con el papel de manera predilecta y sus formas inician un camino de simplificación y depuración desde planteamientos iniciales más clásicos.

 

 
 

Campesina Castellana

1927
Lápiz sobre papel
60 x 50 cm
Colección particular

 

Lam tomó consciencia desde muy joven de la cuestión racial y de sus implicaciones sociales y políticas en Cuba, en Europa y, más adelante, en Estados Unidos. Asociado a diversos ambientes nacionales, sociales y culturales, Lam siempre mantendrá una postura distante, sin caer en los papeles ni las proyecciones de identidad que le imponen, con buena voluntad, amigos y admiradores. Wifredo Lam inventó un lenguaje propio, único y original para defender la dignidad de la vida y la libertad.

Interesado también por las cuestiones sociopolíticas que le rodean, las relaciones de dominación y las lecturas marxistas, Wifredo Lam incorpora figuras y escenarios sociales como en Campesino (1926) o Campesina Castellana (1927), y entrada la década de 1930, se compromete con la causa republicana.

A esta conciencia crítica se le suman crecientes inquietudes en torno a la realidad colonial y su integración en diversas estructuras como la social o la artística. Poco antes, sufre una de las mayores tragedias personales: su esposa, Eva Píriz, y su hijo fallecen de tuberculosis. Estos acontecimientos se traducen en dos autorretratos, que reflejan una severa esquematización de los rostros devenidos en óvalos monocromos. Un lenguaje expresionista con el que trabaja la noción de máscara, de identidad en conflicto y psique fracturada.

En mayo de 1938, el devenir de la Guerra Civil lo fuerza a un exilio en París, donde cuenta con un carta de recomendación para Pablo Picasso de su amigo el escultor Manolo Hugué. En París, Picasso lo presentó a un amplio círculo de artistas y escritores como Henri Matisse, Fernand Léger, Joan Miró o Benjamín Péret; además, conoció a André Breton y a otros surrealistas, entrando al año siguiente en dicho grupo. En 1939 el marchante Pierre Loeb organiza su primera exposición individual.

 

 
 

La Jungla

1942-1943
Gouache sobre papel montado sobre lienzo
239,4 x 229,9 cm
The Museum of Modern Art (MoMA)

 

Aconsejado por Picasso, conoce la estatuaria negra del Musée de l'Homme. Breton y parte del círculo surrealista despiertan su interés por las prácticas colectivas y automáticas (cadáveres exquisitos, dibujos colectivos, cartas del Jeu de Marseille [Juego de Marsella]). Lam participa de estas sesiones y realiza numerosos cuadernos de dibujos a tinta china con figuras híbridas que anuncian las obras de la vuelta a Cuba.

En 1941, debido a la ocupación de París por las tropas alemanas, se ve obligado a un nuevo éxodo y se dirige a Marsella. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lam establece fuertes vínculos con los surrealistas en dicha ciudad francesa, lo que tendrá una marcada influencia en su pintura posterior. La obra de Lam de ese periodo se caracteriza por figuras estilizadas con rostros que parecen máscaras.

Finalmente, Lam huye de Europa junto con Breton, André Masson, Claude Lévi-Strauss y otros intelectuales, y regresa a Cuba en 1942, donde se asoció con intelectuales como la folclorista Lydia Cabrera y el escritor Alejo Carpentier, quienes ayudaron a renovar su interés por la cultura afrocubana.

Con el ánimo mermado tras dos exilios, la Cuba del régimen de Gerardo Machado, marcada por la precariedad, la corrupción y el racismo, le decepciona profundamente y le lleva a contactar con la escena artística e intelectual de la isla para construir un relato divergente de la identidad cubana. Comparte con Lydia Cabrera, Fernando Ortiz, Virgilio Piñera, José Lezama Lima y Aimé Césaire el deseo de trazar nuevas narrativas y resistirse a retratos impositivos, planteando otra modernidad.

 

 
 

Natividad

1947
Óleo sobre arpillera
216 x 100 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

 

Lam toma de Fernando Ortiz el concepto de "transculturación" desde una perspectiva plástica, definiendo su pintura como "un acto de descolonización". Reivindica, de esta forma, la pluralidad y el cruce de culturas que constituyen la identidad colectiva de la isla y también la suya personal, ambas inestables e híbridas.

Durante este periodo, empezó a producir obras en las que representaba figuras fantasmagóricas de humanos, animales y plantas en escenarios de jungla que reflejan su síntesis de la santería, el surrealismo y el cubismo. Inicia así un arte basado en las raíces de un pueblo, el cubano, que en su opinión, debía recuperar su dignidad y de esta forma, los referentes autóctonos se funden con el lenguaje formal aprendido en Europa.

María Zambrano identifica en sus obras de los años 40, como en El Sombrío Malembo (1943), La Luz de la Jungla (1944), Oyá, Divinidad del Aire y de la Muerte (1944) o El Rumor de la Tierra (1950), una sensibilidad musical y órfica, dominada por figuras cada vez más esquemáticas con las que el artista desvela y recoge el ritmo, el rumor y el silencio inquieto bajo la aparente calma de la naturaleza tropical. Reaparece la dialéctica de la máscara, la tensión entre lo visible y lo invisible, entre las lecturas impuestas y las reivindicadas.

Entre 1945 y 1946, Lam visitó Haití con Breton, alternando su residencia durante la segunda mitad de la década de 1940 entre las ciudades de Cuba, Nueva York y París. En la capital francesa se instala en 1952. De todos modos, Lam visitó Cuba frecuentemente antes y después de la Revolución.

 

 
 

El Ruido

1943
Óleo sobre papel montado sobre lienzo
105 x 84 cm
Centro Georges Pompidou

 

Wifredo Lam ocupa un lugar paradójico dentro del arte del siglo XX. Su obra es fruto de la circulación de ideas y lenguajes, del deseo del artista de configurar un medio singular y propio desde el que tensionar y desestabilizar las certezas y categorizaciones de cualquier signo. Lam abre, de esta manera, una brecha en las lecturas lineales de la modernidad eurocéntrica, proponiendo un relato divergente y ecléctico, que invita a la reconsideración constante de su práctica y de las reducciones binarias centro-periferia.

A partir de los años 50 sus complejas figuras volumétricas se fueron aplanando y haciendo más esquemáticas, y el follaje cedió el paso a campos de manchas vaporosas. A medida que su repercusión internacional crece, el artista cubano emprende una serie de viajes y vuelve a instalarse en París. Las exposiciones internacionales en las que interviene se multiplican, sobre todo al lado de los artistas de CoBrA, a los cuales les presenta su amigo, el artista Asger Jorn. La espontaneidad, la dimensión colectiva y el interés que muestra CoBrA por el arte popular, llevan a Lam a confrontarse con nuevos materiales, como la terracota, medio que le seduce por la liberación espontánea que procura y la intervención del azar en el proceso de creación.

En 1954, junto con Asger Jorn, conoce la población italiana de Albissola Marina, un importante centro productor de cerámica que, a partir de los años 30 con el futurismo, se convirtió también en centro artístico e intelectual. En 1962 Lam compra allí una casa en la que residirá regularmente hasta el final de su vida.

Durante 1975 Lam realiza unas 300 cerámicas, cuyos símbolos remiten a sus obras plásticas, y comienza a trabajar en su obra autobiográfica El nuevo Nuevo mundo de Lam, que mostrará en 1976: una cartografía de afinidades poéticas y sociopolíticas, que refleja el rico abanico de referencias y lenguajes, y la determinación de hacer con ellas un discurso personal. Trabajador infatigable, su vida se extinguió tras haber terminado los grabados para su último libro de artista, L'Herbe sous les pavés, sobre un texto de Jean-Dominique Rey.

 

 
 

Sin Título

1977
Cerámica
90 cm de diámetro
Colección Claudio Ferrioli

 

La exposición Wifredo Lam en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (Planta 1 del Edificio Sabatini, Santa Isabel nº 52) vuelve hasta el 15 de agosto de 2016 sobre la génesis de su trabajo pero también sobre las diversas etapas y condiciones de la recepción e integración progresivas de una obra pacientemente construida entre España, París-Marsella y Cuba. Traza la singular trayectoria de Wifredo Lam a través de unas 250 obras -pinturas, dibujos, grabados, cerámicas- completada con más de 300 documentos -cartas, fotografías, revistas, libros-. Este vasto material ilumina el contexto de su trabajo y de su pensamiento, deteniéndose en sus años transcurridos en España (1923-1938), en los sorprendentes grabados de los años 60 y 70 y en sus colaboraciones con los más destacados escritores de su tiempo, así como en las obras capitales creadas a la vuelta a su Cuba natal (1940-1950), y, en definitiva, muestra una vida comprometida dentro de un siglo agitado. Horarios:  los lunes y de miércoles a sábado, de 10:00 a 21:00 horas; domingo, de 10:00 a 14:15 horas.

 

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