HENRI FANTIN-LATOUR


 

 

 

Hijo de Theodore Fantin, pintor y profesor de dibujo, nació en Grenoble el 14 de enero de 1836. En 1841 su familia se trasladó a París y allí se formó como pintor, primero en el taller de Lecoq de Bosbaudran y después en la Escuela de Bellas Artes. También trabajó durante un mes en la "Escuela del Realismo" de Courbet pero, al parecer, sus enseñanzas las extrajo sobre todo del Museo del Louvre, donde realizó múltiples copias.

En 1859 fue por primera vez a Inglaterra en compañía de Whistler. Volvería allí -donde encontró su mejor clientela- en 1861 y 1864. En 1863 participó en el Salón de los Rechazados y en 1864 expuso el "Homenaje a Delacroix", primero de sus retratos de grupo con escritores, pintores y músicos. Pese a sus relaciones de amistad con los impresionistas, en 1874 se negó a exponer con ellos en la primera muestra del grupo. Sus composiciones sobre temas musicales le relacionarían con el simbolismo. Retirado desde 1876 en su casa de campo de Buré (Orne), murió allí el 25 de agosto de 1904.

Discípulo de Courbet durante una breve temporada, compañero de Whistler y amigo de Monet y Degas, Henri Fantin-Latour ocupa un lugar difícil de encajar en la historia de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Sus retratos de grupo, concebidos casi como manifiestos, harían pensar en un ferviente defensor de la renovación pictórica; sus bodegones, en un realista; y sus escenas mitológicas y alegóricas, en un hombre cercano al simbolismo academicista. Su producción pictórica coincidió con el nacimiento y desarrollo del impresionismo, pero se negó a exponer en la primera muestra del grupo y no llegó nunca a participar en este movimiento como miembro activo, aún compartiendo con ellos muchas de sus aspiraciones estéticas.

Quizás por todo ello, la obra de Fantin-Latour ha sido menos estudiada y celebrada que la de sus colegas impresionistas y apenas se le han dedicado grandes exposiciones en las últimas décadas, de ahí que su producción artística se encuentre injustamente eclipsada y no haya logrado pasar a la historia del arte como uno de los grandes pioneros de la modernidad. Su ilustre contemporáneo, el escritor parisino Émile Zola, dijo que sus lienzos "no provocan una atracción inmediata; es necesario observarlos detenidamente, introducirse en ellos para que su conciencia y la sencillez de su verdad nos atraigan completamente y nos atrapen".

Los autorretratos ocupan, sobre todo, los primeros años de la actividad de Fantin-Latour, constituyendo una práctica constante entre los años 1854 y 1861. Este ejercicio introspectivo, que recuerda a otros artistas como Rembrandt o Durero, dio lugar a unas cincuenta obras, entre pinturas, dibujos y grabados, que muestran la profunda investigación sobre la expresión de emociones que realizó el artista a partir de su propia imagen.

La actividad de Fantin-Latour como copista estuvo motivada no sólo por una necesidad de subsistencia en los inicios de su carrera, sino que, como le ocurrió a otros pintores de su generación como Manet o Degas, también se reveló como un motivo preferencial de estudio, de interpretación y de creación. La presencia del artista llegó a ser casi cotidiana en el Museo del Louvre, donde ejecutó encargos de copias de grandes maestros, entre los que destacan Tiziano, Veronese, Rubens y Delacroix; este último, maestro espiritual del artista.

En sus retratos, muchas veces femeninos, se respira silencio, contención o melancolía y se presenta un espacio de intimidad entre pintor y modelo. Estos lienzos incluyen los de su círculo familiar, como sus hermanas Marie y Nathalie, a las que representa con frecuencia, y los de algunas celebridades, como su amigo Manet, al que retrata con la sobriedad que le es característica cuando no está sujeto a los imperativos impuestos por obras de encargo. Sus retratos íntimos transmiten misterio y complicidad, y se convierten en verdaderas escenas de género herederas de la austera tradición holandesa del XVII. Son obras formalmente realistas, casi fotográficas, pero detrás de su aparente orden, esconden un inesperado desorden representado en la actitud de sus protagonistas, absortos y ensimismados, que parecen ocultar un misterio. Son, de alguna forma, sugestiones de sentimientos.

 

 

La representación de flores es un motivo que acompaña toda la obra de Fantin-Latour y podría decirse que es el género que mejor dominó. Especialmente aplaudido en Inglaterra, se caracteriza por la elaboración de composiciones equilibradas, elegantes y disciplinadas, construidas a través de una meticulosa asociación de formas y de colores. Esta dedicación casi exclusiva estuvo motivada en gran medida por razones comerciales, ya que, a partir de un determinado momento, dedicaba todos los veranos a pintar cuadros de flores que su marchante inglesa, Ruth Edwards, pasaba a recoger en octubre.

Sin embargo, nunca se dejó arrastrar del todo por la comercialidad. Las últimas representaciones de flores de Fantin-Latour, producidas a partir de 1876 en la casa de su mujer Victoria, en Buré, en la región francesa de Orne, se caracterizan por un distanciamiento de los modelos más elaborados de su juventud, influenciados por la pintura holandesa del siglo XVII. En estos últimos ramos, que representan en su mayoría variedades tradicionales de rosas, resulta evidente su preocupación por la simplicidad de la composición y el recogimiento, algo que también refleja su propio temperamento contemplativo.

Fue autor también de algunos de los más notables retratos colectivos de la historia de la pintura, retomando, a finales del siglo XIX, una lección de Rembrandt y de Frans Hals. Buena muestra de ello es el gran lienzo "Un rincón de mesa" (Musée d'Orsay de Paris), una de las cuatro grandes composiciones realizadas por el pintor como celebración de la pintura, la literatura y la música, y que son verdaderos manifiestos artísticos.

Fantin-Latour amaba la música casi tanto como la pintura. Lejos de suponer una competencia castradora, esta pasión enriqueció constantemente sus fuentes de inspiración pictórica, estableciendo una íntima relación entre ambas artes, imbuida aún de sentimientos románticos pero que ya anunciaba sus convicciones simbólicas. Estas adaptaciones musicales en pintura constituían el único tema pictórico susceptible de hacerle abandonar temporalmente los temas realistas para dedicarse a la creación de universos imaginarios, poéticos y totalmente originales. Schumann, Brahms, Berlioz y, sobre todo, Richard Wagner alimentaron esa inspiración.

Si durante las dos primeras décadas de su carrera Fantin-Latour estudió su propia imagen y la de sus allegados, los retratos de las décadas siguientes muestran una nueva perspectiva más distante y de mayor maestría. En esta nueva etapa se encuentran los lienzos que reflejan a personajes de su círculo de amigos, entre los que se hallan los más conseguidos, aquellos en los que mejor sobresale su incomparable calidad de figuración realista. El "Retrato de Mr. y Mrs. Edwards" (1875), gran difusor el primero de su obra en Inglaterra, fue el primer retrato de amigos en recibir públicos elogios durante su presentación y, junto a otros retratos de la década de 1880, como el de su cuñada Charlotte Dubourg y su amigo Léon Maître, se cuenta entre sus obras maestras.

La obra de Henri Fantin-Latour, inicialmente deudora del arte del romanticismo, más tarde asociada al realismo y a los llamados "pintores de la vida moderna", conoce, a partir del año 1880, una aproximación a los primeros defensores de la corriente simbolista. Al regresar a los "temas de imaginación" al final de su carrera, el pintor retomó su objetivo de contribuir a la "pintura del futuro", reivindicando, también él, a través de obras motivadas por temas religiosos, mitológicos y alegorías puras, la primacía del sueño en el arte.

 

 

 

Exposición del 29 de septiembre de 2009 al 10 de enero de 2010 en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Horarios: de martes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas. La taquilla cierra a las 18:30 horas.

 

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