PAUL DELVAUX


 

 

El pintor belga Paul Delvaux nace el 23 de septiembre en Antheit, en la provincia de Lieja, procedente de una familia de abogados. En 1904, Paul asiste a la escuela municipal de Saint-Gilles, en Bruselas, donde residirá desde entonces la familia. Entre los años 1910 y 1916 estudia Cultura de la Antigüedad Clásica en el Ateneo de Saint-Gilles (Bruselas), origen de su interés por el mundo grecorromano.

En 1916 Delvaux consigue el permiso de su padre para acceder a la Academia de Bellas Artes de Bruselas, donde, tras un breve periodo dedicado a la arquitectura, estudia pintura decorativa, graduándose en 1924. En sus primeras obras se observa la influencia de los expresionistas flamencos, como Constant Permeke y Gustave de Smet, que constituyen la vanguardia belga del momento. Ya entonces comienza a mostrar interés por la representación del ser humano, sobre todo de la mujer, que se mantiene como una constante a lo largo de su carrera. En la Academia entabla amistad con Robert Giron, que poco después será director de exposiciones del Palais des Beaux-Arts de Bruselas, donde Delvaux mostrará su obra en muchas ocasiones.

En el año 1930 celebra su primera exposición individual, en el Palais des Beaux-Arts de Bruselas. A mediados de la década de 1930, descubre el surrealismo y, aunque participa en la Exposición Internacional del Surrealismo en París, en el año 1938, y en otras posteriores en Ámsterdam y México, se mantiene al margen del grupo, preocupado por conservar su independencia de pensamiento.

Su interés por el motivo de la Venus dormida se remonta a 1932, cuando visita el Museo Spitzner, principal atracción de la Feria de Midi de Bruselas que exhibe figuras de cera para mostrar enfermedades, avances quirúrgicos y deformaciones humanas, junto a otras curiosidades conservadas en formol. Le impresiona sobre todo una pieza que se titula precisamente La Venus Dormida y ese mismo año pinta su primer lienzo sobre el tema (imagen superior), reinterpretándolo después en múltiples ocasiones con variaciones sorprendentes.

 

 

 

Dos años después admira la obra de De Chirico en la exposición Minotaure, celebrada en 1934 en Bruselas, y en El Sueño (1935) muestra ya los nuevos planteamientos creativos, en los que la realidad onírica se impone a la objetiva. La protagonista de este lienzo no remite directamente a una Venus, sino que representa a la mujer en sentido general, como una portavoz del género femenino. Debido a que su relación con el sexo opuesto no fue fácil (tuvo una madre autoritaria, un amor platónico, un matrimonio frustrado...), el tema de la mujer es una de las obsesiones de Delvaux y se refleja en su obra con jóvenes bellas y misteriosas, inalcanzables para él.

Otra de las constantes en la obra de Delvaux es la seducción. Desde comienzos de la década de 1930, pinta tanto parejas heterosexuales como de lesbianas, una relación que le llega a fascinar por pertenecer a la intimidad femenina y que representa de manera mucho más sencilla, íntima y espontánea que la heterosexual. La visita a un prostíbulo hacia el año 1930 puede estar en el origen de este tema, que pronto se hace recurrente. Durante los meses siguientes, representa a numerosas mujeres abrazadas en unos apuntes y bocetos que transmiten una gran libertad de expresión. Más vivos y expresivos que sus lienzos, estos dibujos de Delvaux le permiten dar rienda suelta a la imaginación y explorar temas tabú en su época.

Para algunos expertos, Delvaux recurre al lesbianismo para indicar su decepción con las relaciones heterosexuales, a las que tiende a estigmatizar en sus obras, condenando a los personajes de sexo opuesto a la falta de contacto y de diálogo. En la obra Pigmalión (1939), el personaje femenino prefiere una escultura de piedra a un hombre, invirtiendo el mito original por el que un escultor se enamora de la estatua que él mismo ha tallado. En el cuadro, cada miembro de la pareja posee en segundo plano su alter ego. Es el tema del doble, muy presente también en la producción del artista, y que remite así mismo a los espejos como elementos relevantes de sus obras. En algunas de ellas, tituladas explícitamente Mujer ante el Espejo (1936), atribuye un papel activo al reflejo, prefiriendo la realidad imaginaria a la tangible.

Merece un apartado especial en dicho tema El Incendio (imagen superior, 1935), un lienzo que, según se ha podido confirmar recientemente, es solo la mitad derecha de otro más grande, cortado en dos por el artista antes de exponerlo en el salón anual de Amberes de ese mismo año. Al cabo del tiempo, el coleccionista particular Pierre Ghêne adquirió la mitad perdida para después donársela a los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique. Las dos partes pudieron verse juntas por primera vez el año 2014 en el Musée d'Ixelles.

 

 

Su primer viaje a Italia, en 1938, le reafirma en su pasión por la cultura clásica. Ya de niño le apasiona la mitología clásica y dibuja batallas como las que lee en la Ilíada y la Odisea. Entre 1924 y 1925 dedica su primer lienzo a la mitología, El Regreso de Ulises, anunciando ya la importancia que tendrá el mundo clásico en su producción, aunque lo trata sin grandes libertades interpretativas. El resultado no le convence y abandona la temática en favor del expresionismo, para recuperarla en el año 1934.

La influencia de De Chirico se revela en esta vuelta a la cultura clásica, pieza clave de su iconografía que se manifiesta no solo a través de la arquitectura, sino también de la mitología o la vestimenta de las figuras femeninas. La Antigüedad supone para él una escapatoria del mundo cotidiano, una forma de liberar la imaginación que, además, le resulta reconfortante.

Sus obras adquieren entonces un carácter teatral, incluso cinematográfico, por el protagonismo de los decorados, las composiciones estructuradas en planos sucesivos y las posturas hieráticas de los personajes. Unas veces, la Antigüedad se sugiere con detalles arquitectónicos que se funden en el decorado. En otras, Delvaux pinta auténticos paisajes antiguos, ciudades enteras en las que, sin embargo, incluye elementos incongruentes y mezcla diversos estilos, lo que confiere a la escena un carácter absurdo. Palacio en Ruinas (imagen superior, 1935) es la primera obra del pintor realmente surrealista y sienta las bases de su estilo, caracterizado por un clima de misterio poético sometido por el silencio.

Las arquitecturas que aparecen en sus lienzos están pintadas con precisión. Delvaux se documenta sobre cada elemento que utiliza a partir de maquetas y de fotografías, deseoso de representar la realidad de una manera fiel. La arquitectura clásica se hace cada vez más exacta, sobre todo tras los viajes a Italia y a Grecia, y la iconografía de la ciudad antigua se vuelve también más recurrente, en detrimento de las ruinas, haciendo referencia a edificios y vestigios reales. En esta época aclara la paleta y concede una nueva importancia al color.

 

 

Desde muy joven, Delvaux se interesa por el mundo del ferrocarril, símbolo de una modernidad emergente que le fascina. Ya en la década de 1920, la Estación de Luxemburgo en Bruselas es uno de sus temas de inspiración favoritos e incluso se convierte en su lugar de trabajo al aire libre. Pinta una decena de cuadros de gran formato donde representa la intensa actividad del lugar, su ambiente invernal y las condiciones laborales del personal ferroviario, prolongando el realismo social iniciado en Bélgica por Constantin Meunier.

Abandona después el mundo de los trenes para volver a él, más preparado académicamente, en la década de 1940; será desde entonces indisociable de su identidad pictórica, hasta el punto de que se le llega a conocer como el "pintor de estaciones". Sin una referencia real sobre su trayectoria, Delvaux sitúa trenes y tranvías en decorados de la época o en ciudades de la Antigüedad, en escenas protagonizadas por mujeres que aguardan en andenes o salas de espera la llegada de una cita o el inicio de un viaje.

En referencia a sus propios recuerdos infantiles, a partir de 1950, pinta una serie de escenas nocturnas en las que unas niñas esperan en estaciones desiertas, ilustrando sus miedos frente al mundo de los adultos. La tensión erótica de los años cuarenta da paso a la tranquilidad y la calma, como en El Viaducto (1963), donde todo está paralizado, como a la espera de un acontecimiento que no acaba de producirse.

En 1950, Delvaux es nombrado profesor de pintura de la Escuela Nacional Superior de Arte y Arquitectura de La Cambre, Bruselas (donde enseñará hasta 1962). Nueve años más tarde, en 1959, lleva a cabo una de sus obras más ambiciosas: la decoración mural del Palacio de Congresos de Bruselas. En 1965 es premiado por el conjunto de su carrera y nombrado presidente-director de la Academia de Bellas Artes de Bruselas.

 

 

Entre los años 1940 y 1945, Delvaux visita con frecuencia el Museo de Historia Natural de Bruselas, donde dibuja los esqueletos que incorporará a sus cuadros hasta los años 60. No obstante, la fascinación del pintor por los esqueletos se remonta a su etapa escolar, cuando no pierde de vista el que hay en su aula de biología, y que le provoca a la vez sentimientos de miedo y curiosidad.

A partir de 1932 hace del esqueleto un elemento de su vocabulario plástico, dotándolo de una especial expresividad. En ocasiones los esqueletos sustituyen al personaje principal y reinterpretan por él la historia, como un alter ego. Cuando no es el protagonista, aparece al fondo, fundiéndose con el decorado y adoptando un papel secundario, pero no menos importante, y comportamientos típicos de los humanos.

En la década de 1950, realiza una serie de versiones de la Pasión de Cristo (la Crucifixión -imagen superior-, el Descendimiento o el Entierro) protagonizadas también por esqueletos, que son seleccionadas en 1954 para la XXVII Bienal de Venecia y cuyo lema es "Lo fantástico en el arte". Delvaux provoca un escándalo sin pretenderlo, magnificado por el cardenal Roncalli -futuro papa Juan XXIII-, que las condena por herejía.

En 1967 Paul-Aloïse De Bock publica la primera monografía importante sobre su obra. En 1978 realiza la decoración mural de la estación de metro Bourse, en Bruselas, y al año siguiente se crea la Fondation Paul Delvaux, que se convertirá en el Musée Paul Delvaux de Saint-Idesbald, a pocos kilómetros de Furnes, su segunda residencia, en la costa belga, donde Delvaux fallece el 20 de julio de 1994.

 

 
 
Mujer ante el Espejo

 

Exposición Paul Delvaux. Paseo por el Amor y la Muerte hasta el 7 de junio de 2015 en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (Paseo del Prado, nº 8; martes a viernes y domingos, de 10:00 a 19:00 horas; sábados, de 10:00 a 21:00 horas). Realizada en colaboración con el Musée d'Ixelles y comisariada por Laura Neve, su agregada científica, la muestra reúne en un recorrido temático más de medio centenar de obras procedentes de colecciones públicas y privadas de Bélgica, mereciendo una mención especial la de Nicole y Pierre Ghêne, en la que se asienta este proyecto, para el que han cedido 38 piezas. Fascinado por la obra de Delvaux desde 1962, Pierre Ghêne inició su colección a principios de la década de 1970 y desde entonces no ha dejado de crecer, sumando ya varios centenares de obras, la mayor parte de las cuales se encuentran en el Musée d'Ixelles.

 

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