LEONARDO DA VINCI - PINTURA

Con información de Francisco Calvo Serraller


 

 
 

La Anunciación

 

Nacido el 15 de abril del año 1542 en Vinci, localidad próxima a Florencia (Italia), y fallecido en la localidad francesa de Amboise, en el castillo real de Cloux, el 2 de mayo de 1519, a los 67 años de edad, Leonardo da Vinci no tuvo ciertamente que esperar a la posteridad para conocer la fama, aunque ésta no haya dejado de aumentar hasta la actualidad, alcanzando proporciones míticas que además no se circunscriben al terreno artístico, porque hoy es alabado también como científico, escritor, filósofo e inventor de las máquinas más sorprendentes.

Por si fuera poco, la propia vida de Leonardo estuvo siempre nimbada por un toque de misterio y extravagancia que le convirtieron en un personaje romancesco, pasto de escritores y psicólogos, cuyas publicaciones redondearon el cariz legendario como de alguien por completo excepcional. Inventor del sfumato y el claroscuro, a su talento se le deben numerosos avances en los campos de la anatomía, la óptica o el uso de la energía hidráulica.

Desde el punto de vista artístico, su producción fue comparativamente corta y, en buena parte, inacabada, además de haberse conservado en un estado penoso en la medida en que el ingenio experimentador de Leonardo da Vinci le impulsó a probar extrañas fórmulas pictóricas de deficiente supervivencia material. Pese a todo, le sobró con hacer algunas pocas obras maestras, casi siempre inacabadas, como La Gioconda o La Última Cena, para lograr un prestigio que ni el más ferviente y prolijo artista ha conseguido jamás.

Aunque la potencia creadora tan versátil de Leonardo da Vinci fue la responsable de que casi nunca pudiera fijar su atención permanente en nada, y, por supuesto, de que todo lo que emprendiese quedara inacabado, no hay que olvidar que tal inestabilidad y capricho empezaban ya entonces a ser interpretados como los típicos ademanes del genio moderno, que se basa en la desmesura, la ansiedad y la melancolía, rasgos que abundaron en el temperamento neurótico de este primer intelectual al estilo de nuestra época.

Por último, transfundida semejante adoración al público masivo de nuestra época, cualquier gesto hecho sobre o contra Leonardo garantizaba un éxito súbito, fueran los bigotes que Marcel Duchamp dibujó sobre la enigmática sonrisa de La Gioconda o la conversión de su Última Cena en un cartel por Andy Warhol.

 

 
     
     
Madonna Benois
 
La Virgen del Clavel

 

Bautismo de Cristo

Su aprendizaje como pintor lo efectuó en el taller de Andrea Verrocchio desde 1469, año en que su familia se estableció en Florencia. Aunque permaneció en el taller de su maestro hasta 1476, cuatro años antes aparece ya inscrito como pintor en la Compañía de San Lucas. Leonardo colaboró con Verrocchio y pintó en el Bautismo de Cristo, conservado en la florentina Galería de los Uffizi, la figura del ángel rubio que aparece a la izquierda, y encima situó un paisaje con tonos niebla muy sueltos, que contrasta con la sequedad dibujística de Verrocchio.

Madonna Dreyfus

Siguen existiendo las dudas sobre si esta diminuta pieza -15,7 x 12,8 cm- fue pintada por Leonardo o por Lorenzo di Credi, otro discípulo de Verrocchio. Se conserva en la National Gallery de Washington.

La Anunciación

Actualmente en la Galería de los Uffizi, fue pintada para el Convento de San Bartolomé de Monteolivetto, cerca de Florencia. En esta obra María se recorta sobre un fondo arquitectónico, mientras que el arcángel se delinea sobre un amplio paisaje con nítidos árboles a contraluz, tema que repitió en la predela conservada en el Louvre.

Madonna Benois

El particular tratamiento del claroscuro que Leonardo empleó para obtener volúmenes esferoidales y cilíndricos aparece ya en esta obra, conservada en el Hermitage, en la que una jovencísima María ofrece una flor al Niño, lejos ya de la planitud del maestro Verrocchio. Hacia 1478-1782.

La Virgen del Clavel

Obra conservada en la Pinacoteca de Munich muy relacionada con la anterior del Hermitage. Los dos personajes están insertos en un esquema triangular en primer plano, anticipado al fondo de un ventanal abierto que deja penetrar una luminosidad lejana al modo flamenco. Hacia 1478-1480.

Retrato de Ginevra de Benci

Presenta un tratamiento a contraluz parejo al de la obra anterior. El follaje del enebro establece un correlato botánico con el nombre de la joven dama. Se conserva en la National Gallery de Washington. Hacia 1474-1476.

La Adoración de los Magos

Cuadro encargado por los monjes de San Donato de Scopeto, cerca de Florencia, cuya ejecución fue interrumpida por la marcha del artista a Milán. En su monocromía, es uno de los escenarios mejor pensados y diseñados por Leonardo para disponer en torno a la Virgen una nutrida multitud de adoradores en abigarrado tropel y expresividad gestual, ante un fondo de arquitectura con escalinatas, árboles, jinetes y caballos, embebidos en una atmósfera diluida en polvillo luminoso. Galería de los Uffizi.

San Jerónimo

Obra también inacabada, en la cabeza y musculatura del santo penitente queda plasmado el afán científico y descriptivo de Leonardo. En las grutas rocosas del cuadro, conservado en la Pinacoteca Vaticana, el maestro glosa su interés por la caverna platónica. Fue pintado, al igual que el anterior, en torno a 1482.

La Virgen de las Rocas

Prodigio compositivo, conservado en el Museo del Louvre de París (hacia 1483-1486), en el que María, con el Niño, San Juan y un ángel señalando con el índice de su diestra al Infante abrazado por la Virgen, aparecen insertos en un esquema cerrado, triangular, casi equilátero, con un vértice de lirios en primer término elaborado con la precisión de un naturalista flamenco como Hugo van der Goes, de quien desde el año 1475 los pintores florentinos ya conocían su Tríptico Portinari. Todo el cuadro está atravesado por una sutil línea en zigzag que, como hilo de araña invisible, sigue las direcciones de las manos, alguna en escorzo nunca olvidado por la pintura posterior. La escena está bañada por una luz hermética y misteriosa que se filtra a través de una gruta sugestiva y fascinante, como receptáculo geológico de una tierra virgen que da sonoridad y pureza a la voz revelada. Otra versión del cuadro, realizada hacia el año 1506, se conserva en la National Gallery de Londres.

La Última Cena

Pese a la ruina que en vida del propio Leonardo produjo en esta obra su ocurrencia de aplicar temple de huevo sobre el enfoscado en lugar de buon fresco -ruina que luego fue aumentada por humedades, mutilaciones y calamitosas restauraciones-, representa, en el marco perspectivo y geométrico del recinto -el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie de Milán-, el triunfo de la nueva maniera grande. La monumentalidad otorgada a Cristo y a los apóstoles resalta por la doble iluminación frontal y de fondo que potencia actitudes, rostros y manos gesticulantes, en respuesta a la advertencia de Jesús de que un traidor está sentado a su mesa. 1495-1497.

 

 
 

La Adoración de los Magos

 

El Músico

Relacionado estilísticamente con La Dama del Armiño y La Belle Ferronière, algunos expertos aseguran que quedó sin terminar por Leonardo a falta de pocos días de trabajo, siendo concluido probablemente por uno de sus discípulos. No se conoce la identidad del retratado, aunque se barajan los nombres de Josquin Des Pres y Franchino Gaffurio. Se custodia en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán. Hacia 1485.

La Dama de la Redecilla de Perlas

Cada vez es más discutida la paternidad de Leonardo sobre esta obra, conservada en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán. Respecto a la identidad de la retratada, se mencionan los nombres de Beatriz de Este y Lucrezia Crivelli.

La Dama del Armiño

Pintada en 1480, fue adquirida en Italia, en 1800, por el príncipe Adam Jerzy Czartoryski para su madre, Izabela de Pulawy, gran amante del arte. En 1831 fue llevada a París, y cuarenta y cinco años después regresaría a Cracovia, si bien no fue expuesta hasta principios del siglo XX, fecha en la que dejó de catalogarse como obra de taller para reafirmarse como creación de primera mano del maestro. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes la secuestraron, si bien tras el conflicto regresó, ya de forma definitiva, a Cracovia. Pertenece al Museo Czartoryski, fundado por los herederos del príncipe, aunque ahora está en depósito en el Museo Nacional de Cracovia.

La Belle Ferronière

Relacionada con la pieza anterior, algunos expertos ven en ella a Lucrezia Crivelli y otros a Cecilia Gallerani, retratada en una edad más avanzada que en La Dama del Armiño. Ambas fueron amantes de Ludovico Sforza. El título del cuadro hace referencia a Madame Ferron, amante del rey Francisco I de Francia, que puso de moda una especie de cinta o cadena cerrada en la frente con un adorno, llamada ferronière por su apellido -aunque hay quien afirma que la dama francesa era conocida así por la profesión de su marido, ferronier (ferretero)-, como la que lleva la protagonista del cuadro, conservado en el Museo del Louvre de París. Hacia 1490-1495.

Madonna Litta

Pintada entre 1490 y 1491, cada vez cobra más fuerza la hipótesis de que se trata de una obra de su discípulo Giovanni Antonio Boltraffio. Se guarda en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.

Decoración de la Sala de la Asse del Castillo Sforza

Se trata de una gruta vegetal de entrelazados y roleos que convierte en sotobosque dicho recinto del castillo milanés. Aunque parece un trabajo más propio de colaboradores artesanos, habituados a un trabajo tan reiterativo como el de los yeseros nazaríes, constituyó un entretenimiento llevado a cabo por el propio maestro, quien pretendía también ganarse los favores de Ludovico Sforza. Aún así, hay quien no descarta la intervención de discípulos.

Madonna dei Fusi

Relacionada -especialmente el rostro y las manos- con Santa Ana, la Virgen y el Niño con el Cordero, se cataloga en torno al año 1501 y fue comprada a finales de los años 90 por un coleccionista privado de Nueva York.

La Batalla de Anghiari

Esta obra, que había de formar pendant con La Batalla de Cascina -encomendada a Miguel Ángel en el año 1504- y estaba destinada a decorar el Salón del Gran Consejo del Palacio Viejo de Florencia, tuvo una vida efímera -al igual que Medusa, obra de juventud citada por Vasari- y solo es conocida por algunos diseños y por la copia que hizo Rubens del grupo central, con la escena del rescate del estandarte, momento que Leonardo aprovechó para plasmar un choque violento de jinetes, fragmento magistral que influyó poderosamente en épocas posteriores.

La Gioconda

En el retrato femenino más fascinante de toda la historia de la pintura -en el actual Museo del Louvre desde que la adquirió Francisco I-, Leonardo consagró el primer plano, desgajado del paisaje, húmedo y distante. Con el difuminado del colorido se abre espacio para alojar una atmósfera suave y sugerente que nos introduce en la perspectiva aérea que, años después, había de conducir al Barroco y a Diego Velázquez. La modelo fue Lisa Gherardini, esposa de Francesco de Giocondo, de ahí su apodo que da título a la obra. Hacia 1503-1506.

Santa Ana, la Virgen y el Niño con el Cordero

El tema de Santa Ana con la Virgen y el Niño ya había sido abordado por Leonardo entre 1499 y 1500, añadiendo la figura de San Juan Bautista, en el llamado Cartón de Burlington House que se conserva en la National Gallery de Londres; luego fue pasado a tabla en esta magna obra (hacia 1510) expuesta en el Louvre. Ante un paisaje rocoso, de lejanías más vaporosas que el de La Gioconda, resuelve el grupo en una pirámide cuya línea zigzagueante parece inestable y deslizante a causa de la compleja postura de María, sentada en el regazo de su madre.

Leda y el Cisne

Pintada hacia el año 1508, se trata de una versión del mítico encuentro de Leda y Júpiter convertido en cisne para burlar a su esposa. Esta obra solo es conocida por copias.

San Juan Bautista

Última obra de Leonardo de Vinci, emanación monocroma de un torso joven y lánguido -el modelo fue su discípulo Gian Giacomo Caprotti, apodado Salai y amante del maestro- desde la negrura del fondo. Fue su última demostración de que "la pittura è una cosa mentale", como afirmó en una famosa cita. Los últimos años de su vida los pasó el maestro en el Castillo de Cloux, cerca de Amboise (Valle del Loira), en tranquilo aislamiento y ocupado en trabajos topográficos e hidráulicos, no comenzando ninguna obra pictórica nueva sino perfeccionando las dos que más apreciaba: La Gioconda, conocida también como Mona Lisa, y este San Juan Bautista.

 

 
     
     
Santa Ana, la Virgen y el Niño con el Cordero
 
San Jerónimo

 

FUENTES: A.A.V.V. "Leonardo da Vinci", en La pintura en
los inicios del Cinquecento
, Barcelona, 1996, pp. 22-29.

 

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