Su verdadero nombre era Piero di Lorenzo. El nombre de Piero di Cosimo (Florencia, 1462-1522) viene de sus primeros años como aprendiz en el taller del pintor Cosimo Rosselli, tras cuyo fallecimiento Piero cambió de nombre en honor a su maestro. Su decisivo encuentro con el arte de Leonardo da Vinci y con el de los pintores flamencos estimuló su capacidad de observar la naturaleza y de maravillarse en el mundo que le rodeaba con embelesado deleite. Frecuentemente, plasmaba fragmentos de ese mundo encantado en sus pinturas religiosas, donde tomaban un significado simbólico más profundo.

Estudiar la obra de Piero di Cosimo supone también sumergirse en la historia de la Florencia del Renacimiento, desde la época de Lorenzo el Magnífico, cuando Piero produjo obras de calidad excepcional como la Visitación para la capilla de Piero di Gino Capponi -héroe famoso por la defensa de la ciudad contra el rey Carlos VIII de Francia- en la Iglesia del Espíritu Santo (actualmente en la National Gallery de Washington) o la decoración pictórica que pintó para el palacio de Francesco del Pugliese (se conservan fragmentos en varios museos).

Entre las obras pintadas para la república florentina de Savonarola y Soderini se incluyen un díptico con los retratos de Giuliano da Sangallo y Francesco Giamberti (hoy en el Rijksmuseum de Ámsterdam), dos de los mejores retratos del Renacimiento florentino; mientras que su fantasioso panel que representa a Perseo liberando a Andrómeda (Galería de los Uffizi de Florencia), que adornaba el dormitorio de Filippo Strozzi y Clarice de'Medici, se remonta a la vuelta de los Medici del exilio en la segunda década del siglo XVI.

La obra de Piero di Cosimo, artista contemporáneo de Filippino Lippi, Fray Bartolomeo y Lorenzo di Credi, nos introduce en el mundo culto y sofisticado de sus mecenas: las adineradas familias Del Pugliese, Strozzi y Vespucci, que le encargan ciclos de pinturas sobre temas mitológicos para sus moradas señoriales. Fue en estos ciclos donde Piero llegó a sus picos más altos de habilidad narrativa, riqueza de detalles, y variedad en sus figuras, trajes y escenarios, pintando un aparato escenográfico tan complejo e imaginativo, como único y maravilloso, muy bien descrito en sus célebres Vidas por Giorgio Vasari.

Fue Piero di Cosimo un pintor solitario, rayando la misantropía según su Vasari, poco convencional, caprichoso, desaliñado y excéntrico. Mostró gran afinidad con Leonardo tanto en su interés por la naturaleza como en su representación de los estados de ánimo; como podemos ver, por ejemplo, en la intensidad de los rostros sonrientes de las figuras en la obra Virgen con el Niño y Ángeles (Fundación Cini de Venecia). Por otro lado, al igual que Leonardo, siempre estaba ansioso por experimentar, y esto, en un momento marcado por la transición de la pintura tradicional al temple de huevo a la pintura al óleo, puede explicar por qué varias de sus pinturas están tan gravemente dañadas, como también sucede con algunas obras maestras del genio de Vinci.

El deterioro de las obras de Piero di Cosimo se ha visto a veces acompañado de desafortunadas restauraciones. Por ejemplo, un antiguo repinte ocultaba la verdadera naturaleza de un retablo que representa el Matrimonio Místico de Santa Catalina y los Santos, del que Vasari nos habla que fue colocado en la desaparecida iglesia de San Pier Gattolini y que, fortuitamente, reapareció en una colección particular de Florencia. Una reciente y acertada restauración ha rescatado sus valores y confirmado que formaba parte del conjunto un panel superior de ángeles que ahora está en la National Gallery de Edimburgo, también recientemente restaurado.

Pese a su originalidad y a su inventiva dentro del Renacimiento florentino, donde se reveló además como el más excepcional narrador de historias, la reputación de Piero di Cosimo, salvo en los reducidos círculos de los coleccionistas y de los historiadores del arte, nunca logró ser pareja a la de sus admirables coetáneos. Otra de sus obras maestras es la tabla Muerte de una Ninfa (National Gallery de Londres), cuyo tema, pese al título sigue rodeado de misterio, constituyendo un fuerte estímulo para la imaginación de los artistas del XIX.

La fantasía construida sobre un afán de naturalismo óptico es quizás la principal característica de Piero di Cosimo, dedicado principalmente a los cuadros de devoción, y en especial a los de tema mitológico y alegórico. Según cuenta Vasari, tenía un modo de ser muy diferente a todos los demás, aventajándolos en ciertas sutilezas en el investigar y cierta agudeza de ingenio, que profundizaba sin cuidarse del tiempo y de la fatiga.

Piero di Cosimo supo conjugar también los estilos de la época, desde la composición de Filippino Lippi hasta el leonardesco sfumato, dejándose influir también por algunos motivos rafaelescos, para crear una manera propia al margen de convenciones formales e iconográficas tradicionales, cuya rareza corría pareja a la de su persona.