TRICENTENARIO DE IGNACIO VERGARA II (II)
SAN VICENTE FERRER

Santiago Rodríguez López


 

 

Destacando entre la serie de obras que Ignacio Vergara realizase para la ciudad de Cádiz, la escultura de San Vicente Ferrer, conservada en la sala capitular del convento de franciscanas descalzas de la Piedad, constituye acaso el punto de partida de la fructífera relación del escultor con la capital gaditana.

El encargo de la talla partiría de la nutrida burguesía mercantil valenciana que, residiendo en Cádiz, gestionaba el comercio entre la ciudad del Turia y los puertos de Indias. El vínculo entre el escultor y aquel grupo de valencianos establecidos en la ciudad andaluza habría que rastrearlo en la estrecha relación comercial que Ignacio Vergara mantuvo con su paisano Juan Bautista Orellana Mocholí, personaje muy vinculado al negocio de los tejidos de seda valencianos que se estableciera en Cádiz a partir de 1750; en éste último recayeron una serie de poderes para la gestión de los negocios vinculados a la producción sedera que el escultor habría heredado de su suegro, torcedor de seda, una vez fallecida su mujer.

Será precisamente Marco Antonio de Orellana, emparentado con el antes citado Juan Bautista, quien documente con su testimonio la ejecución de la imagen del santo. Residente en Cádiz antes de trasladarse a Madrid, el erudito valenciano afirmaba haber contribuido a sufragar los gastos de la imagen, que se encargó en el año 1768 para celebrar anualmente la festividad del santo en el llamado domingo de Quasimodo, recibiendo culto en el Convento de San Agustín de la ciudad.

Repitiendo el modelo iconográfico más difundido del dominico valenciano, San Vicente aparece predicando, con expresiva mirada al frente y la boca abierta en actitud parlante; señala con el índice de la mano derecha hacia arriba, aclarando que los prodigios que a él se atribuían derivaban del cielo, mientras sostiene con la mano izquierda el libro en alusión a sus predicaciones.

Esta escultura de Vergara, realizada a tamaño inferior al natural, pasa por ser uno de los más logrados exponentes de la plástica valenciana del siglo XVIII. A la dinámica composición, resuelta como de costumbre en base a líneas diagonales ascendentes, hay que añadir la pericia técnica en el tratamiento del hábito, así como el pormenorizado estudio anatómico de las manos y el expresivo rostro. Completando esta virtuosa labra, una no menos destacable policromía, con una clara encarnadura y un exuberante trabajo ornamental en la guarnición de los tejidos planos y monocromos del hábito, a base de gruesas orlas en oro, previamente incisas en el aparejo y matizadas sobre el dorado con variedad de picados de lustre.

 

BIBLIOGRAFÍA

BUCHÓN CUEVAS, Ana María. Ignacio Vergara y la Escultura de su Tiempo en Valencia, Secretaría Autonómica de Cultura y Política Lingüística de la Generalitat Valenciana, 2006, pp. 313-317.

BUSTOS, Manuel. "Los siglos decisivos". En AA.VV., Historia de Cádiz, Madrid: Sílex, 2005, p. 344.

LÓPEZ JIMÉNEZ, José Crisanto. Escultura Mediterránea: Final del Siglo XVII y el XVIII. Murcia: Publicaciones de la Caja de Ahorros del Sureste de España, 1966, p. 39.

ORELLANA Y MOCHOLÍ, Marco Antonio de. Biografía Pictórica Valentina o Vida de los Pintores, Arquitectos, Escultores y Grabadores Valencianos (Ms. Ca1800). Valencia: edición de 1967, p. 422.

 

Anterior Entrega en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com