III CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE FRANCISCO SALZILLO (V)
EL ÁNGEL DE LA ORACIÓN EN EL HUERTO (MURCIA)

Juan Orts Román


 

 

Salzillo, imaginero, cuyo barroco excepcional está en su mismo apellido -Ceán Bermúdez le llama "Zarcillo", es decir, pendiente, arracada-, difiere de Gregorio Fernández, de Montañés, de Juni y de tantos y tantos escultores notabilísimos en el concepto genuino de la Pasión que lleva a sus imágenes de modo sorprendente.

Nada menos que una procesión entera de nueve composiciones escultóricas hermosísimas cruza en la mañana las calles morunas de Murcia. Y éstos salen sin cirios ni luces de ninguna clase, porque están hechas para ser vistos a la luz del día: el primer rayo de sol de la madrugada, por tradición, deberá quebrarse en la frente de su incomparable Dolorosa, prodigio de los prodigios del arte, junto con el Ángel de la Oración del Huerto, el único ángel "de verdad" que se puede contemplar en la tierra.

Y es que los rasgos de cada cara, de cada actitud creada por Salzillo, aparecen tan limpios de trucos más o menos teatrales que no es extraño levanten clamores de admiración, pues no nos cansamos de fijar la atención en sus detalles gozando nuestra sensibilidad en el recreo de su contemplación.

Es conocida aquella anécdota del pintor Courbet, que le dijo a Castelar cuando se estaba preparando en la Academia de Bellas Artes de España en Roma, que los artistas españoles en vez de mandarles a Roma, debían irse a Murcia, porque en ella estaba el arte puro, sin mixtificaciones ni notas cursis. Este ditirambo, cuando se han visto los pasos de Salzillo, ante los cuales los extranjeros se quedan maravillados, y más alelados aún cuando se les refiere las fantásticas cifras de Wellington, que se dice ofreció dos millones de pesetas en aquellos tiempos por el Ángel, no parece tan descabellada exageración, si se la recorta, para que tenga algo de verdadera.

Precisamente, Mariano Benlliure, unos años antes de morir, nos decía que siempre que pasaba por Murcia entraba a ver el Ángel, porque cuantas veces se fijaba en él le encontraba cosas nuevas y todas acertadas.

 

 

Fotografías del Museo Salzillo

 

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