FRANCISCO RIBALTA (VI)
CRISTO ABRAZANDO A SAN BERNARDO

Con información de Leticia Ruiz Gómez


 

 
 

 

De 1622 a 1628, año de su muerte, en plena madurez y con un tenebrismo muy personal que, para algunos autores, nada tiene que ver con el de Caravaggio, Ribalta nos dará una obra tan excepcional en el arte español como es el Éxtasis de San Bernardo (óleo sobre lienzo, 158 x 113 cm), manteniéndose en la misma línea las pinturas del altar mayor de la Cartuja de Porta Coeli, hoy en el Museo de Bellas Artes de Valencia.

Catalogado durante varios años como obra de Zurbarán, a pesar de que Antonio Ponz en el siglo XVIII lo elogió como de Ribalta -el propio Ponz la juzgó como "de lo más bello, bien pintado y expresivo que puede darse de Ribalta: todo parece nada al lado de esta pintura"- este magistral cuadro (hacia 1626) procede del mencionado cenobio cartujo, ubicado en el municipio valenciano de Serra.

El pintor se inspiró en la vida del santo escrita por el jesuita Pedro de Ribadeneyra. El episodio narra el momento en que, estando San Bernardo orando ante un crucifijo, Cristo se desprendió de la cruz y tendió sus brazos para estrechar al monje. En la sombra se distinguen dos ángeles que contemplan la escena.

Lo místico no es incompatible con lo tangible, como demuestra aquí Ribalta, quien crea dos líneas paralelas y diagonales que forman los brazos de Cristo sujetando los del santo. Se trata de una pintura llena de intensidad emocional donde el asunto representado queda definido por una iluminación claroscurista que envuelve las dos figuras: la monumental e idealizada de Cristo y la realista e individualizada del santo.

Ribalta reduce al máximo el colorido para hacer una escena casi monocromática. La luz procedente de la izquierda hace que resalte el blanco del hábito y la anatomía de Cristo, dando lugar a múltiples tonos de marfil que provocan un aspecto casi escultórico. El efecto de claroscuro muestra, para una serie de expertos, la influencia de Caravaggio en la obra de Ribalta, quien también parece tomar de otro de sus referentes italianos habituales, Sebastiano del Piombo, modelos para ejecutar la poderosa figura de Cristo.

Con esta obra, una de las más hermosas de la pintura española del Barroco, Francisco Ribalta da una perfecta idea de la mentalidad profundamente religiosa imperante en la época, al exaltar en el San Bernardo la laxitud del cuerpo en la entrega espiritual y el placer de su alma en su entrega a Jesús.

 


 

FUENTES

MORALES Y MARÍN, José Luis. La Pintura del Barroco, Barcelona, 1998, pp. 134-135.

ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego. "Pintura del siglo XVII", volumen XV de la enciclopedia Ars Hispaniae: Historia Universal del Arte Hispánico, Madrid, 1971, pp. 61-62.

 

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