REMBRANDT 350 AÑOS. LOS TEMAS SACROS
DESCENDIMIENTO DE CRISTO

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

Abordamos dos obras juveniles de Rembrandt sobre el tema del Descendimiento de Cristo. La primera (imagen superior) se conserva en la Alte Pinakothek de Múnich y forma parte de una serie de cinco lienzos sobre la Pasión de Jesús, encargada por el príncipe Frederik Hendrik van Oranje en la década de 1630. Para llevar a cabo dicha serie, Rembrandt se inspiró en Peter Paul Rubens; en concreto, toma como referente el cuadro homónimo de Rubens conservado en la Catedral de Amberes y conocido por Rembrandt a través de grabados; si bien el resultado final está más cerca del espíritu de Caravaggio que el de Rubens.

Y es que Rembrandt acentúa la intensidad dramática y el vigor realista del artista flamenco. La clave está en la diagonal que describe la luz, acariciando el cuerpo inerte de Cristo en torno al que se despliegan personajes, movimientos, sentimientos y emociones, con gestos tan contenidos como dolorosos. Como antes hicieron otros pintores en este tipo de composiciones clásicas en el arte de temática sacra, el propio Rembrandt se autorretrata en la escena: es el hombre que, desde la escalera, vestido de azul, sostiene el brazo de Cristo.

El pintor versionó muchas veces esta escena del Descendimiento, sin embargo nunca con la complejidad de la que abordamos a continuación (imagen inferior), conservada en el Hermitage de San Petersburgo y pintada en 1634, un año después de la anterior. Cada una de los personajes tiene una cuidada caracterización y una expresión facial específica, en su mayoría apenada, que se manifiesta en el llanto abierto de las mujeres -la propia Virgen María es retratada inconsciente tras haberse desmayado por el dolor- o en las expresiones más pensativas y silenciosas de la pena interior que muestran los hombres.

Al igual que la versión de la Alte Pinakothek, en la del Hermitage las redondeadas formas del cuerpo físico de Jesús son muy propias de Rubens, no apareciendo tampoco la retórica de este artista flamenco ni la teatralidad en cascada con la que suele desplegar la acción; al contrario, lo que advertimos en ambas creaciones de Rembrandt es la concentración más íntima de los sentimientos de dolor y respeto.

No le hace falta tampoco a Rembrandt acudir al dramatismo de la oscuridad, ya que luz y sombra se funden envolviendo toda esta escena nocturna en una penumbra delicada y misteriosa. (AA.VV. Los realismos en el arte barroco, Ramón Areces, Madrid, pp. 135 y 136). En la versión del Hermitage, antorchas y velas proporcionan diferentes intensidades de luz a unas figuras distribuidas en tres grupos principales: Jesús y los hombres que lo descienden, las mujeres que preparan el lienzo para su traslado al sepulcro, y María y el grupo que la asiste.

 

 

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