REINTERPRETACIÓN DE LO SAGRADO (IV)
HERMANN JOSEF RUNGGALDIER

21/08/2020


 

 
 
Transfiguración

 

Nacido en 1948, en Ortisei (Italia), una pequeña localidad de la zona sur del Tirol con fuerte influencia austríaca, el artista Hermann Josef Runggaldier vive la escultura como un arte clásico y figurativo, explorando en cada una de sus obras la relación del cuerpo humano con la luz y el espacio.

Runggaldier suele enfatizar de varias maneras las formas y dimensiones de sus esculturas. Partiendo de los modelos griegos ("kuros" en el caso masculino y "kore" en el femenino), sigue una dirección existencialista con sus obras a fin de reflejar el dolor íntimo del ser. El resultado son imágenes que captan la esencia humana, atemporales, recreadas en un precario equilibrio entre la libertad del cuerpo y el dolor del espíritu.

La figura humana, esencia de toda la producción artística de Runggaldier, se presenta como un ente arcaico, poderoso y fuerte, lejano e imperturbable. Es el arquetipo del ser, de la generación y de la continuidad. Los materiales empleados en sus obras son principalmente el bronce, la madera y la piedra.

Tras asistir al Instituto de Arte de Ortisei, aprende y perfecciona la técnica de la escultura en varios talleres artesanales. Entre 1969 y 1972 realiza viajes de estudios a Viena, Berlín, Londres y Estados Unidos. En 1975 obtuvo el título de "Maestro escultor". Desde entonces, además de ofrecernos una prolífica producción, ha participado en varias exposiciones, individuales y colectivas, y ganado numerosos concursos y premios.

 

 
 

Crucifixión (detalle)

 

Sin desdeñar otros materiales como la terracota, el hierro o la fibra de vidrio, usados siempre con gran sabiduría y moldeados hasta alcanzar una sorprendente armonía que hace que su diferente consistencia sea casi imperceptible a ojos del público, Hermann Josef Runggaldier elabora figuras a diferente escala pero con la misma fuerza interior e idénticos gestos cuidadosamente calibrados. Como una "comedia humana" silenciosa y fascinante con la que el espectador interactúa y, a veces, hasta se reconoce.

Ya sean sacras o profanas, las esculturas de Runggaldier son espejos de un mundo atemporal en el que el ser humano es el único actor en diálogo con el resto del mundo. La tendencia a la estilización totémica es continua, y en los últimos tiempos el autor ha esquematizado aún más las siluetas y reducido los contornos.

Lo sagrado es muy importante en Runggaldier, hasta el punto de que su producción casi escapa al objetivo de este especial, más interesado en la inspiración sacra desde una perspectiva diferente. No solo ha cultivado mucho la imaginería (Crucifixión, Piedad, Maternidad, Bautismo de Cristo y un largo etcétera), sino también las grandes puertas de los templos (en las que ha llegado a plasmar un completo itinerario de la Pasión de Cristo) y el mobiliario litúrgico que abarca mesas de altar, atriles o pilas bautismales.

Todas ellas, curiosamente, son piezas escultóricas que, pese a su lenguaje gráfico y plástico más inmediato y universal, esencial y sintético en la composición de las figuras y tendente a lo abstracto en sus distintas superficies para imitar el modo en que la naturaleza incide y modela el paisaje, se acoplan realmente bien a los interiores o exteriores de los templos antiguos a los que, en no pocos casos, van destinadas.

 

 
 
Portada (Niscemi)

 

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