Con estas tres figuras procesionales, que representan a un sayón y dos soldados romanos, Pinto sigue la tradición medieval de mostrar unos rostros fieros, casi deformados que rozan lo grotesco. Una tradición muy arraigada en la Semana Santa que obedece a la idea, heredada de la Antigua Grecia, de plasmar la bajeza moral a través de la fealdad, entendida como la ausencia de lo bello tanto a nivel estético como ético.

Estilísticamente, estas tallas en madera policromada para vestir, realizadas en 1984 por encargo de la Cofradía de la Merced de Córdoba para el paso de Nuestro Padre Jesús Humilde en su Coronación de Espinas, se caracterizan por el impacto visual que Pinto logra a través de diversos recursos como la teatral escenografía del pasaje, los escorzos de las figuras, la brutalidad de sus expresiones y el hecho de situarlas en varias alturas.

De maestros como Luis Marco Pérez, Juan Adsuara o Juan de Ávalos, Pinto heredó la necesidad de explorar los tipos populares y de mirar en su entorno. El propio artista jerezano afirmó lo siguiente:

"El uso de los rostros de la gente del pueblo para las representaciones religiosas, dada su gran variedad de facciones y caracteres, era algo que aprendí de mis maestros. Aquellas personas encarnaban perfectamente todos los sentimientos que históricamente se le atribuían a los personajes bíblicos: el miedo, la pena, el odio, la bondad estaban grabados en sus facciones. Era como tener en la calle un álbum de modelos que sólo tenías que observar y dibujar".

En el grupo cordobés que nos ocupa, Pinto muestra a los soldados tomar impulso para coronar brutalmente a Jesús con cañas y a un sayón que, mirando al pueblo, se inclina burlonamente para mofarse de su realeza. El escultor también tenía como reto ir en consonancia con la espléndida hechura cristífera de Francisco Buiza (1978), una obra cuyo patetismo expresivo y resolución a base de claroscuros tiene como referente a los maestros del barroco sevillano del siglo XVII.