LA ICONOGRAFÍA DE PENTECOSTÉS (X)

25/05/2020


 

 

El llamado Salterio Rheinau es uno de los tesoros más destacados de la Biblioteca Central de Zúrich. Sus miniaturas se encuentran entre lo más eminente de la pintura gótica realizada en torno a 1260, dadas las sofisticadas técnicas de color y pintura que se emplearon en su ejecución.

Este manuscrito, probablemente encargado en la ciudad alemana de Constanza -por entonces un importante enlace comercial entre Europa oriental y los países occidentales de Francia e Italia-, recibe su nombre de la localidad suiza de Rheinau -muy cercana a Constanza-, sede de una abadía para la que fue comprado en 1817 por el religioso Blasius Hauntinger. En 1863, el Salterio Rheinau, junto con el resto de fondos de la biblioteca de la abadía, pasó a formar parte de la Biblioteca Cantonal (hoy Biblioteca Central) de Zúrich.

La imagen de Pentecostés que recoge este salterio (imagen superior) podría ser una adecuada expresión iconográfica del pentecostés joánico. Aparte de su calidad, debemos resaltar sus valores simbólicos e iconográficos, entre ellos la ausencia de María y la presencia de tan solo once apóstoles, puesto que Juan en su evangelio no recoge la elección de Matías como sustituto de Judas Iscariote.

Los apóstoles se sitúan de forma simétrica y elegante, cinco a cada lado de Pedro, que aparece sentado en un lugar central elevado y preferencial, sosteniendo en su mano izquierda el libro sagrado, que, con toda reverencia, no toca, mientras con la mano derecha parece señalar hacia la paloma blanca del Espíritu Santo, dispuesta solo sobre su figura. En todos los apóstoles, eso sí, se pueden ver las lenguas de fuego sobre sus cabezas.

El número once queda resaltado por los once adornos redondos y dorados que se ven en el marco. Todos los apóstoles se hallan juntos dentro de una especie de bóveda de fondo dorado, el color de la divinidad, que configura un espacio propio. La alusión a una arquitectura de iglesia romana es evidente y domina claramente esta representación de Pentecostés, poniendo de relieve que es aquí donde nace la Iglesia.

La presencia de María en Pentecostés no se cita ni en los Hechos de los Apóstoles, libro atribuido a Lucas, ni en el evangelio de Juan. De hecho, el primer simulacro de Pentecostés en el que aparece se recoge en el códice siríaco de Rábula (imagen inferior), fechado en el año 586.

Ya hemos visto que la presencia de la Virgen, según una corriente teológica, se explica por el misterio de la Encarnación, sin el cual Pentecostés no hubiera sido posible. Varios de los últimos pontífices justifican la figura de María en el prodigio por su condición de esposa del Espíritu Santo y por su renovada maternidad, tras la crucifixión, respecto a los discípulos de Jesús, lo que exigía un renovado don del Espíritu Santo sobre ella.

 

 

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