LA ICONOGRAFÍA DE PENTECOSTÉS (VIII)

20/05/2020


 

 

En la segunda mitad del siglo XV, las beatas Catalina Moriggi y Juliana Puricelli, más tardes fundadoras de la Orden Eremita Ambrosiana, se retiraron a una ermita adyacente al Santuario de Santa María del Monte, en la localidad italiana de Varese, para llevar una vida de oración. Su ejemplo fue seguido con tanta aceptación que el papa Sixto IV autorizó en 1474 fundar un monasterio. Dos años después, las religiosas toman los hábitos.

A principios del siglo XVII, la española María Tecla Cid, por entonces abadesa de la orden, propuso la creación de una vía sacra con catorce capillas sobre los misterios del Santo Rosario, para meditación y reposo de los devotos que acudían en peregrinación al templo, al que por aquel entonces solo se podía llegar con gran esfuerzo a través de un empinado sendero. El Santuario de Santa María del Monte actuaría como la capilla decimoquinta y cerraría un camino devocional que se extendía a lo largo de dos kilómetros.

La idea encontró un apoyo entusiasta y organizativo incansable por parte del fraile capuchino Giovanni Battista Aguggiari, que logró proponer el Sacro Monte como baluarte de la fe católica contra la reforma protestante y así involucrar a la Iglesia, a los gobernantes españoles, a las familias nobles milanesas y a la comunidad de Varese y de otras numerosas localidades dentro de un amplio territorio alrededor.

En 1604 el arquitecto Giuseppe Bernascone comenzó a diseñar tanto las capillas como el itinerario escénico a lo largo de las laderas de la montaña, convirtiéndose así en el verdadero director artístico del Sacro Monte. Al respecto, conviene recordar que el rezo del Santo Rosario había sido estructurado en su forma actual por el papa Pío V en 1569, y que dos años después se había hecho muy popular tras la batalla de Lepanto (1571), cuyo triunfo se atribuyó al rezo del rosario. De ahí la elección de esta temática.

Bernascone diseñó el complejo, que no fue terminado hasta 1698, en un estilo arquitectónico que expresó a la perfección el manierismo y el barroco lombardo. Cada capilla contenía en su interior la representación artística de un misterio del Santo Rosario, combinando escultura y pintura con imponente realismo y dinámica plasticidad para que el peregrino, en sus momentos de pausa, pudiera meditar vívidamente en unas capillas que estaban precedidas de arcos triunfales y fuentes para que los caminantes pudieran de paso refrescarse.

 

 

Cada grupo escultórico se halla insertado armoniosamente en las escenografías pintadas al fresco en las paredes. Algunos de los artistas lombardos más apreciados de aquellos años trabajaron en el Sacro Monte, entre ellos el escultor Francesco Silva y los pintores Federico Bianchi y Giovan Battista y Gerolamo Grandi, artífices de la capilla del Pentecostés, considerada una de las mejores del conjunto. Mucho después de 1698 siguieron realizándose obras de arte para el Sacro Monte, de hecho la última de las creaciones en orden cronológico, que recrea la Huida a Egipto, fue pintada en 1983 por Renato Guttuso para la capilla de la Natividad.

Quince son las esculturas en terracota que alberga la capilla del Pentecostés, la XIII de la ruta. La escena se divide en dos dimensiones: la terrenal, en la que María y los apóstoles reciben el Espíritu Santo sentados en bancos de madera, y la ultraterrena, en la que el Espíritu Santo se manifiesta en un resplandor dorado, rodeado de ángeles. Detrás de la Virgen, de pie, podemos ver a las beatas fundadoras Catalina y Juliana.

Las obras de arquitectura dirigidas por Bernascone en la XIII capilla concluyeron en 1623. No hay noticias directas, sin embargo, sobre la ejecución e instalación de unas esculturas que se cuentan entre las más pequeñas de todo el Sacro Monte. La atribución a Silva se fundamenta en una placa que fue descubierta en el dorso de uno de los apóstoles. No obstante, las diferencias con otras piezas documentadas de Francesco llevan a pensar en una amplia intervención de sus discípulos y de su hijo Agostino Silva. Destacan de estas esculturas dispuestas en círculo la cuidadosa anatomía y los expresivos gestos de asombro de muchos de los apóstoles.

Los frescos figurativos de la capilla son obra de Bianchi, mientras que la arquitectura pintada se debe a los hermanos Grandi. Los frescos fueron repintados parcialmente en 1922 por Girolamo Poloni, y restaurados en 1990, año en que también se dotó a la capilla de un nuevo sistema de iluminación que permite su encendido y apagado desde el exterior. La capilla entera fue restaurada recientemente, reabriéndose al culto en 2018.

 

 

FUENTES

BIANCONI, Piero. Il Sacro Monte sopra Varese, Florencia, Electa, 1985, pp. 245-250.

 

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