LA ICONOGRAFÍA DE PENTECOSTÉS (I)

04/05/2020


 

El fondo histórico de la celebración de Pentecostés se halla en la Fiesta de las Semanas, un festejo judío llamado en realidad Savu'ot o Shavuot que tenía lugar una vez transcurridas las siete semanas del recuento de las gavillas. El quincuagésimo día se celebraba la aparición divina en el monte Sinaí. Por una parte era la fiesta de las primicias, nombre con el que eran conocidos los primeros frutos de las cosechas, y por otra parte actualizaba la revelación a Moisés que supuso la codificación de los mandamientos en el Sinaí.

 

 

Pedro de Campaña, nombre españolizado de Pieter Kempeneer, nació en Bruselas en 1503, perteneciendo a una familia de artistas y humanistas. Educado en la tradición flamenca, pasó algún tiempo en Italia (Bolonia, Venecia y Roma) donde probablemente se relacionó con pintores del primer manierismo romano como Polidoro de Caravaggio y Perin del Vaga y conformó un tipo de pintura que aunaba el dramático patetismo noreuropeo y buena parte de la monumentalidad, del sentido compositivo y del colorido de la pintura romana.

Fue en 1537 cuando Pedro de Campaña llega a España, estableciéndose en Sevilla, ciudad que experimentaba entonces un extraordinario desarrollo económico, artístico y social, y un pintor como Campaña se adecuaba al perfil de otros artistas nórdicos que hallaron acomodo en esta floreciente urbe. El trabajo de todos ellos estaba destinado a dotar de imágenes a las nuevas parroquias, iglesias conventuales, capillas y oratorios privados, que fueron floreciendo a lo largo del siglo XVI.

Ocupó un puesto relevante en la pintura sevillana hasta su regreso a Bruselas en 1562, donde trabajó en la fábrica de tapices hasta 1580, fecha probable de su fallecimiento. Según su biógrafo Francisco Pacheco, dominó el dibujo y las matemáticas y fue muy diestro en arquitectura y escultura.

Su obra Pentecostés es una pintura al óleo sobre tabla de roble del Báltico, rematada en medio punto y realizada hacia 1556. Es probable que ingresase en la Catedral de Burgos en fecha no muy lejana a la de la restauración de la Capilla de Santa Ana, costeada por el Duque de Abrantes hacia 1868-1870.

A juzgar por la extraordinaria calidad de esta obra y el delicado alarde de su técnica, se puede asegurar que es enteramente de la mano de Campaña y corresponde a un momento especialmente afortunado de su producción. En esta pintura hay que resaltar la elegancia de los pliegues perpendiculares en los mantos, el refinamiento del colorido y la acertada y simbólica disposición de los apóstoles.

En Pentecostés la escena se desarrolla en el interior de una estancia cerrada por un muro desnudo curvo y cubierta por una bóveda que sirve de fondo a la paloma blanca del Espíritu Santo.

Como Matías ya había sido elegido (Hch 1, 26) son doce los apóstoles en oración, con la figura de la Virgen en el centro que reciben en sus cabezas las lenguas de fuego procedentes del Espíritu Santo. El asombro, ante esta irrupción "de repente" (este término sólo aparece tres veces en el Nuevo Testamento y las tres en los Hechos de los Apóstoles) les hace gesticular incluso con las manos, que tienen una gran expresividad, y adoptar distintas posturas que reflejan temor, tensión, incomprensión ante algo inesperado, sublime, misterioso.

Los doce Apóstoles están distribuidos simétricamente en cuatro grupos de tres figuras cada uno: dos grupos a la derecha de María y dos a su izquierda. Esta presentación recuerda la de un pasaje del libro del Apocalipsis escrito por San Juan Evangelista (Ap 21, 12-13), en la que se relata la distribución de las puertas de la Jerusalén celestial en las cuatro fachadas. Se trata de un juego numérico con el tres y el cuatro que multiplicados dan doce y sumados siete, dos números de gran fuerza simbólica.

En esta pintura se perciben varias sombras, pero la más significativa es la de la mano derecha de un Apóstol sobre el libro sagrado abierto que descansa sobre sus rodillas. Este apóstol se halla de perfil y con la boca entreabierta en la parte derecha del espectador. Su mano, iluminada por el Espíritu Santo, proyecta con toda claridad su sombra, que siempre es consecuencia de la luz. Este mismo tipo aparece en las obras de Campaña más conocidas como las Santas Mujeres del "Descendimiento de Cristo". 

 

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