LAS GLORIAS DE MURILLO (XXIV)
MAGDALENA PENITENTE

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Durante el periodo de la Contrarreforma que comenzó con el Concilio de Trento en 1563, la Iglesia utilizó el simbolismo de María Magdalena y otros santos penitentes -cuyas representaciones fueron muy comunes en Europa, especialmente en España e Italia- para exhortar a los fieles a arrepentirse y reconocer sus pecados, ofreciéndoles la esperanza de la salvación a través de la penitencia y la purificación espiritual.

En el caso de la Magdalena, la tradición sostenía sin base alguna que se trataba de una hermosa mujer que practicaba la prostitución hasta el momento que conoció a Cristo y fue redimida de sus pecados. Por tanto, después de un periodo de libertinaje, la santa se arrepintió y se refugió en su Maestro, tras cuya muerte se retiró a una cueva para vivir en oración y penitencia durante los últimos días de su vida.

En este óleo sobre lienzo de Murillo (123,2 x 108 cm) la santa se aferra a su túnica de color púrpura, símbolo de expiación, y mira hacia el brillante resplandor divino que cae sobre su bella figura. Dos de los atributos de la discípula más cercana de Jesús aparecen sobre la roca situada junto a ella: el cráneo, un recordatorio de la inevitabilidad de la muerte, y la cruz, en alusión a su devoción personal al Maestro y sus enseñanzas.

La obra fue ejecutada hacia 1650-1665 bajo un influjo tenebrista que probablemente deriva de un conocimiento de la obra de José de Ribera, seguidor español de Caravaggio. La sensualidad de la santa está muy restringida por el poder de la Inquisición sevillana sobre el contenido moral del arte. Su rostro es de una gran hermosura, con una expresión facial se traduce en una profunda súplica por el perdón de sus pecados.

La obra se conserva en el Minneapolis Institut of Art. Las marcas en la parte inferior, el número 629 y el símbolo de la flor de lis, indican que esta pintura tenía el número de artículo 629 en el inventario real de la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe IV y madre de Carlos III. El Museo del Prado posee una copia a tamaño similar, procedente también de colecciones reales, realizada en el siglo XVII por un notable seguidor del artista.

 

FUENTES

CURTIS, C.B. Velazquez and Murillo. A descriptive and historical catalogue of the works of Don Diego de Silva Velazquez and Bartolome Esteban Murillo, Nueva York y Londres, 1883, nº 373, p. 261 y 375.

 

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