LAS GLORIAS DE MURILLO (XV)
TRES MUCHACHOS

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Un chico de raza negra pide un trozo de pastel a un muchacho blanco, que se niega, mientras otro se vuelve hacia el espectador y sonríe. En el siglo XIX la pintura se titulaba "El niño negro pobre", lo que implicaba la creencia de que el niño negro estaba pidiendo caridad; sin embargo, la jarra de barro que carga, su ropa y sus zapatos indican claramente que se trata de un sirviente o recadero cuya posición es probablemente mejor que la de los muchachos blancos, quienes podían haber recurrido a robar el pastel.

Se piensa que el sirviente, que aparece de pie, podría ser un retrato del hijo de la esclava doméstica de Murillo, Juana de Santiago, probablemente nacida en 1658 y liberada por Murillo dieciocho años más tarde. También se ha sugerido que los dos muchachos blancos, que figuran en primer plano, son los propios hijos de Murillo, Gabriel y Gaspar, nacidos en 1657 y 1661, respectivamente.

Esta pintura es única en la trayectoria de Murillo. Un detenido examen radiográfico reveló un importante arrepentimiento, una rara ocurrencia de un artista que planeaba cuidadosamente y diseñaba la mayor parte de sus composiciones. En principio, Murillo representó al niño sentado con expresión sonriente en su rostro, sus dientes desnudos burlones, empujando desafiantemente la mano del chico negro para alejarlo de la tarta, acaso un pastel de manzana, pero luego cambió de opinión y lo mostró tentando su bolsillo.

Los cambios en la composición revelaron, gracias a las radiografías, no solo los métodos de trabajo de Murillo, sino también el tipo de pobreza que quería representar. Murillo pudo haber encontrado la expresión y el gesto del muchacho demasiado físicos y decidió tonificar sutilmente la dinámica de la narrativa. Aunque toma como referente la realidad de la pobreza, su ojo artístico y su sentido de la composición actúan como filtros: esta pintura no es en modo alguno un retrato realista de la vida vagabunda en la Sevilla del siglo XVII.

Este óleo sobre lienzo de 168,3 x 109,8 cm, hoy en la Dulwich Picture Gallery de Londres, fue pintado hacia 1670. Su casi apiramidada composición renacentista muestra un ambiente de placidez y alegría infantil turbado por la presencia de un inesperado visitante. La verdadera intención y el papel que en estas escenas desempeña cada uno de los pequeños personajes no siempre es fácil matizarlo con seguridad.

La actitud del niño que va a comer en el campo una especie de empanada en compañía de su amigo es de franco temor. La del aguador de un acomodado no parece de amenaza ni de tratar de arrebatar la empanada. Murillo simplemente parece reflejar su simpatía y conmiseración por este niño negro que ruega ser invitado.

 

FUENTES

Con información de la Dulwich Picture Gallery de Londres.

MATEO GÓMEZ, Isabel (coordinadora). Diego Angulo Iñíguez, historiador del arte, Ediciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 2011, p. 347.

 

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