LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XXIV)
CRUCIFICADO (HUELVA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

El Crucificado de la parroquia onubense de San Juan de Ávila, labrado en el año 1979, es una de las obras más personales del periodo final del escultor, de gran sentido simbólico, abstracto y espiritual.

Se trata de un Cristo vivo en la cruz, provisto de esbelta anatomía y mesuradas proporciones, en el que Antonio León Ortega prescinde de la truculencia pasionista para dejar una sutil huella de las heridas sufridas en el martirio en las ensangrentadas rodillas y en las contusiones que presenta en el torso, los brazos y, sobre todo, la espalda, como resultado de los maltratos recibidos por los verdugos.

Llama la atención el modelado de la cabeza, enmarcada por una cabellera lisa y partida al centro que se organiza en simétricas guedejas, lo que unido a la gravedad del semblante y a los grandes ojos que miran atentamente al espectador, acerca el simulacro a los revivals de la estatuaria románica.

Sin embargo, detalles como los pies cruzados en aspa o el estilizado esquematismo en el modelado de zonas como la caja torácica, las manos y los pies, nos recuerdan a los tipos góticos de Jesús Crucificado. El Varón, de tamaño ligeramente inferior al natural, cubre su desnudez con un escueto sudario, anudado en el costado derecho. Estilísticamente se halla emparentado con otros Crucificados del artista, como el de la capilla del hospital onubense Daniel Vázquez Díaz (1968) o el académico de la Colección Minchón de Huelva (1969).

Gracias a las investigaciones realizadas por el historiador Manuel Jesús Carrasco Terriza, sabemos que fue encargado por el párroco Francisco Polo Romero, por entonces Administrador del Seminario de la Diócesis Onubense, a León Ortega, quien en esas fechas enseñaba dibujo en dicho centro. Costó 23.000 pesetas.

 

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