LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XI)
JESÚS DE LAS PENAS EN SUS TRES CAÍDAS (HUELVA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Esta imagen de Jesús Caído, bendecida el 17 de marzo del año 1945, fue realizada por Antonio León Ortega usando los cipreses del antiguo cementerio onubense de San Sebastián y tomando como modelo a uno de los hermanos fundadores de su cofradía. Su precio fue de 7.000 pts.

En principio, puede parecer que representa la tercera caída de Jesús sobre las rocas. Sin embargo, al ser retiradas sus vestiduras observamos como el suceso captado no se refiere al instante inmediato a la caída, sino a un momento posterior, de gran inestabilidad, en el que, a duras penas, intenta incorporarse del suelo. Para ello, apoya la mano derecha y la rodilla sobre el rugoso risco, al tiempo que alza la pierna izquierda y los talones, quedando únicamente hincados en tierra los dedos de ambos pies, sobre los que descarga todo el esfuerzo.

En tan sacrificado empeño -ya que no sólo tiene que elevar el peso de su cuerpo sino también el del madero-, es auxiliado por el Cirineo, talla de José Vázquez Sánchez (1953) inspirada en el de la cofradía sevillanade San Isidoro. La angustia del momento se intensifica al haber introducido en el paso la figura de un soldado romano -obra de Lourdes Hernández Peña (1999)- que, látigo en mano, increpa a Jesús a continuar su camino.

El pronunciado giro de la cabeza hacia la derecha recuerda al titular de la hermandad sevillana de San Vicente, obra del taller de Pedro Roldán de la que toma su advocación. Sin embargo, en este caso, la postura obedece al conmovedor diálogo que entabla el Nazareno con la Santa Mujer Verónica, entre cuyas manos se encuentra el lienzo donde ha quedado impresa la faz de Cristo. Dicha imagen es obra también de León Ortega (1945).

Por lo demás, la talla presenta en su bello y moreno rostro los típicos rasgos de la primera etapa del maestro, participando aún de los esquemas sevillanos. El cuerpo muestra esbeltas proporciones e insinuada musculatura, mucho más acusada en los miembros superiores e inferiores como consecuencia del esfuerzo que realiza. Manos y pies, al ser zonas visibles por los fieles, inciden más en los detalles anatómicos, caso de la descripción de tendones y venas. La policromía es aceitunada, mostrando abundantes hemorragias por la corona de espinas que surcan el semblante hasta perderse por el cuello. En el resto de la anatomía, sin embargo, los signos pasionistas son muy escuetos, con leves marcas de latigazos en piernas y espalda, y regueros de sangre que manan de las laceradas rodillas y de un fuerte hematoma causado en el hombro derecho del Varón.

La imagen fue restaurada por José Antonio Díaz Roca (1983), quien limpió la policromía de las partes visibles de la obra y restañó grietas aparecidas en diversas zonas de la escultura. En el año 2000 fue vuelto a restaurar por Francisca Borrego, quien realizó nueva peana y montículo de rocas en madera de cedro, a imitación de los primitivos, reparó fisuras, ajustó el ensamblaje de la talla y limpió la encarnadura.

 

 

Fotografía a color de Alejandro Cerezo

 

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