MES DE JUNIO 2009 - VÍCTOR DE LOS RÍOS
CRISTO DE LA SIERRA - MÁLAGA

Sergio Cabaco y Jesús Abades. Fotografías de Juan Ramón Gálvez


 

 
 

 

Formado inicialmente en el taller madrileño del escultor Enrique Sierra, Víctor de los Ríos Campos, emigrado desde el municipio cántabro de Santoña a la capital del país con tan sólo cinco años de edad, realizó estudios de dibujo y pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Gracias al dramaturgo y escritor madrileño Jacinto Benavente, nombrado Premio Nobel de Literatura en 1922, entra en el obrador que el escultor Francisco Madurell poseía en Valencia, ciudad donde nuestro artista ejercía por entonces el servicio militar, tras el cual vuelve a Madrid y, en 1932, decide establecerse por cuenta propia.

Como otros artistas del siglo XX, especialmente los que desarrollan su formación en ciudades como Madrid o Valencia, caso de Benlliure, Capuz, González Moreno, Vicent Mengual o León Ortega, la escultura sacra de Víctor de los Ríos va a oscilar entre la tradición del barroco y la ruptura de los moldes clásicos mediante la introducción de elementos vanguardistas del periodo. De ahí que encontremos obras que se amolden a una u otra orientación, si bien la mayoría suponen una interesante fusión bajo su propia creatividad, que, como hemos apuntado en una anterior entrega, también tiene muy presente el arte de Miguel Ángel y sus seguidores, italianos y españoles.

Un magnífico ejemplo de dicha mezcolanza lo encontramos en el Cristo de la Sierra, un Crucificado muerto en la cruz procedente de Marbella y hoy en día venerado en la capilla bautismal de la Parroquia de San Ramón Nonato de la capital malagueña, en la zona de la ciudad conocida como Cortijo Alto.

La imagen, de rictus muy dolorido, formas esbeltas y correctísimo estudio anatómico, se halla fijada al leño por tres clavos y está realizada en madera tintada y ligeramente policromada en algunas zonas (ojos, sudario), lo que permite apreciar el preciso trabajo de la gubia a la hora de tallarla. El oscurecimiento propio de los materiales por el paso del tiempo da una sensación de carnaciones oscuras en una figura tan dramática como devota.

 

 
 

 

FUENTES: ANTÓN CUÑADO, Javier. Víctor de los Ríos,
Ayuntamiento de Mansilla de las Mulas (León), 1997.

 

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