MES DE JUNIO - CRISTO DE LA SANGRE DE CIEZA

Enrique Centeno González


 

 

 

 

En la imponente talla del Santísimo Cristo de la Sangre, obra entregada en el año 2001 a la Cofradía de Santa María Magdalena de la localidad murciana de Cieza, convergen más de tres décadas de trayectoria cristífera del escultor Luis Álvarez Duarte. Lejos del rictus desesperado y el cuerpo convulso de aquel Cristo de la Sed con el que arrancó la serie, el de la Sangre supone la culminación del modelo apolíneo y majestuoso que Duarte comenzó a pergeñar con el Crucificado de la sevillana Iglesia de San José.

Los elementos iconográficos no han variado de forma significativa desde entonces, tanto en la ubicación del cuerpo sobre la cruz como en la disposición del paño de pureza; manteniéndose en todos los casos, como premisa dramática, la cabeza inclinada y la mirada caída de Cristo, que con la boca entreabierta sugiere una respuesta a la oración de los fieles.

En esta ocasión, sin embargo, la anatomía se presenta más sobria en la recreación de los detalles, tanto en lo que se refiere a la talla como en el policromado, probablemente en un lógico deseo de aproximar un tanto el resultado a los postulados clásicos de la imaginería levantina, a considerable distancia de ese hiperrealismo mesino que sólo aparece de forma rotunda en los portentosos antebrazos del Crucificado.

El Cristo de la Sangre no pende de la cruz, sino que aparece adosado a ella. La realidad física del martirio queda, por tanto, en un segundo lugar, lo que permite al artista adentrarse en un denso terreno espiritual, cercano a la frontera de la alegoría. Es la Redención, en suma, lo que se quiere mostrar al espectador, que necesariamente queda enredado en la mirada del Mesías. De ahí la importancia radical de esa cabeza donde se alcanzan las más excelsas cualidades escultóricas, señalando sin duda el cenit artístico de su autor.

Con una sapientísima distribución de volúmenes, Duarte traza unos rasgos de extraordinaria belleza y de hondo potencial comunicativo, enmarcados por las guedejas rizadas que subrayan el poder expresivo y magnético del rostro. El dolor sugerido por las facciones no es terrible en lo físico, sino lacerante en lo psicológico; y se muestra para ser compartido con el fiel, que, a los pies de la Imagen, no puede evitar la implicación emocional con el padecimiento del Redentor. Es por todo ello que la cabeza de este Cristo de la Sangre puede ser considerada, con toda razón, quintaesencia de la idea misma de imagen devocional.

No ha de sorprender, por tanto, la rapidez con la que ha calado en la religiosidad popular de Cieza esta soberana creación de Álvarez Duarte.

 

 

 

 

Fotografía de la obra completa de Juan Antonio Rodríguez Pérez
Primer plano de Manuel Carpio López

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