SINE LABE CONCEPTA - BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

   

 

Los principales representantes de la escuela sevillana de pintura en el siglo XVII, junto a Francisco de Zurbarán y Diego Velázquez, fueron el granadino Alonso Cano y los sevillanos Juan de Valdés Leal y Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), cuyas creaciones alcanzaron gran renombre internacional.

Fue Murillo el pintor de los tipos populares y las escenas de género, trasladadas también a sus numerosas obras de temática sacra, encargadas en su mayoría por comunidades religiosas y particulares. De entre ellas destaca poderosamente su serie de Inmaculadas, que inicia con la llamada "La Grande" o "La Monumental".

Pintada hacia el año 1650 para el desaparecido Convento de San Francisco de Sevilla, la pieza que nos ocupa recibe su apodo por sus grandes dimensiones (436 x 292 cm), que se justifican por estar originalmente situada a gran altura sobre el arco de la capilla mayor del cenobio sevillano. Como bien apreció el historiador Diego Angulo, autor de un soberbio estudio sobre el pintor, con esta obra y con la Inmaculada del Palacio Arzobispal (1652) Murillo abandona el tenebrismo anterior y se entrega a una pincelada tierna, de tintas claras casi impresionistas, plasmando una atmósfera vaporosa y onírica; en definitiva, una pintura decididamente moderna para el periodo que alcanzaría un enorme éxito de público y crítica.

La colosal Madonna, cuyos largos cabellos, cíngulo y manto azulado aparecen violentamente movidos por el viento, se dispone sobre una nube bajo la cual se sitúa la luna llena, símbolo de la creación divina del universo material. A la decidida sensación de movimiento, propia del barroco, contribuyen las dinámicas figuras de los angelitos, en actitud de izar el escabel donde se halla colocada una Virgen de semblante lozano y castizo, seguramente tomado de una joven sevillana de la época.

Tras la extinción del convento con motivo de la Desamortización decretada por Mendizábal, la obra fue llevada al sevillano Museo de Bellas Artes, donde actualmente se conserva. Su gran tamaño la libró de ser llevada a Francia en el año 1810 con motivo del expolio de obras de arte organizado por el Mariscal Soult.

 

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