RETRATOS DE EMPERADORES (I)
OCTAVIO AUGUSTO


 

Especial que trata sobre varios de los más famosos emperadores romanos
a través de las obras de arte que los inmortalizaron en su tiempo. No quedarán
en el olvido las esposas de algunos de ellos que gobernaron en la sombra.

 

 

Octavio Augusto

En el año 30 antes de Cristo, tras la derrota de Marco Antonio en la batalla de Accio, su rival Octavio -sobrino y heredero de Julio César- se convierte en dueño del mundo romano. Le fue concedido el título de príncipe del Senado, tenía ya la potestad de tribuno de la plebe y añadió a ésta la de cónsul, censor y pontífice máximo, con las cuales reunió en sus manos los poderes gubernativo, judicial y religioso.

Octavio recibió también el título de "imperator", es decir, jefe de los ejércitos. Más tarde, a medida que este título se unió con la soberanía, adquirió el sentido que tiene en el mundo moderno. El mismo significado vinieron a tener las palabras Augusto y César. Por ejemplo, las palabras "zar" y "kaiser" -en ruso y alemán, respectivamente- significan también emperador y son palabras derivadas de "césar".

Con la adopción de dichos títulos acabó la república y se abrió una especie de monarquía llamada Imperio. Octavio Augusto es el primer emperador romano y uno de los más ilustres. Se propuso crear una paz perpetua, purificar las costumbres, fortificar la familia, restaurar la religión y exaltar el trabajo. La Roma de Augusto fue la mayor, más hermosa y más rica ciudad del mundo. Se multiplicaron los grandes edificios y las obras de arte, florecieron el comercio y la industria, y llegó a su ápice la literatura romana.

Para unos historiadores, Augusto recibió una Roma de ladrillo y la devolvió de mármol, la encontró patrimonio de privilegiados y la convirtió en imperio de todos los ciudadanos. Otros condenan su cruel búsqueda de poder, sus métodos poco escrupulosos y su estilo autoritario. Pero todos suelen reconocer sus logros a la hora de establecer una administración eficiente y un gobierno estable, así como en la obtención de seguridad y prosperidad para el Imperio Romano que comenzó con su reinado, el más largo de todos.

 

La obra

El más famoso retrato de Augusto (Roma, 63 a.C. - Nola, 14, d.C.), junto con el de Prima Porta encontrado en la villa suburbana que su mujer Livia tenía en Vía Flaminia, es el de la Vía Labicana (principios del siglo I), labrado en mármol y conservado en el Museo Nazionale Romano de Roma.

Lo muestra togado, con la cabeza cubierta a la manera sacerdotal como símbolo de "pietas", virtud que concilia la actitud positiva de los dioses y que forma, con la genérica y sintética "virtus", el binomio principal de la ideología y de la concepción de su perfil como dirigente, en el que apoyaba Augusto su programa político.

El retrato de Augusto asoció unas pocas referencias a la realidad a prototipos ideales. Los modelos augusteos sentaron escuela; frente a los ideales republicanos, que enaltecían lo venerable de la vejez, impusieron la concepción helenística del soberano ideal, siempre joven, como un numen de cuyo vigor dependían la ventura y la prosperidad del país. Desde ahora la salud imperial es asunto de estado y, durante mucho tiempo, los emperadores apenas tendrán biografía escrutable en sus representaciones oficiales.

 

Fotografía de Nick Hawkins

 

FUENTES: A.A.V.V. bajo la dirección de GONZÁLEZ PORTO, José. "La Loba y el Águila", publicado en Uteha, volumen II, Barcelona, Montaner y Simón, 1956, pp. 61-62; BENDALA GALÁN, Manuel. "El arte romano", publicado en Ars Magna, volumen IV, Barcelona, Planeta, 2011, pp. 247-248; www.tesorillo.com

 

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