GABBATHA (IX)
JAMES TISSOT - NUEVA YORK

Gonzalo Durán


 

 

El siglo XIX es un período de cambios y transformaciones profundas en el arte. Ese mundo cambiante requería igualmente de un lenguaje plástico que reflejara esos cambios. Ese nuevo lenguaje se fue formulando con los diferentes estilos que se sucedieron: romanticismo, realismo, simbolismo, impresionismo... Todos contribuyeron a generar ese nuevo lenguaje, en mayor o menor medida, pero de manera decisiva. Sin embargo, el arte del siglo XIX no se limita a ellos, existía también otro arte, aquel contra el que precisamente se rebelaban, el que se ha dado en llamar arte académico o arte oficial, y del que poco o muy poco se escribe. 

El arte oficial o académico representaba, en buena medida, los valores conservadores de la aristocracia y de la burguesía, sus principales clientes. Precisamente por eso, durante mucho tiempo, buena parte de ese arte ha sido injustamente olvidado e ignorado, a pesar de que muchos de sus creadores, aunque ni revolucionarios ni innovadores, fueron, sin embargo, grandes artistas. A partir de los años setenta y ochenta del pasado siglo XX, superados ciertos prejuicios, buena parte de ellos empezaron a ser rescatados del olvido.

El francés James Tissot (1836-1902) constituye un magnífico ejemplo de todo cuanto llevamos dicho. En su momento, el crítico Ruskin lo tachó de pintor victoriano que reflejaba en su pintura la vanidad de la burguesía; lo cual, aunque pudiera ser verdad, no impedía que su pintura fuera pura belleza. Su verdadero nombre era Jacques Joseph, aunque se lo cambió por James como muestra de su admiración por Inglaterra, país en el que residió durante una buena temporada. Su pintura no es revolucionaria en sus primeras obras, pero posteriormente sí que participó de la búsqueda de la modernidad, lo cual se debió en gran parte a su amistad con pintores como Whistler o los impresionistas Manet y Degas, especialmente éste último, que hizo un precioso retrato de Tissot.

En noviembre de 1882, con tan sólo 28 años de edad, muere su amante, y James Tissot abandona Inglaterra para retornar a Francia. Allí, su vida sufre una gran transformación espiritual y mística, y emprende el proyecto de ilustrar la Vida de Cristo, para lo que no dudará en viajar a Palestina para documentarse in situ de los paisajes y la luz, en busca de impregnar su obra de realismo. De dicha serie, que gozó de gran acogida, forma parte la creación que nos ocupa, titulada El Juicio en el Gabbatha (1886-1894). Se trata de una acuarela de tan sólo 13,5 x 20,5 cm, conservada en el Brooklyn Museum de Nueva York, que ejemplica el estilo del autor: luminosidad intensa, colores vivos, composición elegante y equilibrada, refinamiento en los detalles y esteticismo muy marcado.

 

Octava Entrega en este

 

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