ALBERTO DURERO - OBRA SACRA
LA VIRGEN DEL CLAVEL

22/05/2021


 

 

En todas sus representaciones marianas, la Virgen presenta caracteres propios que la individualizan, que la hacen cambiante de una a otra pintura sobre el referido tema, que casi la convierten en retratos. Para Alberto Durero, y para toda la escuela alemana en general, el retrato constituyó un género de máximo interés porque permitía penetrar en los misterios del individuo y, con ellos, en el de la creación.

La Virgen del Clavel, llamada así por la especie floral que sostiene la imagen de María, retratada de medio busto, ocupando su cabeza rodeada por un halo de luz gran parte de este óleo sobre pergamino pegado sobre madera, es un cuadro de pequeño formato (39 x 29 cm) a modo de icono, firmado y fechado en 1516, pintado probablemente para un oratorio privado y conservado desde 1802 en la Alte Pinakothek de Múnich.

El delicado rostro de María, muy frontal, está enmarcado por una rubia cabellera, tratada como es costumbre en el artista con brillantes reflejos dorados y pinceladas muy finas. Su mirada es tranquilizadora y muestra una gran dulzura, aunque más que conectar con el fiel parece perderse en la distancia. El contraste entre su traje rojo y el fondo verde del cuadro recuerda al "San Jerónimo en su estudio" analizado en el capítulo anterior.

La cabeza del Niño Jesús denota también un estudio del natural, siendo un auténtico ejemplo de virtuosismo pictórico el tratamiento de su túnica de encaje azul. Encima de su cabeza vemos uno de los dos motivos ornamentales que adornan el fondo; el otro aparece arriba a la derecha, donde se encuentran la fecha y el famoso monograma que Durero utiliza a modo de autógrafo.

El clavel que da título al cuadro es de color rojo. María se lo ofrece al Niño como símbolo de la sangre que derramará Cristo durante su Pasión y también como símbolo del matrimonio místico entre madre e hijo; es decir, entre Cristo y su Iglesia; pero Jesús no lo mira, sino que mantiene una mirada similar a la de María al tiempo que sostiene una pera entre sus manos, fruto que simboliza el pecado original.

Acertadamente se ha comparado esta obra con el "Autorretrato con pelliza" (1500), conservado también en la Alte Pinakothek de Múnich (imagen inferior). Ningún artista se ha mostrado a sí mismo con tanta grandeza. El espacio vacío, la nada del fondo, la total frontalidad o el dominio del orden geométrico sobre el caos humano demuestran que Durero es deudor de la sabiduría y la belleza de Dios en tanto que única fuerza de la creación.

 

 

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