DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - LOS LLANOS DE ARIDANE

José Guillermo Rodríguez Escudero


 

     
     

El arte patético de finales de la Edad Media concedió un amplio espacio en su iconografía a la Virgen Dolorosa, representada, ya con Cristo muerto sobre las rodillas después del Descendimiento, ya sola tras el Enterramiento  de su Hijo. Estos dos tipos iconográficos se designan con los nombres de Virgen de la Piedad y Virgen de los Siete Dolores. El grupo de la Virgen de la Piedad se compone, estrictamente, de dos personajes: María y su Hijo desclavado de la cruz, cuyo cuerpo inanimado ella sostiene sobre las rodillas. Este tema ni siquiera está esbozado en los Evangelios, ni procede tampoco del culto oficial: es una creación de la imaginación mística que surgió a principios del siglo XIV, al mismo tiempo que la Virgen de Misericordia y del Varón de Dolores.

La soledad de María va a ser aprovechada por artistas y místicos, quienes, uniendo los dos extremos de la vida de Cristo, infancia y muerte -pesebre y cruz-, crearán esta nueva tipología. En contraposición del dulce recuerdo del Niño pequeño mecido entre los brazos de su Madre, Berg describe al Cristo muerto: "sus ojos, que brillaban como carbunclos, ahora están apagados. Sus labios, que parecían rosas rojas recién abiertas, están secos y su lengua pegada al paladar. Su cuerpo, sangrante ha sido tan cruelmente estirado sobre la cruz, que pueden contarse con todos sus huesos". Santa Brígida de Suecia atribuye a la propia Virgen esta descripción emotiva de su Hijo descendido de la Cruz: "Lo recibí sobre mis rodillas como un leproso, lívido y magullado, porque sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba rígida como una cuerda"

La obra que se conserva en el municipio canario de Los Llanos de Aridane interpreta el asunto iconográfico de La Piedad de acuerdo con la tradición gótico-flamenca. Se trata de la más antigua de las tres piezas flamencas que de este tema iconográfico se conservan en La Palma. De hecho, su existencia consta en un inventario de 1522: "Nuestra Señora de bulto con su Hijo preçioso en los braços quando lo desçienden de la cruz".

La postura sedente, hierática y vertical de la Virgen de las Angustias mientras sostiene el cuerpo inerte de su Hijo -por la mano izquierda y por la cabeza-, contrasta con la forzada curvatura descrita por el cuerpo de éste que, yaciendo en el regazo materno, se arquea para alcanzar el suelo con sus pies cruzados. Según el pensamiento místico medieval -siguiendo las palabras de San Bernardino de Siena- se trata de la escena en la que María, melancólica, extraviada, abstraída y angustiada, incluso joven, rememora la infancia de Jesús. La Virgen tiene la ilusión de acunar a su Hijo pequeño en brazos, como en los felices tiempos, pero ahora no abraza a su pequeña y amada criatura, sino al frío cadáver ensangrentado de su Hijo ajusticiado, representado con la estatura de un niño. Sueña que tiene a su Hijo sobre las rodillas y que lo acuna envuelto en la mortaja como antes en los pañales. Es por ello que estemos ante una desproporción simbólica de ambas imágenes, y no tiene que ser entendido como un error artístico de perspectiva del o en una torpeza o inhabilidad del artista.

La tranquilidad, la serenidad, la paz, la resignación, el dolor silencioso, la apariencia idealizada del melancólico semblante de la Virgen de Las Angustias... Todo ello se contrapone al crudo realismo que emana del Cristo Muerto. En su rostro lacerado lleva impresa la huella del dolor y todo el fláccido cuerpo muestra numerosas llagas sangrantes y carnaciones mortecinas de la reciente Pasión.

Nuestra obra comparte numerosos rasgos con los modelos tallados en los Países Bajos meridionales en el tránsito de los siglos XV al XVI. Ejemplo de ello es el trenzado voluminoso de la corona de espinas de Cristo, muy parecido al Crucificado de San Pedro de Lovaina, o el tratamiento de la barba en mechones individualizados, rizándose en las puntas en forma de caracol y el modelado de su tórax dibujando un exagerado arco jalonado por las protuberancias óseas de las costillas, comparables ambos con los de la estatua de Job de la iglesia de San Martín en Wezemaal; así mismo, el plegado de su perizoma, a base de convencionales acanaladuras paralelas, es parecido al de los Cristos del Museo Comunal de Lovaina o al de San Sebastián del Rijksmuseum de Amsterdam.

 

FUENTES: NEGRÍN DELGADO, Constanza: "Escultura", en Arte Flamenco en La Palma, 1985;
PÉREZ MORERA, Jesús. Arte Flamenco. Isla de La Palma, 1990; RÉAU, Louis. Iconographie de l’Art Chrétien, 1957.

 

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