ANDRÉS DE CARVAJAL (VI)
SANTA MARÍA MAGDALENA (ANTEQUERA)

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

 

Como apunta el historiador Sánchez López, Andrés de Carvajal representa el "continuismo del barroquismo conservador y castizo, fruto de sus años de aprendizaje en el taller de Diego de Mora en la capital de la Alhambra, y heredero a su vez de la plástica de Mena". En este aspecto, nuestro escultor encarna el más clásico prototipo de imaginero como artesano servil de los gustos de una clientela determinada, incardinándose dentro de unos parámetros formales concretos. Este hecho ha sido un continuum en la Historia del Arte y, si acaso, más acusado en el caso de la imaginería. El escultor utiliza formas análogas, garantizadoras del éxito entre su clientela (1).

Como hemos señalado en una anterior entrega, en el altar gótico del trascoro de la Iglesia Colegial de San Sebastián, de la localidad malagueña de Antequera, reciben culto tres obras de Andrés de Carvajal que merecen estar entre lo mejor de su producción: el Cristo del Mayor Dolor, la Virgen del Mayor Dolor -titulares ambos de una popular cofradía de penitencia antequerana- y Santa María Magdalena. Esta última es una interesantísima versión de la Magdalena Penitente que, precisamente, el maestro granadino Pedro de Mena labró en Málaga, en 1664, para los jesuitas madrileños de San Felipe Neri y que actualmente se encuentra en el Museo del Prado.

El modelo de Mena, de gran repercusión en los artistas posteriores que cultivaron el tema, representa a la santa de pie, con la larga cabellera derramada sobre los hombros, sosteniendo un Crucifijo y vestida solamente con una estera ceñida fuertemente al cuerpo para ocultar cualquier vestigio de voluptuosidad femenina, insistiendo así en el carácter austero -casi podríamos llamar castrador- y de mortificación del simulacro. Carvajal sigue tales pautas, introduciendo variaciones propias como la mayor desnudez, hábilmente tapada por los rojizos cabellos -típicos de las meretrices de la época- y la forma de aferrarse a la cruz, reforzando el místico diálogo con el Maestro muerto.

Coronada por un nimbo rocalla de plata, la discípula de Jesús, confundida durante mucho tiempo con la pecadora pública que aparece citada en el Evangelio de San Lucas (Lc 7, 36-50), posee un semblante sumamente expresivo que muestra los rasgos faciales reproducidos por Andrés de Carvajal en casi todas sus obras: cuencas orbitales bastante hundidas, ojos entornados de cristal, cejas finas -muy elevadas en el caso de las piezas pasionistas- y labios entreabiertos en abierta actitud de diálogo, con los dientes y la lengua tallados en su interior, reforzando así el contacto con el espectador. En este caso, vemos también dos lágrimas de cristal cayendo por las lívidas mejillas.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) VERA MELLADO, José Manuel. "Andrés Carvajal y el Pasaje de la Flagelación", en Carrera Oficial, nº VII, Cádiz, 2009, pp. 55-58; SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio. "Perspectiva de la escultura del siglo XVIII en Málaga: entre la tradición y la renovación", en Carrera Oficial, nº V, Cádiz, 2008, p. 50.

 

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