DECOR CARMELI 2012

Juan Dobado Fernández


 

   

 

Sobre la puerta de ingreso a la capilla del Sagrario o de Jesús Caído del Convento de San José (San Cayetano), se encuentra una de las obras más importantes del conjunto pictórico del templo de los Carmelitas Descalzos de Córdoba: La Vid del Carmelo o Vinea Carmeli (1).

En las órdenes religiosas este motivo iconográfico, basado en un árbol genealógico, adquirió una gran importancia como modo de dar a conocer los mejores frutos de la Orden, pero que entre los carmelitas gozó de una gran difusión por sus orígenes en el Monte Carmelo y su relación con el jardín místico donde nacen las mejores flores dedicadas a la oración. Además es de gran importancia el desarrollo del árbol de Santa Emerenciana, piadosa mujer que visitó a los ermitaños seguidores de San Elías en el año 78 antes de Cristo, los cuales en una visión de un árbol interpretaron que de ella, madre de Santa Ana, nacería en su descendencia el Hijo de Dios.

Los orígenes de este tema se encuentran en la Biblia, en el Génesis y, especialmente, desde el punto de vista iconográfico, en el Árbol de Jessé o árbol genealógico de Cristo, a lo que se une la imagen evangélica de Jesús Vid y los cristianos sus sarmientos. En la Orden encontramos los primeros indicios en Juan de Chimineto, hacia el año 1337, cuando narra la difusión de los carmelitas "como vid que ha echado sus sólidas raíces en esta montaña sagrada, ha extendido sus sarmientos de uno a otro mar y por todos los confines cristianos se difunde su suave aroma y produce copiosos frutos" (2). No podemos olvidar que la imagen mariana como Viña Florida aparece ya en el himno más antiguo de la Orden, el llamado Flos Carmeli. En otras ocasiones se denomina a María como "Vid que nos trae a Cristo", aspecto que resalta especialmente la pintura cordobesa donde la figura de la Madre de Dios centra el árbol del Carmelo. Entre las obras que más han difundido esta imagen se encuentra el libro Vinea Carmeli del padre Daniel de la Virgen María, publicado en el año 1662.

En el campo de la plástica las primeras pinturas pertenecen al siglo XVI y se hacen en los Países Bajos (3). Entre los grabados destaca el de Teodoro Galleus (4). Este tema de la Vid del Carmelo se extendió también por los conventos de América, como las pinturas del Carmen de San Ángel en México y el de Puebla, igualmente en tierras mexicanas (5).

El lienzo que estudiamos es posiblemente una de las mejores versiones existentes en nuestro país. El pintor sigue una composición totalmente simétrica, la vid preside la pintura plantada en un frondoso paisaje de azuladas montañas donde se aprecia una construcción religiosa que alude al Monte Carmelo bíblico. El árbol del Carmelo es cuidado por el profeta San Elías, que quita las malas hierbas con una azada, ataviado con la túnica parda y el manto de piel; a la derecha, Santa Teresa de Jesús riega con un cántaro este árbol carmelitano de frondosas ramas. Aunque en la mayoría de los grabados aparece San Eliseo regando la vid acompañando a San Elías, aquí aparece la santa reformadora de la Orden ya que la obra está destinada para un convento de la descalcez carmelitana donde aparecen siempre como fundadores el profeta y la santa abulense.

La vid presenta similitudes con los árboles de la santa parentela de Cristo, al mostrar la figura de la Virgen en el centro (6). La figura de la Virgen aparece sentada sobre las nubes que también la rodean como una mandorla, tres querubines le sirven de pedestal; el tipo de rostro se repite en las cuatro composiciones que analizamos. Una de las peculiaridades de matiz cristológico es la crucifixión de Jesús sobre el mismo árbol del Carmelo, según la imagen joánica de la vid y los sarmientos, dirigiendo su mirada al Padre mientras por las ramas corre su sangre como savia que produce los frutos de este árbol. Se completa esta alegoría con la presencia del padre Eterno y el Espíritu Santo, dirigiendo los santos carmelitas su mirada a la Trinidad como inmersos en plena contemplación mística.

En las distintas ramas se sitúan los santos de la Orden, todos ellos de medio cuerpo o busto largo. En la primera rama se colocan las religiosas, unas portando un libro, otras en actitud de contemplación, sólo una se distingue de las demás, lleva hábito de religioso, cubierta la cabeza con la capucha, al cuello un crucifijo que sostiene con la mano izquierda y un rosario en la derecha. Esta santa podría ser a primera vista Santa Eufrosina, muy venerada en la Orden, pero se trata de Catalina de Cardona (1519-1577), religiosa muy famosa en los inicios de la reforma y que su iconografía la presenta como la estamos viendo en esta pintura, tal como aparece en una pintura en los Carmelitas Descalzos de Segovia.

En el siguiente nivel de la vid se disponen religiosos carmelitas, mártires y escritores, presididos por san Juan de la Cruz, situado a la derecha; tras él se halla San Ángelo mártir con una lanza clavada en el pecho, a continuación le sigue un religioso que porta un cuadro de la Sagrada Familia, se trata del venerable padre fray Domingo de Jesús María (1559-1630) que sujeta la pintura que dio la victoria a las tropas católicas sobre las protestantes en la famosa batalla de la Montaña Blanca de 1620 en Praga (7). Por último, portando el cráneo en la mano que lo identifica, se halla San Avertano. Las siguientes ramas se destinan a miembros más ilustres como patriarcas y obispos, entre ellos San Andrés Corsino, mientras que entre los patriarcas sólo se puede identificar a San Alberto de Jerusalén, legislador de la Orden que lleva un libro donde puede leerse: REGULA PRIMITIVA CAP.

Las dos últimas ramas, donde descansan los brazos clavados de Cristo, se enroscan para cobijar las representaciones de los papas de la tradición carmelitana, San Telesforo, a la izquierda, y San Dionisio, a la derecha, concluyendo así esta visión completa de los mejores frutos de la Orden.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) DOBADO FERNÁNDEZ, Juan. El programa iconográfico de la Iglesia conventual de San José de los Padres Carmelitas Descalzos de Córdoba, Programa de Doctorado de Historia del Arte, Córdoba, 2001, pp. 104-107.

(2) Ibídem, pp. 133 y ss.

(3) DE LA CROIX, Jean. "Une Vigne du Carmel du début du XVIe siécle", en Ephemerides Carmeliticae XV, 1964, pp. 308-26.

(4) EMOND, Cécile. L´iconographie carmélitaine dans les anciens Pays-Bas méridionaux, Bruselas, 1961, pp. 46-49.

(5) AA.VV. Iconografía y arte carmelitanos, Granada, 1991, pp. 32-34.

(6) MORENO CUADRO, Fernando. Iconografía de la Sagrada Familia, Córdoba, 1994, pp. 19-30.

(7) Para completar más información sobre este insigne carmelita descalzo cfr.: FORBELSKY, J., ROYT, F. y HORYNA, M. El Niño Jesús de Praga, Praga, 1994.

 

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