FRANCISCO CAMILO (III)
CARMELITAS

Con información de Gregorio Cruzada Villaamil y Jesús Abades


 

 

En la obra San Jerónimo azotado por los Ángeles, también conocida como San Jerónimo en el Desierto, el santo aparece sentado sobre almohadones, desnudo, velando sutilmente una gasa los genitales, con la vista fija en el cielo. Dos ángeles le azotan con unas disciplinas, mientras otro, más del tipo querubín, rasga las hojas del libro de Cicerón que leía el santo -motivo del castigo- al tiempo que clava su mirada en la del espectador.

Respecto al Martirio de San Bartolomé o San Bartolomé desollado, el sufrimiento del santo retratado se repite en otra violenta escena: dos verdugos arrancan la piel del apóstol, atado vivo sobre el tronco de un árbol. A la izquierda, en un segundo plano, un soldado del cortejo del rey Astiages, quien había ordenado el tormento ante la negativa de San Bartolomé de adorar a sus ídolos paganos, le señala el lugar del martirio.

Estos dos óleos de grandes dimensiones (206 x 249 cm) fueron pintados por Francisco Camilo en 1651 -en plena madurez vital y artística- siguiendo el estilo del flamenco Rubens. Ambos formaban pareja y proceden del Convento de San Hermenegildo de Madrid, regentado por Carmelitas Descalzos. Este cenobio fue derribado en 1870 tras la desamortización a excepción del templo, hoy Iglesia de San José.

Muerto Rubens en el año 1640, obras suyas habían inundado los palacios y las colecciones nobiliarias españolas, madrileñas principalmente, en los últimos años de la década de 1630. Inmediatamente después de su muerte, la enorme popularidad de las estampas que reproducían sus obras, así como la importación masiva de pinturas sobre cobre que copiaban sus composiciones, afianzan aún más su influencia. Camilo se muestra como uno de los primeros en asimilar sus nuevos modelos, reinterpretándolos con su personalidad peculiar.

En el Martirio de San Bartolomé existe también una fuerte inspiración en la pieza sobre el mismo tema de José de Ribera, un lienzo que se conserva desde 1896 en el Museo de Estocolmo y que Camilo pudo conocer en persona. Especialmente se observa la analogía en las actitudes del santo y del verdugo que, situado de frente, arranca la piel del brazo alzado mientras sujeta el cuchillo empleado para desollar entre los labios.

 

 

FUENTES: O'DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA, Hugo. El Primer Marqués de la Victoria, Personaje silenciado en la Reforma Dieciochesca de la Armada, Real Academia de la Historia, Madrid, 2004, pp. 44-46.

 

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