CENTENARIO DE LUIS ORTEGA BRÚ
MISCELÁNEA

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

Yo mismo volveré si no hubiese nadie capaz de hacer estas obras, porque yo he existido, existo y existiré.

Luis Ortega Bru

 

 
     
     
Fotografías de Juan Antonio García Delgado

 

Ángel confortador

Esta magnífica escultura de talla completa, en madera de cedro policromada y estofada, vino a sustituir en 1970 a una imagen anterior. La obra, acabada como si estuviera envuelta en oro para simular la luz divina que irradia entre la amarga oscuridad de Getsemaní, es pura inestabilidad y androginia por la depurada corporeidad que le confiere su carácter angélico. El proyecto de Ortega Brú en el misterio de la Oración en el Huerto del municipio gaditano de El Puerto de Santa María contemplaba también las tallas de los apóstoles Pedro, Juan y Santiago dormidos bajo un olivo. Lamentablemente, solo se pudo llevar a cabo en 1974 la efigie de Santiago -parecida a la que Ortega Brú labró para el misterio homónimo de Huelva, siendo en este caso imagen de vestir-, que hoy en día no procesiona y se conserva en las dependencias de dicha corporación.

 

 
 
 
Fotografías de Juan Antonio García Delgado

 

Cristo Yacente

Labrado en madera policromada, entre 1953 y 1954, para la Hermandad de la Vera Cruz del municipio sevillano de La Puebla de los Infantes, constituye una evolución del mucho más popular Cristo de la Misericordia realizado en 1950 para la hermandad sevillana del Baratillo. En este caso, Brú llevó a cabo al Cristo en su integridad -sin policromías ajenas-, a menor tamaño -mide 150 cm de altura- y para procesionar solo en el interior de una urna, no en el regazo de María tras ser descendido de la cruz. Según fuentes de su hermandad, el Cristo debía ser articulado para hacer doblete procesional como crucificado y yacente, a lo que Brú se negó alegando las notables diferencias que presentan ambas iconografías. También sigue las líneas del Cristo de la Caridad a nivel anatómico y gestual, pero sobre todo en la disposición que adopta en cúbito supino.

 

 
     
     
Fotografías de Juan Antonio García Delgado

 

Judas Iscariote

La mejor imagen del misterio hispalense de la Sagrada Cena pertenece a la primera entrega de tres apóstoles que Brú llevó a cabo entre 1976 y 1977, cuando aún no había recibido la orden de la hermandad de dulcificar las facciones de los restantes, hacerlos de candelero -si bien Manuel Hernández León acabó sustituyéndolos por cuerpos anatomizados, aunque de menor peso que los de Brú- y moderar la intensidad expresiva del rostro. Judas Iscariote conserva, por tanto, la anatomía original en cedro del escultor sanroqueño -quien, según su sobrino Manuel Ortega Alonso, concibió la escena como un ballet en el que las doce figuras interactuaban entre ellas como si bailasen-, así como todo el expresionismo heredado del arte alemán a través del cual Brú imprimió la rebeldía del traidor que puso a Jesús ante el hecho consumado de su detención.

 

 
 
 
 
Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Titanes

Con los Titanes, un barro cocido de pequeño formato, Ortega Brú consiguió, en 1943, el Primer Premio del Certamen de Escultura de Cádiz. El escultor tenía 26 años de edad y se apartó un tanto del mito para centrarse más en la naturaleza titánica del hombre -e incluso en la suya propia, concentrada en un talento escultórico que, ya en sus creaciones primerizas, se vio galardonado-, o al menos así lo refleja en la poderosa anatomía de las figuras masculinas que forman parte de esta pieza, cuyos desnudos apenas se velan por difusos paños muy pegados a los glúteos. Las mutilaciones hacen más interesante, si cabe, a este grupo de raigambre arqueológica pero cuya resolución se halla integrada en el manierismo derivado del genio de Miguel Ángel, apuntalando Brú la base de un estilo que no tardará madurar. Pertenece a la colección de su hija Débora Ortega León.

 

 
     
     
Fotografías de Juan Antonio García Delgado

 

Dolorosa de las Penas

Primera dolorosa para la cofradía sevillana de Santa Marta, realizada por Brú en 1953. El escultor le confirió una conmovedora expresividad y un estudiado realismo, logrando una regia plañidera que pulverizaba los modelos de costumbre entre los cofrades de Sevilla, que no tardaron en pedir su sustitución. Brú llevó a cabo otra pieza dentro de su personal estilo, aunque rebajando el patetismo de su expresión, redondeando los volúmenes y aplicando unas carnaciones nacaradas para hacerla más del gusto de los cofrades hispalenses. Sin embargo, el escultor tampoco les convenció, pasando esta segunda dolorosa -con la incorporación al misterio de la Virgen de las Penas de Sebastián Santos, totalmente adaptada a los gustos de la ciudad- a figurar en el grupo del Traslado al Sepulcro como María de Cleofás, personaje no incluido en principio dentro del proyecto de Brú.

 

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Fotografía de Juan Antonio García Delgado

 

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