CENTENARIO DE LUIS ORTEGA BRU
JESÚS DE LA PASIÓN

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

La vida del escultor e imaginero Luis Ortega Bru, como bien señala Agramunt Lacruz, no fue un camino de rosas, sino un calvario repleto de vicisitudes, tragedias familiares y dramas, a pesar de los cuales sobrevivió a la guerra, a las cárceles y a los campos de concentración franquistas. Consiguió labrarse un prestigio como artista y, sobre todo, logró el reconocimiento de sus paisanos, que le admiraban y le querían como ser humano porque en el fondo fue capaz de resistir las contingencias y la fealdad que le deparó la vida aferrándose a la belleza. Debajo de su sonrisa cordial y de su corrección se escondía un artista sensible y total perseguido por la desgracia de ver cómo su padre y su madre fueron fusilados en la guerra por su condición de republicanos y él mismo fue condenado y encerrado en prisión por haber auxiliado a la rebelión.

 

 
     
     
Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

Esta magistral representación de Jesús erguido y con la cruz a cuestas, caminando mientras Simón Cirineo le ayuda a sobrellevar su carga, presenta cierta austeridad en su estética procesional. Se trata de una malagueña y personalísima figura, con la que el escultor sanroqueño reverdece la llamada "terribilitá" miguelangelesca en un ejercicio neomanierista y neoexpresionista que da como resultado un simulacro colosal, de impostación titanesca y flagrantes resabios de inspiración castellana en las poéticas de Juan de Juni y Alonso Berruguete.

El Nazareno inclina su voluminosa cabeza para dirigir la abatida mirada al suelo. Cabellera y barba, largas y abundantes, se disponen en desordenados mechones. En el rostro se aprecian los inconfundibles grafismos del autor, como los penetrantes ojos policromados en la madera, la nariz larga y afilada o los abultados labios llagados. Los músculos del cuello aparecen sumamente tensionados por el esfuerzo, mientras las manos, huesudas y casi desolladas, se hallan abrazando el travesaño del madero que porta sobre su hombro izquierdo. De la lacerada frente manan varios regueros de sangre que se reparten por la cetrina policromía.

Completamente anatomizada y adaptada para ser vestida, la escultura, tallada en madera de pino con policromía al óleo, mide 178 cm de altura, desde la cabeza al talón. Debido a un burdo repinte efectuado por un aficionado, Bru la restauró en el año 1980, momento que aprovechó para aumentarle la zancada, elevarle la cabeza hacia la derecha y retocarle los ojos. En el año 1997 el profesor y escultor sevillano Juan Manuel Miñarro reforzó sus ensambles, saneó su estructura y labró nueva peana.

Esta obra sustituyó a una hechura cristífera del siglo XVIII, procedente del municipio jiennense de Beas de Segura, a la que el escultor e imaginero Francisco Palma Burgos adaptó en el año 1941 un candelero para poder efectuar estación de penitencia. En principio, Ortega Bru se iba a encargar solamente de su restauración, pero finalmente logró que fuera aceptada por los cofrades su propuesta de realizar una nueva imagen titular. Actualmente, la talla del setecientos se conserva en las dependencias de la cofradía.

Cuenta el historiador malagueño Sánchez López que la imagen fue iniciada por Bru en su taller de Madrid, y que la talla de la cabeza y las manos fue concluida en una estancia del escultor en Torremolinos. Todo ello en el año 1976. El proceso de ejecución fue análogo al del Cristo del Soberano Poder de la hermandad sevillana de San Gonzalo; si bien en la imagen de Málaga, Bru deforma los rasgos según las necesidades traumatológicas y proyecta el pelo y la barba al estilo del Cristo Flagelado de Manzanares (Ciudad Real).

El Cirineo que sostiene la parte trasera de la cruz iba a ser tallado también por Bru en sustitución del realizado por Antonio Castillo Lastrucci (1956) para la anterior imagen. Bru llegó a modelar el boceto, pero no tuvo tiempo, lamentablemente, para llevarlo a la madera. El actual Cirineo del escultor sevillano Darío Fernández (2010) toma como punto de partida dicho boceto de Bru.

El trono neobarroco sobre el que procesiona fue labrado en alpaca plateada por el orfebre Manuel Seco Velasco (1946). Entre 1990 y 1991 sufrió una importante intervención en el taller de Manuel de los Ríos, donde, además de restaurarlo, ampliaron su longitud y realizaron nuevas cartelas siguiendo el diseño de las originales.

Según el historiador y restaurador gaditano Sánchez Peña, el citado trono es copia del canasto o respiraderos del paso de palio de la Virgen de la Soledad, titular de la cofradía gaditana de la Vera-Cruz. Dicha copia se hizo sin contar con la autorización de la Vera-Cruz de Cádiz. Para realizar el diseño, Ramón Grosso, médico gaditano y mayordomo de esa Hermandad durante muchos años, se sirvió de unas sacras rocallas en plata de ley que se conservan en el tesoro de la Hermandad de la Santa Caridad (Templo de San Juan de Dios) de Cádiz.

 

 
     
     
Fotografías: Juan Antonio García Delgado

 

FUENTES: LUQUE TERUEL, Andrés. "Vanguardia inédita", volumen 2 de Luis Ortega Bru, nº 6 de Grandes Maestros Andaluces, Sevilla, Tartessos, 2011, pp. 370-372; AGRAMUNT LACRUZ, Francisco. Arte y represión en la guerra civil española: artistas en checas, cárceles y campos de concentración, Generalitat Valenciana, 2004, p. 566; IBÁÑEZ MARTÍNEZ, Pedro Miguel y Carlos Julián MARTÍNEZ SORIA. La imagen devocional barroca: en torno al arte religioso de Sisante, Universidad de Castilla-La Mancha, 2010, p. 185.

 

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Fotografía: Juan Antonio García Delgado

 

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