GEORGES BRAQUE. 50 ANIVERSARIO
LAS JOYAS

María Teresa Jiménez Priego


 

 

Las joyas son el último eslabón de la evolución de Georges Braque como artista. En ellas, como en el resto de sus obras, no imitó a ningún otro creador. El artista descubre el universo misterioso de las joyas en donde todo es orden y belleza, formas y colores asociados. Braque, que toda su vida había cantado a través de la pintura, fue seducido por las más raras virtudes de las piedras y de los metales.

No hay exageración en el título del artículo de Claude Saivy, "Cent bijoux de Breque font courir tout Paris", publicado en el Journal Suisse des Horlogers. Sin duda, a veces, las exposiciones de joyas de artistas -como en el caso de Braque en el año 1963, en París- son más espectaculares que las de pinturas o lienzos. Se conoce al artista, su estilo, sus temas preferidos y se es arrastrado por la curiosidad de ver cómo él ha adaptado sus creaciones a las joyas, a una nueva técnica de expresión.

Es bien conocida la historia de las joyas de Georges Braque. La idea -dice él- le vino al azar. Pensando que su obra Cabeza Griega podía ser el tema de un camafeo, colocó un día una pequeña fotografía sobre un cartón, que colocó a su vez alrededor de su dedo. Satisfecho de esta primera tentativa, decidió hacer un anillo para su esposa. Pero le fue preciso, para la realización de su proyecto, un colaborador que conociera muy bien el material y la técnica. Se dirigió al lapidario Heger de Lowenfeld quien se dedicó a traducir lo más fielmente posible los dibujos del pintor. Esto no se hizo sin dificultades, porque el artista no admitía las limitaciones de la herramienta, ya fuese el soplete o la ruedecilla o ruleta. Los oros no eran nunca bastante mates, las formas no se conformaban con las de su imaginación. Algunas joyas, a duras penas terminadas, fueron recusadas de inmediato. A pesar de todo, dos años después de las primeras experiencias, pudieron exponerse Cien Joyas.

Braque en las joyas repite sus temas preferidos: perfiles, pájaros o peces. Cada una lleva un título -generalmente el nombre de un dios o de un héroe de la mitología antigua- con lo que le da un sentido simbólico. Es decir, que estas joyas son ya algo más que meros adornos y, en su espíritu, permanecen próximas a la pintura. Las dos artes -pintura y ornamento- se emparentan igualmente por la utilización de los materiales y la composición. Se encuentran generalmente dos planos superpuestos y contrastantes: uno sirve de fondo y el otro está formado por el tema o motivo. Las piedras y el oro son, pues, tratados como colores y valores; permanecen como complementos del dibujo y no lo determinan.

Las joyas de Georges Braque, que son demasiado bellas, son pensadas en términos pictóricos -las formas, los planos, los tonos- más que en términos de pura joyería, lo que no le quita nada ni a su encanto ni a su originalidad, pero ha llevado a ciertos críticos a admirar más el talento del maestro que el objeto en sí. Se puede pensar que un joyero habría dicho: "la piedra preciosa es Braque".

 

 

FUENTES: JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa. "La Edad de Oro o la última aventura de Braque",
publicado en Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII, Historia del Arte, nº 12, Madrid, UNED, 1999, pp. 411-413.

 

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