ALONSO BERRUGUETE (V)
SALOMÉ CON LA CABEZA DEL BAUTISTA

Con información de Jesús Mazariegos y Jesús Abades


 

 
 

 

Por los datos de la biografía de Alonso Berruguete se aprecia que su formación fue muy completa, pues pasó más de diez años en Italia, en estrecha conexión con los círculos toscanos que daban forma a las tendencias del manierismo en pintura. De temperamento enérgico y amigo de la expresividad, desarrollada en sus obras posteriores, Berruguete participó activamente en la vanguardia del arte italiano y prolongó posteriormente esta línea en los ambientes castellanos, que, en los años del tercer decenio del siglo XVI, andaban buscando caminos que permitieran establecer una conexión entre el espíritu renacentista, que progresivamente se consolidaba, y el permanente sentido religioso que, como apuntaban los textos de Azcárate del primer capítulo, impregnaba la creatividad artística en la España del XVI.

Las características de Alonso Berruguete, tanto en sus obras escultóricas como pictóricas, son muy personales: gestos acentuados, actitudes inestables, líneas oscilantes, volúmenes alargados... Todo ello sometido a una primordial necesidad de dar cuerpo a una acendrada espiritualidad.

Respecto a las obras pictóricas realizadas durante su etapa en Italia, muchas de ellas han sido atribuidas al artista de Paredes de Nava por el historiador del Arte italiano Roberto Longhi (1890-1970). Es el caso de una Sacra Conversación conservada en la Galería Borghese de Roma, la Salomé con la Cabeza del Bautista de la florentina Galería de los Uffizi, una Virgen con el Niño y San Juanito de forma circular que también se custodia en Florencia, concretamente en el Palazzo Vecchio dentro de los fondos de la Colección Loeser, y un Retrato de Hombre, actualmente en Budapest.

Algunas de estas atribuciones no dejan de ser excesivamente arriesgadas, teniendo en cuenta la escasa semejanza de estas obras con lo conocido de Berruguete en España, caso de los cuatro cuadros del analizado retablo de San Benito; los otros cuatro del retablo de los irlandeses en Salamanca; las dos pinturas de mayor tamaño del retablo de la Visitación del museo toledano de Santa Cruz (hacia 1546), procedente del Convento de Santa Úrsula, o el Calvario del Museo de Escultura de Valladolid.

Centrándonos en Salomé con la Cabeza del Bautista, óleo sobre tabla (87,5 x 71 cm) fechable entre 1512 y 1517, se trata de una de las atribuciones italianas más sólidas. La obra fue inventariada en 1792 como Herodías con la Cabeza Cortada del Precursor y atribuida por entonces al pintor Federico Barocci, introductor del barroco en Italia. En 1912 apareció erróneamente publicada como un simulacro de Judith y Holofernes, cayendo posteriormente en el olvido de crítica y público hasta que Longhi la rescató para la muestra Fontainebleau e la Maniera Italiana, celebrada en Nápoles en 1952. Fue entonces cuando realizó su atribución a Berruguete, posteriormente confirmada por el resto de expertos. La popularidad que adquirió desde entonces el cuadro se confirmó con su participación en Mostra del Pontormo e del Primo Manierismo Fiorentino (1956), otra magna exposición que en esta ocasión tuvo lugar en Florencia.

La escena muestra a Salomé sentada frente a una pared oscura, abierta ésta a su derecha para ofrecernos un paisaje de reminiscencias nórdicas. Salomé apoya el codo derecho sobre un libro y entre sus manos sostiene la bandeja con la testa decapitada del santo. Las formas son largas y sinuosas, típicas del autor, especialmente en la cabeza femenina gracias al detalle del transparente velo movido por el viento. Frente al hermetismo de Salomé, que evita mirar su tan ansiado trofeo en lo que parece una señal de arrepentimiento, la expresividad se carga sobre todo en la cabeza del Bautista, cuya representación recuerda, como bien han señalado los expertos italianos, a los simulacros de Goliat.

La tabla fue restaurada en 2005 por Lisa Venerosi Pesciolini, bajo la dirección de Antonio Natali, y en 2006 por Mario Celesia. Ambas intervenciones, especialmente la de la restauradora, revelaron que había sido muy restaurada anteriormente, aunque solamente por razones de conservación. Pese a ello, los trabajos resultaron especialmente complicados para devolver a la obra su apariencia original.

 

FUENTES: MAZARIEGOS PAJARES, Jesús. "Alonso Berruguete, pintor", en Publicaciones
de la Institución Tello Téllez de Meneses
, nº 42, Palencia, 1979, pp. 27-131; A.A.V.V.
"La estética renacentista en España", en El Renacimiento y el Manierismo, Barcelona, 1996, pp. 148-149.

 

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