CENTENARIO DE RAFAEL BARBERO
CRISTO DE LA VERA CRUZ (ESCACENA DEL CAMPO)

Manuel Jesús Carrasco Terriza y Jesús Abades


 

 

Según información verbal de don Juan Garrido Escobar, la imagen fue encargada por él al artista, a quien le unían relaciones amistosas desde la época en la que Rafael Barbero Medina era profesor en las Escuelas Profesionales Salesianas de La Trinidad, de Sevilla. Era ilusión de Barbero realizar una imagen de Cristo Crucificado, por lo que Juan Garrido le animó a llevarla a cabo para su pueblo natal, Escacena del Campo (Huelva), con el fin de reorganizar la extinguida Cofradía de la Vera Cruz.

Se le fue pagando a Barbero, de limosnas, hasta la cantidad de 15.000 pesetas. Al convocarse en Sevilla una exposición conmemorativa del Centenario de Martínez Montañés, en 1948, Barbero presentó el Cristo, por el que obtuvo el primer premio. Y, a pesar de que le ofrecieron por él 30.000 pesetas, la imagen llegó a Escacena del Campo, una vez terminada la exposición. Posteriormente, en 1958, Barbero donó a la Hermandad la imagen de la Virgen de la Amargura. El Cristo fue restaurado por el mismo artista, en 1984. En 2006 tuvo lugar su última restauración, a cargo del escultor sevillano Luis Álvarez Duarte.

El Crucificado toma el modelo iconográfico de la escuela sevillana del Seiscientos. Es un Cristo muerto con una estremecedora mueca de dolor en su rostro, que pende de un madero de corte arbóreo, adornado con vetas doradas, por tres clavos. La tensión de los brazos, el cuidado trabajo de anatomía y el amplio perizoma, sujeto con una cuerda y formando una gran moña en el costado derecho y complicados pliegues en su parte central, remiten a las características de los simulacros montañesinos y mesinos.

A diferencia de otras creaciones suyas sobre el tema, caso de otro Cristo de la Vera Cruz para Brenes (Sevilla) o el ya estudiado Cristo de la Buena Muerte del municipio sevillano de Morón de la Frontera, todos ellos con el mesino Cristo de los Estudiantes como principal referente; en este caso, Barbero agudiza el patetismo del Crucificado, especialmente en el desencajado rictus y la cadavérica policromía, parca sin embargo en heridas, y esquematiza los volúmenes del cabello y la barba, dando así también cierta sobriedad a la talla.

 

 

Fotografías de http://pasiondeescacena.blogspot.com.es

 

FUENTES

CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús. La Escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Huelva, 2000, p. 295.

 

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