GUILLENA

Sergio Cabaco y Jesús Abades. Con información de José Roda Peña, Juan Manuel Miñarro,
Carmen Montesinos, José Colón Márquez Vela, Roberto Elías Hernández y Antonio González D'herve


 

 

Retornamos a Sevilla para comentar la interesante escultura sacra del municipio de Guillena, concentrada en su mayoría en la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, templo gótico-mudéjar del siglo XV, aunque algunos sitúan su construcción en la centuria anterior, cuyo exterior fue muy reformado en el siglo XVIII.

Muy notables son las piezas de iconografía mariana que alberga, aunque también existen tallas cristíferas y hagiográficas de mérito. En su interior, encontramos retablos de los siglos XVII y XVIII, con tallas vinculables a artistas como Jerónimo Hernández, Juan Martínez Montañés, Cristóbal Ramos o Juan de Astorga.

 

 

 

Retablo Mayor

Obra de estilo barroco, en madera tallada y dorada, fechable entre los años 1725 y 1728. Juan Antonio Silva Fernández lo atribuye al escultor y retablista herrereño Felipe Fernández del Castillo. Posee las siguientes esculturas: en su camarín central, la Virgen de la Granada, Patrona de Guillena y coronada canónicamente en 2007, pieza que describiremos a continuación; en las calles laterales, San Blas, Santa Rita, San Francisco de Paula y San Sebastián, Patrón de Guillena; rematando todo el conjunto, un altorrelieve de la Imposición de la Casulla a San Ildefonso. Todas las figuras son, probablemente, coetáneas al retablo, a excepción de la de San Sebastián, que es de mayor tamaño y seguramente seriada; según inscripción que reza en la zona inferior de la peana, el escultor e imaginero alcalareño Manuel Pineda Calderón rehizo esta imagen en 1949: restauró el cuerpo y sustituyó la cabeza por una de nueva factura.

Nuestra Señora de la Granada

Cuando se entronizó el actual retablo mayor, esta imagen de candelero para vestir (145 cm) reemplazó a la talla de la Virgen del Rosario, obra de Jerónimo Hernández (1578) que comentaremos posteriormente. Según José Roda Peña, la nueva efigie, que respondía al gusto tardobarroco del momento, posee un rostro de indiscutible hermosura, cabeza enmarcada por abundante cabellera corta, orejas modeladas con pericia naturalista, entornados ojos de cristal, cejas finas y arqueadas, tímida sonrisa, y señalado hoyuelo en la barbilla, recurso plástico típicamente dieciochesco. Juan Antonio Silva Fernández la fecha entre los años 1785 y 1824. El cuello se presenta diestramente anatomizado, propiciando el giro del bloque craneal hacia la izquierda, a fin de favorecer el mudo diálogo que se entabla entre Madre e Hijo. La Virgen, en su mano derecha, porta la granada, fruto que simboliza la maternidad de María sobre la propia Iglesia. La clara encarnadura no es la primitiva. Fue restaurada en el año 1970 por el escultor Francisco Buiza, quien le incorporó nuevo torso, brazos articulados y candelero. La última intervención corrió a cargo de Juan Manuel Miñarro, discípulo de Buiza, quien adelantó la ejecución de la cabeza de la Virgen al siglo XVII.

 

 

 

Inmaculada Concepción

Excelente pieza del círculo montañesino que guarda evidentes paralelismos (frontalidad, velada sonrisa, modelado de la anatomía de la cabeza, cuello y manos, etcétera) con la Virgen de la Encarnación de la iglesia sevillana de Nuestra Señora de la Consolación (Los Terceros), obra recientemente restaurada por el escultor e imaginero Juan Manuel Miñarro, quien la atribuyó al cordobés Juan de Mesa y Velasco, el más sobresaliente de todos los discípulos de Juan Martínez Montañés, creador de otras imágenes marianas de gloria como la Inmaculada Carmelita del convento de San José del Carmen (Las Teresas) o la Virgen de las Cuevas del Museo de Bellas Artes, ambas también en la capital hispalense. Fechable en el primer cuarto del siglo XVII, se halla entronizada en un retablo de la misma época que posee también notable mérito, compuesto por tres calles, banco y remate, y decorado con pinturas, cartelas y otros ornamentos propios del momento. Según aparece en varias publicaciones y catálogos fotográficos, ha sido venerada como Virgen Dolorosa y con la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza.

Cristo Crucificado

Llamado también Cristo del Cementerio por recibir culto durante un tiempo en el camposanto de Guillena, es una interesante imagen de tamaño inferior del natural que podemos fechar en torno a 1600. Posee la cabeza profundamente desplomada hacia el lado derecho y se halla fijado al madero, de imitación arbórea, por tres clavos. De marcado contrapposto y brazos tirantes y paralelos al travesaño, su composición remite a los modelos sevillanos del periodo, aún inmersos en el arte del bajo renacimiento hasta la llegada, en años posteriores, de los maestros del primer barroco. La policromía no parece ser la original. Presenta importantes fendas, así como desajustes en sus ensambles por el paso del tiempo, que hacen aconsejable su restauración.

 

 

 

Nuestra Señora de la Candelaria

Bellísima talla, procedente de una desaparecida ermita. Su mascarilla recuerda la que hoy en día presenta la Virgen de las Flores, Patrona del municipio onubense de Encinasola, confeccionada, según Juan Manuel Miñarro, por el escultor archidonés Juan de Astorga tras los destrozos sufridos en 1810. Sin embargo, ni el Niño, de inferior calidad, ni el modelado de las manos de la Señora, más arcaico, parece corresponderse con el aspecto actual del sonrosado rostro, de ahí que no descartemos que el mismo sea fruto de una remodelación posterior. Algunos historiadores la catalogan como obra anónima de finales del XVIII, fecha en la que debemos situar su neoclásico retablo. Procesiona cada Domingo de Resurrección junto a la imagen del Niño Perdido.

Nuestra Señora del Carmen

Candorosa obra de vestir, fechada en 1796 (año también del retablo neoclásico en el que recibe culto), que se ha situado en el círculo artístico del escultor e imaginero sevillano Cristóbal Ramos. Según la tesis realizada por la historiadora Carmen Montesinos Montesinos, existe similitud en las características faciales de María, aunque en esta obra se aprecia una mayor idealización, fruto de la estética neoclásica del periodo; sin embargo, en la figura del Niño Jesús que sostiene sobre su brazo derecho, en postura inversa a la habitual, se advierten unos caracteres más barrocos, especialmente en su leonina cabellera que recuerda a artistas anteriores.

 

 

 

Nuestra Señora del Rosario

Gracias al historiador Celestino López Martínez conocemos la existencia de un contrato entre Baltasar de los Reyes, Mayordomo Mayor de las Fábricas Parroquiales de la antigua Archidiócesis de Sevilla, y Jerónimo Hernández, escultor abulense afincado en Sevilla, verificado el 17 de abril de 1578. En sus clausulas, se concreta que esta efigie habría de tener al Niño Jesús en sus brazos, ambos de tamaño natural y de bulto redondo, ahuecada en su interior y ejecutada en pino de segura. La escultura no fue policromada y estofada hasta 1616 por el pintor Juan de Salcedo, según escritura dada a conocer por Miguel de Bago y Quintanilla. En opinión del historiador sevillano José Roda Peña, resume la estética romanista de su autor, de raíz miguelangelesca, materializada en unas formas rotundas que, en el desnudo infantil, adquieren una hercúlea corpulencia. La sublime belleza del rostro mariano posee un empaque clásico, como también lo es su actitud en contrapposto. Resulta muy original, por infrecuente, el hecho de sostener en la cadera derecha al Niño (lo usual es hacerlo en el costado contrario), que porta en su mano izquierda una granada, simbólico fruto que da título a la imagen. El estofado que presenta actualmente su indumentaria es del escultor e imaginero sevillano José Rivera (1948); conservándose, en cambio, su encarnadura original. Ha sido restaurada por Enrique Gutiérrez Carrasquilla (2009). Fue patrona de Guillena desde el siglo XVI hasta principios del XIX, cuando, por haber decaído su devoción, recibió tal rango la Virgen de la Granada.

Virgen con el Niño

Simulacro de talla completa y pequeño formato que, por sus características, lo podemos poner en contacto con el arte del círculo roldanesco del Setecientos, representado por figuras como Pedro Roldán el Mozo, Jerónimo Roldán, Diego Roldán o Benito de Hita y Castillo, discípulo este último de Pedro Duque Cornejo y Roldán, ambos artistas dotados de mayor personalidad propia. Tanto los rasgos de los rostros de la Virgen y el Niño (de gracioso escorzo y mirada muy elevada a las alturas), como los apelotonados angelitos situados en el escabel de nubes atravesado por la media luna con las puntas hacia abajo, pasando por la elegancia del contrapposto o el inconfundible movimiento del manto (imitando el de la Inmaculada Concepción del maestro Pedro Roldán conservada en la Catedral de Sevilla), que cae en diagonal hacia la derecha y se recoge en el brazo izquierdo, cruzando en forma de arco la delantera de la imagen, nos llevan a afirmar dicha relación.

 

 

 

Cristo de la Vera Cruz

Resulta muy improbable que haya sido tallado en el siglo XIX, y menos que se trate de una obra moderna de la primera mitad del siglo XX, según dos aventuradas teorías que circulan sobre este Crucificado muerto en la cruz, titular de la cofradía de penitencia que lleva su nombre, fundada a mediados del XVI en la Ermita de San Nicolás. Su hermano mayor nos informa que se trata de una pieza de tamaño natural, realizada en torno a los años 1675 y 1728, cuya primitiva policromía se halla oculta bajo un desafortunado repinte. Habrá que esperar a la tan ansiada restauración que permita recuperar todo el esplendor original de la talla para asegurar lo anterior. Labrado en madera de cedro, posee los brazos articulados para realizar la Ceremonia del Descendimiento, en la que era desclavado del madero y dispuesto en una urna para procesionar como Cristo Yacente.

Nuestra Señora de los Dolores

Con motivo de una restauración efectuada en el año 1984 por el escultor e imaginero sevillano Francisco Berlanga de Ávila, se descubrió en el busto la firma de Juan García de Santiago, identificándose a partir de entonces con un ensamblador del mismo nombre que colaboró con dos de los más destacados miembros de la saga de los roldanes: Luisa Roldán y Pedro Duque Cornejo y Roldán, sobrino de La Roldana. Es por ello que esta Dolorosa de candelero, titular mariana de la Cofradía de la Vera Cruz, haya venido atribuyéndose al quehacer de ambos artistas, opinión que no compartimos. Según el hermano mayor de la corporación, consta la existencia de la talla, venerada antaño como Nuestra Señora de la Soledad, en un inventario de 1728. Antes de ser reparada por Francisco Berlanga, fue intervenida en el año 1955 por el artista alcalareño Manuel Pineda Calderón, quien debió realizar una intervención importante vista la mitad superior de la mascarilla y el juego de manos que actualmente presenta la Señora, cuya ejecución se le atribuye.

 

 

 

San Juan Evangelista

Escultura de vestir perteneciente a la Hermandad de la Vera Cruz, realizada en el año 1955 por Pineda Calderón, imaginero que también restauró el mismo año los dos titulares de su cofradía. Es de madera de cedro y presenta los caracteres comunes en este tipo de obras del prolífico artista alcalareño: rostro apenado e imberbe, actitud de señalar a María con la mano izquierda el lugar donde se encuentra Jesús, carnaciones tostadas, y cabellera de espesas ondas y abultado mechón en la frente al estilo montañesino. Junto con el Crucificado y la Virgen de los Dolores, forma un Calvario en el retablo neoclásico de la nave del Evangelio donde reciben culto.

Retablo de San José con el Niño

De rica ornamentación vegetal, en el frente de su mesa reza la siguiente inscripción: "Este retablo se hizo a devoción y celo del Sr. Bartolomé García y otros devotos. Se empezó el año de 1764 y se acabó el de 1769". En la calle central aparece la figura del titular San José, obra de finales del siglo XVI muy repintada. Mide 172 cm de altura. Para algunos investigadores, se trata de un simulacro de San Joaquín, y el Niño que lo acompaña, popularmente conocido en la villa como Niño Perdido, una efigie de la Virgen Niña. Éste último es de fecha de ejecución posterior, probablemente contemporáneo del retablo, y se halla también muy restaurado. Flanquean la hornacina central las esculturas de San Francisco de Paula y San Antonio de Padua, también coetáneas al retablo. En el remate central, una pintura de los Desposorios de la Virgen y otra de San Bartolomé Apóstol. En los remates de las calles laterales, pinturas de San Gregorio Magno y San Luis Rey de Francia. Todo el conjunto ha sido recientemente restaurado por Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Benjamín Domínguez Gómez.

 

 

 

FUENTES: MÁRQUEZ VELA, José Colón. "Altar de San José", publicado en Boletín 2009 de la Real, Ilustre, Primitiva y Fervorosa Hermandad de Nuestra Señora de la Granada Coronada y San Sebastián de Guillena, Guillena (Sevilla), p. 63; MORALES, Alfredo; SANZ, María Jesús; SERRERA, Juan Miguel y Enrique VALDIVIESO, Guía Artística de Sevilla y su Provincia, volumen II, Sevilla, 2004, pp. 392-393; MONTESINOS MONTESINOS, Carmen. El Escultor Sevillano D. Cristóbal Ramos (1725-1799), Sevilla, p. 52; SILVA FERNÁNDEZ, Juan Antonio. "Mobiliario litúrgico del siglo XVIII en la iglesia parroquial de Guillena", publicado en Laboratorio de Arte, nº 23, 2011, pp. 298 y 302-304.

 

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