MONAS DE PASCUA

Jesús Abades


 

 

Es una lástima que entre el gremio de informadores de la Semana Santa de Sevilla, formado en su mayoría por queridos profesionales y gente de probada solvencia, anden pululando ciertos advenedizos incordiantes que gustan de autoproclamarse como portavoces intransferibles del evento. La verdad es que no se merece la ciudad andaluza que hace de las cofradías un modus vivendi, con una influencia tal que hasta inciden en su mundillo cultural y vivencial, a presuntos divulgadores que disfrazan de amor al arte lo que únicamente es un rehinchamiento de su quebrado ego.

Tales personajes suelen operar en la red, siendo su espacio famoso por la falacia, el chismorreo de portera y el engorde sin ton ni son de contenidos con el afán de lograr un utópico monopolio informativo, aunque dicho engorde se haga plagiando portales ajenos, publicando artículos expresamente escritos para los mismos ninguneando su procedencia (a pesar de la condición impuesta por el autor) o diseccionando páginas con fijación enfermiza para rapiñear todo lo que creen perteneciente a "su feudo" y así hacerlo suyo.

Como suele ocurrir (lamentablemente) en estos casos, se manifiesta una carencia total de compañerismo, no advirtiéndose que, si desde el principio se hubieran vestido por los pies, tendrían ahora todo lo que necesitaran. Quizás sea por ello que su cubil, muy alejado del periodismo y más aún de la información didáctica y rigurosa de las artes cofrades, prefiera empanarse de un amarillismo amarronado que, más que ensalzar a las cofradías, desvirtúa su sentido y fomenta una inquina que no beneficia a nadie. Mientras, otros espacios capillitas de reciente creación en internet, formados por tropa mucho más preparada y coherente, no hacen más que evidenciar lo evidente.

Sin embargo, lo más triste de este asunto no es el fascistoide pontifical que practican, ni siquiera el hecho de intentar salpicar manchitas en camisa ajena mientras se tapan los lamparones de la suya propia, sino el colgar el marchamo de "competencia" a otros medios que nada tienen que ver con sus objetivos, que no compiten con nadie y que, si lo hicieran, se buscarían otros rivales de mayor enjundia. Claro que todos siempre preferiremos que nos tilden de "competidores" a recibir frecuentes acusaciones de oportunismo, falsedad, manipulación, ignorancia, y befa y mofa de todo aquello que no lleve su propio nombre. Y que cada palo aguante su vela.

Quién sabe. Quizás en una próxima reencarnación, en vez de un logotipo o de un lema que rezuma ombliguismo, incluyan en letras de alpaca una leyenda del tipo "No a la envidia cochina" o "Yo también soy embustero", y así, de camino, ponen su primera piedra en el cada vez más resentido muro de la honestidad.

 

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