PEDAGOGÍAS PARA LA COLECTIVIDAD

Antonio Fernández Paradas (30/09/2018)


 

 
 
Foto: Juan Antonio García Delgado

 

La Semana Santa es ese "gran teatro" público que cada año, siendo igual, es siempre diferente. Conmemora los misterios, dolorosos, gozosos y luminosos de un personaje que vino a cambiar la historia del mundo y sobre el que se construyeron los cimientos en los que ha descansando la civilización occidental en los últimos 2017 años. Nacida de las experiencias vivenciales del protagonista, a lo largo de estos dos milenios los pueblos han sumado su propio acervo cultural y su sustrato emocional en la configuración, desarrollo y expansión mundial de la Semana Santa. Lo "glocal" ha sabido abrirse camino entre las redes sociales, el mundo digital y lo 2.0 para sumar su granito de arena a la internalización de un fenómeno que ha sabido, como pocos, cohesionar a multitud de sociedades bajo la misma bandera. La naturaleza divina del protagonista y los múltiples intentos, pasados y actuales, de la Iglesia por fomentar el concepto, la "idea", sobre la "forma", han chocado de frente con las gentes, que no vieron en el hijo de Dios un ente suprasensible incorpóreo, sino un ser humano, cuyas carnes de madera, piedra o bronce, eran, y tenían que ser, como las de cualquier mortal condenado a morir.

En estas múltiples relaciones emocionales, espirituales y carnales con el hijo de la divinidad, el pueblo ha creado estrechos lazos de cotidianeidad y familiaridad que no siempre han sido entendidos por el Gobierno Oficial, y que han hecho del ídolo escultórico no sólo un miembro más de las comunidad, sino el tótem sobre el que descansa la armonía, los destinos y los designios de sociedades enteras. Y lo que es más importante, este dios humano entró a formar parte de los núcleos familiares, sociales y comunales. La pertenencia del nacido en Belén a los mismos, no sólo le ha asegurado su perpetua protección, sino que le ha asegurado una supervivencia inaudita a lo largo de los tiempos.

La Semana Santa, más allá de la conmemoración de la pasión y muerte del mal llamado "Nazareno", es un acto en el que la comunidad, la familia, pone de manifiesto la presencia corporal diaria de Cristo entre nosotros. Por eso lo vestimos, lo cambiamos, lo arreglamos y lo ponemos guapo. Es lo que hacen las madres con sus hijos, y lo que éstos hacen con los suyos. En toda esta amalgama que mezcla una fe oficial con otra más social, con miles de años de tradición a sus espaldas, llantos y lágrimas, rodillas destrozadas, suelos lustrados por el paso de las gentes, hombros enrojecidos e hinchados, criaturas enfadadas porque él, "su vecino", "su Cristo", no le he hizo caso... la Semana Santa se convierte en punto de inflexión donde no sólo convergen todas estas cosas y mil emociones más, sino en el momento en que, en un espacio geográfico y un tiempo histórico concreto, explotan 2.000 años de la humanidad de un ser inanimado que se convierte, en cultura, patrimonio y educación.

A lo largo de los siglos, la Semana Santa ha sido cuidadosamente instrumentalizada por los poderes políticos y religiosos con el fin de adoctrinar a las masas, de educarla por la vía correcta. Curiosamente, aunque de ellos fue la lauda que afirma que "la fe mueve montañas", han subestimado la capacidad que tienen las emociones en las personas, y como éstas traen halos de libertad. La Semana Santa, en su gran capacidad de unificar emociones, ha hecho del arte, el patrimonio y la cultura un medio por el que una colectividad se expresa emocionalmente, cumpliendo así una de las premisas intrínsecas de la obra de arte. Pero también, gracias al complicado engranaje idiosincrático, cultural, patrimonial y emotivo que supone la Semana Santa, seamos conscientes o no, estamos creando sociedades más cultas y educadas. En definitiva, las semanas santas son pedagogías para la colectividad.

Es curioso contraponer las diferentes versiones sobre el mismo fenómeno sociológico. Hace algunos años, una afamada presentadora de Televisión Española vino a hacer un comentario despectivo a Antonio Banderas por su estrecha vinculación con la Semana Santa malagueña. La historia es cuanto menos interesante, ya que hacer la crítica desde Madrid, sin conocer la realidad y la idiosincrasia del fenómeno cultural, de la fiesta, desde dentro, dicta mucho de cualquier atisbo de profesionalidad. Hablar desde Madrid supone hablar desde las altas esferas de la cultura, donde no sólo hay un imperfecto triángulo del arte, con más museos de los que se cuentan, sino miles de teatros, centros culturales, bibliotecas, archivos, cines y muchos espacios más, donde personas de todas las edades, cultura, clases sociales, etcétera, tienen "cultura" en cualquiera de sus imaginables formas y al alcance de su mano. Por el contrario, váyanse al cualquier pueblo pequeño o mediado de Andalucía, donde el cine más cercano está a 60 kilómetros de distancia, como mínimo, o donde los museos y los teatros brillan por su ausencia. Es aquí donde la Semana Santa comienza a cobrar sentido. Casi con total seguridad, la única muestra de "cultura", que haya en la localidad, pase por la cofradía o cofradías que haya en la misma; y si somos privilegiados, por la banda de música local, normalmente vinculada la cofradía. La cosmovisión del mundo, las relaciones sociales y culturales de los individuos, pasaron por formar parte de la cofradía y de la banda de música. Lo que en Madrid hacen los teatros y los museos, aquí lo hace la Hermandad y la banda. Es normal que en estos pequeños pueblos haya un altísimo grado de alfabetización musical, ya que muchos de los niños locales crecen con un instrumento musical bajo el brazo.

Bajo esta óptica, la Semana Santa es un excepcional vehículo para la enfatización cultural, ya que bajo sus múltiples acepciones y máscaras, ayuda a crear una sociedad más culta y educada. En el siglo XXI, la Semana Santa es un hecho cultural de primera magnitud que no sólo adoctrina en los valores religiosos, sino que desarrolla, de una manera envidiable, la educación artística, patrimonial, histórica, geográfica, musical, etcétera, amén de fomentar el sentimiento de pertenencia la comunidad, cohesionando a la población y desarrollando la cultura andaluza; cuestión que, si recordamos, ya se encuentra recogida en el currículo de Ciencias Sociales de la Educación Primaria de la Comunidad y brilla por su casi total ausencia en las escuelas. Esta gran Semana Santa es un producto cultural, mass mediático, que se consume durante todo el año. Es un fenómeno cultural de masas en el que ha tenido mucho que ver la inaudita capacidad de organizarse en multitudes inteligentes de los cofrades y el personal afín a la causa. Internet, las redes sociales, la cultura 2.0, el rompimiento de las cadenas de los 10 famosos minutos de YouTube... todo ello ha hecho de la Semana Santa un fenómeno local altamente globalizado. Cofrades y simpatizantes de todo el mundo consumen al Cristo de las Tres Caídas de Triana entrando en la Campana con la marcha La Pasión. La realización y presentación de cualquier nueva imagen trae consigo una oleada de comentarios en las redes sociales, cuyo alcance es difícil de calibrar, comenzando lo que vinimos a llamar "el Ciclo Vital 2.0 de la imaginería procesional".

Llegados a este punto cabría preguntarse si las más de 400 páginas del libro Didáctica de la Semana Santa, Pedagogías para la colectividad, eran necesarias o no. Al elenco de autoridades académicas que lo han escrito parece no caberles la menor duda al respecto, a nosotros por nuestra parte tampoco. Este libro nace desde la Academia, no desde la cofradía del pueblo, la banda o el ayuntamiento oportunista. Y eso, pensamos, que es de vital importancia, ya que no viene de los intereses de un determinado colectivo o editorial, sino desde la intelectualidad académica que ve en dicha publicación la necesidad de que la principal manifestación cultural española, Bien de Interés Cultural, sea explicada y comprendida debidamente, y que la misma pueda ser usada como vehículo para enseñar y aprender otras disciplinas, como el Arte, la Geografía, la Sociología, la Historia, la política... Este es el objetivo básico de este libro, evidenciar desde la Universidad un fenómeno religioso y social, que es historia viva, arte, patrimonio y mentalidad de una época. La reciente protección del fenómeno por la autoridad estatal, y la búsqueda de su reconocimiento como patrimonio inmaterial de la humanidad, son un una muestra más de su hondo calado social. Ante esta situación, se hace necesario que quienes trabajamos en la universidad seamos conscientes del mismo, y que ejerzamos nuestro papel como educadores, mediadores culturales y como críticos, que también la Semana Santa y la imaginería procesional lo necesitan.

Es nuestro deseo que este libro sea un pequeña aportación para que la Semana Santa y todos los fenómenos sociales, artísticos y culturales que la rodean, sean aún más grandes si cabe. No se puede proteger lo que se desconoce, pero nos parece mucho más complicado proteger aquello que no se comprende. Aunque la Semana Santa goza de un excepcional estado de salud, su propia naturaleza eclesial-religiosa la pone en el punto de mira de todos aquellos que no miran con los ojos de la razón. El auge de los populismos, la incultura y la falta de formación en Historia del Arte, iconografía, escultura, patrimonio e identidades sociales, nos acerca a cometer de nuevo varios de los mayores atentados de la historia contra el arte y el patrimonio.

Que este libro sirva para que maestros, profesores y educadores, de ámbito formal, no formal e informal, tengan entre sus manos una herramienta con la que luchar contra la ceguera artística y los fanatismos. Nuestro momento fue el de darle vida a estas páginas. El vuestro, empieza ahora. Cada santo, cristo, virgen, manto, palio, trono y partitura musical que consigamos preservar de cara al día de mañana habrá merecido las horas dedicadas a estas páginas. A todos los que salvaréis nuestro patrimonio, gracias.

 

 
 
Esta magna obra, nacida del esfuerzo de un nutrido y reconocido grupo de intelectuales, desarrolla su articulado en 16 capítulos repartidos en cuatro grandes bloques interconectados, cuya lectura encadena diversas cuestiones. En el primero, "La liturgia de la pasión, cosmovisiones culturales necesarias", a modo de introducción, se enmarca al lector en la necesaria compresión del fenómeno dentro de la teología cristiana, exponiendo su periodización, características y fenomenología litúrgica. En el segundo, "La Semana Santa, valores educativos de una tradición", se analiza la Semana Santa en el contexto de la educación infantil, primaria, secundaria y el bachillerato. En el tercero, "La Semana Santa en los contextos educativos universitarios y especializados", a modo de continuación del anterior, se analizan las posibilidades educativas de la Semana Santa y fenómenos afines, como la imaginería o los pasos procesionales en el contexto de la Universidad, y cómo esta manifestación cultural puede ser utilizada como medio para educar en los grados de Historia o Economía. La obra se cierra con "La Semana Santa, patrimonios educativos para la compresión del entorno social y la construcción de las identidades locales", donde se da buena cuenta de los valores patrimoniales de la fiesta y la importancia de estos para la comprensión "real" de entorno social. No en vano, el Libro Blanco de la Historia del Arte ya puso de manifiesto la importancia de la aplicación de la Historia del Arte a la compresión del medio en el que viven las personas. Si tomamos como ejemplo Andalucía, la Semana Santa viene a marcar los tientos de la población, que en un buen número tiene un calendario litúrgico cofrade, paralelo al calendario laboral oficial.

 

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