GRIPITIS A

Alejandro Cerezo


 

 

No tiene freno. Esa pandemia, llamada hipocondría, se va adueñando del mundo occidental, tan acostumbrado a jugar a ser dioses, siempre mostrando la seguridad propia de aquél que tiene tantas manchas, que entre tanto color resulta el blanco. Blanco sucio.

La gripe A, que ha osado devaluar nuestra gripe de toda la vida a lo que seguramente deba entenderse como gripe de "serie B", se extiende por los periódicos y los corrillos, más que por los cuerpos, que por si acaso, cubren sus vías respiratorias con mascarillas y se apartan espasmódicamente ante cualquier estornudo inocente.

Este abanico de genialidades excéntricas no pasaría de ser anecdótico si no fuese porque distintas entidades, con indiscutible poder sobre el pueblo, han optado por recomendar éstas u otras curiosas medidas preventivas ante la amenaza apocalíptica de una gripe que se nos escapa de las manos.

Desde determinados altares andaluces se ha recomendado alegría moderada (parafraseando al “Yuyu”) a la hora de manifestar nuestras devociones: cuidado con besar las manos de la Virgen o el talón del Nazareno, cuidado con el agua bendita al entrar, cuidado en la Misa con el gesto de la paz...

Los capillitas y las beatas están que trinan, aunque no hay mal que por bien no venga si, por ello, se eximen de darle la paz al tendero de la esquina que tan mal les cae. Por no hablar de alguna que otra hermandad, que ve el cielo abierto para prohibir los besamanos y besapiés de sus titulares, dentro de la oleada de museitis que sufren las imágenes de culto por parte de las corporaciones dueñas de ellas. Y eso sí que es pandemia.

Sin embargo, curioso es que no se haya recomendado distribuir la Sagrada Comunión en la mano o prohibir las colectas, con la de microbios que traen los billetes.

Ante el percal sólo cabe decidirse: cómprate una escafandra y aléjate del mundo que has colaborado a construir (o destruir); cruza la carretera con el muñequito en rojo; cuélate en la cola del mercado; fuma y bebe a mansalva; conduce a lo loco; maldice a tus vecinos; difama a todo el mundo; evangeliza para los demás y no para ti; duerme con el móvil encendido en tu cama... Nada de eso es contagioso para la gripe A.

O bien, vive: vive comiéndote a besos a tu niñ@ cuando le cambies los pañales; visitando a los mayores en la residencia; abrazando a quien te alegres de ver; estornudando sin sonrojarte cuando el sol de septiembre te haga cosquillas en la nariz; sintiendo el aliento de la persona amada, sumergid@ en la eterna intimidad desnuda; besando a ojos cerrados la hermosa piel de madera de la Virgen de tus amores o del talón del Nazareno que te sostiene la cruz de cada día... Después de todo, es cierto que de algo habrá que morir.

 

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