ENTRE EL DISEÑO Y LA CREACIÓN: ANTONIO DUBÉ DE LUQUE, LA BELLEZA EN EL ESTILO

Pablo Borrallo (09/11/2020)


 

 
 
Foto: Salvador López Medina

 

La Semana Santa de Sevilla presenta unos orígenes medievales insondablemente unidos a las órdenes monacales y al ejercicio piadoso de la penitencia pública, que despegará al soplo de los ecos de las predicaciones que hasta la ciudad llegaban del dominico San Vicente Ferrer y los escritos de Kempis, que alentarán la práctica de los padecimientos de la Pasión como espiritual imitación de Cristo. Sin embargo, será desde el siglo XVI cuando la configuración de los desfiles procesionales irán tomando forma al paraguas del Concilio de Trento, donde se promulga definitivamente el culto a las imágenes para elevar las almas a Dios y sobre todo a nivel local, con la instauración por Don Fadrique Enríquez de Ribera de una especial devoción a la Vía Sacra en 1521, a la manera de la que se llevaba a cabo en Jerusalén, que asentará el precedente sobre el que podemos asentar la incipiente configuración de la Semana Santa que llega hasta nuestros, efeméride de especial preponderancia histórica de la que en 2021 se cumplirá 500 años.

Conviene apuntar que durante los siglos de la Edad Moderna y la Contemporaneidad, la rica iconografía de la que es deudora la Semana Santa hispalense es fruto de la creatividad de grandes imagineros, orfebres y bordadores y de las notables influencias artísticas que las distintas corrientes europeas traerían a Sevilla por distintos medios en diferentes épocas. Así, hemos de señalar, que al igual que muchos artistas absorbieron influjos diferentes para la ejecución de sus obras procedentes de grabados, pinturas o esculturas, muchos otros se convertirían en modelos de imitación, por lo que su papel como artesano de un determinado oficio -esa era la consideración que tenían en las mencionadas etapas históricas de la Edad Moderna y los comienzos de la Contemporánea-, lo elevaría a la condición de gran artista. Al punto es importante significar que dentro del campo del arte sacro, habría que deslindar, la figura del artesano de la del creador o diseñador que, convirtiendo sus trabajos en referentes de imitación, van a alcanzar un nivel artístico preferente al resto, dado que sus influjos sobre otros trabajos coetáneos o posteriores van a otorgarles un reconocimiento superior.

De este modo, personalidades como Juan de Mesa o Pedro Roldán en el campo de la imaginería del Siglo de Oro, o Cayetano González y Rodríguez Ojeda en los campos de la orfebrería y bordado, o Antonio Castillo Lastrucci y Ortega Bru nuevamente en la imaginería, los cuatro en el periodo contemporáneo pueden considerarse no solo grandes artesanos en el oficio que desempeñaron, sino notabilísimos referentes a imitar. Y es ahí donde podemos situar la disyuntiva entre artesano y artista. ¿Son artistas los dos?... indudablemente. De hecho no puede entenderse una consideración sin la otra. Sin embargo, ¿cuál será la diferencia más apreciable entre una y otra? El artesano desempeña un oficio que ejecuta con solvencia y resuelve con maestría, pero el artista aporta un punto más por su desempeño como creador, como diseñador… en síntesis por su especial aporte al arte. Y es en el campo de los grandes creadores del pasado siglo XX donde debemos encuadrar al imaginero y escultor Antonio Dubé de Luque, del que cumpliéndose el primer aniversario de su fallecimiento, quisiera resaltar su papel como enorme diseñador, siendo sus obras auténticos referentes como modelos de imitación, hasta el punto que su sello inconfundible han otorgado a muchos de sus trabajos una impronta tan reconocible, que muchas hermandades de la geografía española procesionan al amparo de una identidad propia otorgada por el genial arte de Antonio Dubé de Luque.

Y es que no podemos encuadrar al citado artista solamente en el campo de la imaginería, dado que su maestría como cartelista o diseñador hace de él una figura a estudiar por su desempeño polifacético tanto en la pintura y como en el dibujo. De hecho para resaltar la grandeza de su genio debemos inexcusablemente poner el acento en el entusiasmo creativo que le acompañó durante toda su trayectoria profesional.

Así, la delicadeza emocional y la expresividad de sus trabajos pero particularmente su faceta como creador, contribuyen a ensalzar su figura como la de un artista con sello propio que consiguió hacer reconocible sus trabajos aun para quien desconoce su autoría, quizás uno de los mayores piropos que puede otorgársele a un artista.

Antonio Dubé de Luque pasará a la historia de la Semana Santa de Sevilla por utilizar el lenguaje universal pero personalísimo de la emoción, por expresar su talento con absoluta libertad desligándose de convencionalismos y estereotipos artísticos tradicionales, por atreverse a hacer de la ilusión realidad y por no dejarse arrebatar la subjetividad de su talento a riesgo de no ser entendido. Sirva este homenaje al artista-creador, a una figura sin la que no podríamos entender la Semana Santa contemporánea, que supo como nadie buscar la belleza en el estilo, pero sobre todo defender la conjunción perfecta entre el oficio y el resultado final, entre la creación y la verdadera obra de arte.

 

Nota: La Hornacina no se responsabiliza ni necesariamente comparte las opiniones vertidas por sus colaboradores. Pablo Borrallo es Doctor en Historia (Universidad de Sevilla), investigador y escritor.

 

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