ANIMALARIO

Jesús Abades


 

 

Parece ser que cada verano, a partir de la celebración de las carreras pamplonicas en honor a San Fermín, se pone en marcha una maquinaria en la que diversas especies de animales, la mayoría pastando tranquilas hasta la fecha, son utilizadas, maltratadas y asesinadas, a lo largo y ancho del país, con fines supuestamente lúdicos.

Digo supuestamente porque nunca entenderé qué placer existe en tirar una cabra desde lo alto de un campanario, en ponerle la cola a un burro -burro vivo, claro está, y con cola propia, sin necesidad de una postiza rematada en un pedazo de pincho- o en adornar mediante sogas las astas de una vaquilla con dos petardos no precisamente de la marca Acme.

No consigo tampoco ver el gozo y el disfrute durante unas sueltas en las que el personal se pone a correr delante de unos novillos -a veces, unos toros peores que los de Miura-, guardándose todas las papeletas para ser empujado, corneado, pisoteado, malherido, aplastado... para acabar como un cromo, vamos. ¿Qué hacen entonces las gentes del "Sí a la Vida" ante estas conductas poco menos que suicidas? Pura hipocresía.

Los amigos que tengo en las localidades donde se realizan tales prácticas -los que las apoyan, lógicamente- saben que no las comparto, y para convencerme de lo contrario me sacan siempre el cuento de la sacrosanta costumbre del festejo, mal guardada bajo la saya de una Virgen en cuyo nombre se perpetran, cuando no camuflada de una falsa hombría o macherío, visiblemente caduco en los tiempos que corren.

Es entonces cuando yo dejo de ser políticamente correcto y me mosqueo, casi tanto como ell@s cuando empiezo a sacar la auténtica realidad que esconde la barbarie, que no es otra que la de los residuos ancestrales y atrasados de la España profunda, en la que la falta de respeto a la vida animal campa por sus anchas.

Me llama la atención que los Gobiernos, esos que tanto nos cuidan y nos quieren dándonos la brasa continuamente con temas como el tabaco o el alcohol que mana a borbotones en estas fiestas para alegría de los cuerpos -tranquilos, que no pienso hacer apología de nada-, fomenten luego unos saraos tan peligrosos para la ciudadanía. Ni siquiera hablo ahora del peligro que representan para unos animales aterrados como, nunca mejor dicho, corderos llevados al matadero. Año tras año, muchos medios contribuyen a aumentar la tóxica tortilla regalando primeros planos donde la sangre, humana o animal, sigue siendo tan roja como ovacionada.

No era mi intención dar el torrezno poniéndome en plan mitin, pero tengo muy claro que hay fiestas populares que son más bien lutos populares. Alternativas para la diversión hay millones y todas deberían ser obligatorias por Real Decreto antes que acudir a la salvajada animal-criminal. Esto sí que es el lado oscuro del verano.

 

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