LA NECRÓPOLIS ROMANA DEL VATICANO

11/10/2006


 

 

Los amantes de la arqueología y el arte romano pueden estar agradecidos a los problemas de aparcamiento del Vaticano, que han provocado el descubrimiento de una de las necrópolis más antiguas y mejor conservadas del mundo dentro de la diminuta ciudad-estado.

La necrópolis se abrió al publico el pasado 9 de octubre, tres años después de que fuese encontrada por unos operarios que excavaban para construir un nuevo garaje que solucionase la escasez de aparcamiento del Vaticano. "Hemos encontrado el tipo de cosas que normalmente se habían perdido en anteriores excavaciones en Roma", dijo Giandomenico Spinola, director de la excavación y los trabajos de restauración.

Una de las novedades del hallazgo, situado junto a la antigua Vía Triumphalis que usaban los soldados romanos cuando volvían de sus conquistas, es que ofrece una mezcla de lugares de enterramiento de romanos ricos y de clase media. "No es normal que haya necrópolis en el centro de Roma. Esta es la única de este tipo, para encontrar algo igual hay que ir a Ostia", apuntó Paolo Liverani, miembro del equipo del Vaticano que participó en la restauración, refiriéndose al yacimiento situado en el antiguo puerto al oeste de la ciudad. 

Las excavaciones han sacado a la luz más de 40 mausoleos y cerca de 200 tumbas individuales colocadas en múltiples niveles, la mayoría bien conservadas y que datan de entre finales del siglo I a.C. y comienzos del siglo IV d.C. Un derrumbe a finales del siglo II d.C. cubrió el lugar y ayudó a su conservación.

Las tumbas más simples incluyen altares funerarios con urnas de terracota que contienen las cenizas de quienes fueron incinerados, lámparas y agujeros que muestran dónde estaban colgadas las guirnaldas. Al lado de dos sepulcros de personas de la clase media romana, un tabellarius (cartero) y un hortator (entrenador de caballos en el circo), descansan los de los ciudadanos con más dinero, esculpidos con elegancia.

El suelo de uno de los mausoleos estaba decorado con un mosaico en blanco y negro, que aún se conserva, de un ebrio Dionisos, el dios del vino, en un viñedo sujetado por un joven sátiro. En otro sarcófago decorado con elaboradas esculturas aparecía una persona rezando, indicando que podría haber sido rico si se hubiese convertido al cristianismo después de que emperador Constantino legalizase la religión en el 313 d.C. Algunos de los esqueletos han sido exhumados, incluyendo el de un niño pequeño que sostenía un huevo en su manos, pero otros siguen estando semienterrados, convirtiendo la visita al lugar en una experiencia bastante realista.

 

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