FRANZ ROH Y EL COLLAGE

06/03/2013


 

 

La figura del historiador del arte de origen alemán, teórico de la fotografía, escritor, fotógrafo y collagiste Franz Roh (1890-1965) es conocida en España, fundamentalmente, gracias a la publicación del libro Realismo Mágico. Post Expresionismo (1925), traducido en 1927 por Fernando Vela para las ediciones de la Revista de Occidente. Este libro capital en el itinerario de las vanguardias artísticas europeas plantea una auténtica revisión de la pintura contemporánea de su tiempo, destacando los valores de la pintura figurativa conocida con el nombre de Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit). Acompañando al texto de Roh, el libro contenía un gran número de reproducciones en blanco y negro de artistas de una importancia capital para la configuración de la nueva mirada: Carlo Carrá, Christian Schad, Giorgio De Chirico, M. H. Davringhausen, George Grosz, Kart Günter, Kart Haider, Georg Schrimpf, Alexander Kanoldt, Otto Dix, Pablo Picasso o Georg Scholz, entre otros.

En el caso de las corrientes de vanguardia surgidas en Canarias, el conocimiento de las tesis de Franz Roh fue determinante para el impulso de renovación que se estaba forjando en los años 20 y 30. Así, por ejemplo, para la escuela taller de vocación antiacadémica y autodidacta Luján Pérez, que aplicó el método impresionista de la pintura al aire libre en los paisajes y medianías insulares, el conocimiento de tales ideas propició un cambio radical. El realismo mágico, en manos de los alumnos de la escuela, adquirió el carácter de auténtico manual, pues tal y como subraya el artista Felo Monzón, se estudiaban las láminas con mucho detenimiento y "era la biblia de los artistas más ansiosos". Igualmente fue recibido con interés por revistas como La Rosa de los Vientos, en cuya cuarta entrega el crítico de arte y literatura Juan Manuel Trujillo lo reseña; y, del mismo modo, por la revista dirigida por Eduardo Westerdahl, Gaceta de Arte, "expresión contemporánea de la sección de literatura del Círculo de Bellas Artes", cuyo consejo de redacción, formado por escritores de primer orden de las vanguardias en España, como Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera o Domingo López Torres, adopta desde su origen las tesis de Roh y del tipógrafo Jan Tschichold sobre el porqué "escribir con minúscula".

La exposición Franz Roh y el Collage presenta una de las facetas menos tratadas pero más sorprendentes de Franz Roh, como lo es su práctica en tanto que collagiste. El collage fue para Franz Roh una de sus principales aficiones; una actividad plenamente lúdica que desarrolló a lo largo de toda su vida, si bien sólo dio a conocer en sus últimos años de existencia. En efecto, aunque ya había expresado su interés por el collage en los años 50, solo a partir de 1961 hará públicos esos trabajos, pudiendo contemplarse en sendas exposiciones organizadas por la galería Otto Stangl y, dos años después, en la galería Parnass de Wupepertal, de Múnich.

Todo parece indicar que esta actividad quedó siempre circunscrita al ámbito privado, como quehacer propicio para el disfrute o la distracción en el contexto íntimo del hogar. Franz Roh adopta la aptitud del coleccionista de tarjetas postales, revistas científicas y libros ilustrados y, celosamente, va poblando su propio mundo cotidiano de usadas imágenes a las que proporcionar una nueva vida con el collage. En uno de los textos que acompañó aquellas exposiciones tardías, subraya hasta qué punto esta práctica se remonta a su juventud, pues ya antes de estudiar Historia del Arte "recortaba a veces fragmentos de ilustraciones, para utilizarlos en comparaciones de formas. Un día me sentí sobrecogido al comprobar la cantidad de nuevas composiciones que se podía intuir en cuanto esos fragmentos se reunían. Entonces, estimulado por el collage cubista y, sobre todo, por el surrealista, comencé a dar a esas combinaciones, surgidas azarosamente al principio, una ordenación basada en la estructura o el contraste. Por ese método todo el mundo puede obtener una expresión distinta, incluso disponiendo de los mismos fragmentos. Se recortan los detalles llamativos, los que por así decirlo electrizan o repelen, y se colocan sobre una superficie controlando la fantasía estructural y temática. Así pueden surgir imágenes nuevas, sorprendentes, que nos trasladan del mundo real a otro posible y excitante".

 

 

Para Franz Roh, el collage supone cerrar los ojos a lo previsible y mantenerse a la expectativa, dispuesto a contemplar el mundo por vez primera, a recobrar, como un niño, la alegría y la sorpresa del sortilegio. Esa actitud se ajusta a las premisas del "arte común" al alcance de todos -ese gesto subversivo de no considerarse artista-, estar predispuestos al desarraigo doloroso de desaprender todo lo académico y declararse amateur. Se trata de una vocación de naturalidad sin fisuras, que abre la práctica artística hacia lo que él mismo llamaría un arte colectivo, un juego al servicio de cualquiera, pues su práctica no necesita de un dominio formal o de ningún instrumento concreto. Es, más bien, un método que, al igual que otros procedimientos de vanguardia en los que el azar está presente de principio a fin, queda expuesto al servicio de la habilidad de quien se sirve de él.

Franz Roh, quien se interesó por las creaciones de los no artistas y las tendencias experimentales del arte de su tiempo, concibe la práctica del collage como un proceso que abre la puerta a la democratización del arte: el dominio de la pintura, la escultura o el dibujo resultan irrelevantes a la hora de dar a ver nuevas imágenes. Lo que en verdad cuenta es la capacidad visionaria de quien lo ejecuta, esa apertura hacia los nuevos caminos de la imagen; para decirlo con sus propias palabras, "la alegría de volver a ver" que traen consigo los tiempos modernos. En sus collages, cargados de intensa calidad metafórica, asistimos a una suerte de deslizamiento del inconsciente sobre los márgenes, en donde tiene lugar la aparición de la escena y en la que los objetos y personajes silueteados por las tijeras del autor alemán parecen asistir a una vertiginosa huida de lo real. El resultado final será la consecuencia de una chispa que enciende la imagen subversiva, surreal, lograda; una imagen que resulta totalmente nueva, aunque realizada con fragmentos, recortes, de imágenes reconocibles.

En el caso de Franz Roh caemos en la cuenta de que existe una predilección por algunos motivos o elementos conscientemente escogidos: las figuras anatómicas, los motivos animales y vegetales, o las escenas marinas, siempre en el contexto de una estética que se nutre de las revistas ilustradas del siglo XIX. En este sentido, resulta evidente la proximidad formal de sus collages con los de Max Ernst -con quien mantiene cierta correspondencia y a quien dedica varios textos críticos-, especialmente por las fuentes ilustradas que en ambos casos sirven de materia prima de sus composiciones. Franz Roh parece, en cualquier caso, admirar el dominio técnico de Ernst -a grandes rasgos superior al suyo-, y que va mucho más allá del simple procedimiento del recorte y del pegado de meras imágenes; como es sabido, muchos de los trabajos de Ernst no llevan cola, sino gouache, lápiz o tinta, como si el pintor surrealista quisiera subrayar la idea de que lo importante es la capacidad para abrir nuevas realidades visionarias por parte del artista, y no tanto en la técnica empleada.

Esta exposición se complementa con algunas obras de autores españoles -Alfonso Buñuel, Benjamín Palencia, Adriano del Valle, así como el canario Juan Ismael, que ayudan a contextualizar el collage en España.

 

Del 6 de marzo al 23 de junio de 2013 en Tenerife Espacio de las Artes (TEA)
(Avenida de San Sebastián, nº 10, Santa Cruz de Tenerife)
Horario: martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas; lunes cerrado, excepto festivos.

 

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