Se trata de tres pinturas de finales del siglo XVII. Forman parte del patrimonio histórico y cultural de la Compañía de Jesús, que custodia la Universidad Loyola de Sevilla. Son obras realizadas al óleo sobre tabla que, por su morfología y estado de conservación, seguramente formaron parte de un retablo de estilo barroco.

La intervención ha tenido una duración aproximada de diez meses, con un coste de 20.191,57 euros sufragados por la Universidad Loyola, según el contrato de servicios firmado entre el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) y la referida institución académica.

Las tres obras, El Salvador (imagen superior), San Bartolomé (imagen inferior) y San Andrés, se encontraban en la Residencia de Padres Jesuitas de la calle Jesús del Gran Poder de Sevilla hasta su ingreso, en 2021, en la Universidad Loyola. Su estado de conservación era bueno, siendo los daños más destacables y generalizados los relativos al estrato pictórico, con las alteraciones comunes ocasionadas por los caracteres de los materiales, los factores externos de carácter medioambiental, y la degeneración inevitable del transcurso del tiempo.

Desde el IAPH, se realizó en primer lugar una documentación gráfica y fotográfica de los aspectos técnicos constitutivos, así como del estado de conservación. Posteriormente también se hizo un seguimiento de los procesos realizados, mediante barrido fotográfico digital de alta resolución, examen por fluorescencia ultravioleta, estudio radiográfico y barrido del conjunto pictórico a través de la reflectografía de infrarrojos.

Como criterio general, se ha actuado en la consolidación del soporte pictórico y fijación de estratos. Y, como señalan los técnicos, ha sido muy destacable ha sido la limpieza de barnices oxidados y retirada de repintes, que sobrepasaban las lagunas originales, así como la reintegración cromática y protección final, que han permitido la recuperación de la lectura formal y presentación estética de la obra.

Durante su intervención, se llevaron a cabo los tratamientos necesarios y más adecuados para la conservación de las pinturas: limpieza superficial (anverso y reverso), protección y fijación puntual de la película pictórica, consolidación, limpieza mecánica del reverso y eliminación de los barnices y repintes alterados, retirada de estucos irregulares, nuevo estucado de las pérdidas, reintegración cromática y barnizado final.

Asimismo, también se ha procedido a la limpieza y reintegración de lagunas de dorado y barniz de los marcos, así como un nuevo sistema de su sujeción a las pinturas. Todo ello con el objetivo de recuperar el cromatismo original de estas piezas y de conocer algo más de su historia y autoría, de las que, han reconocido los técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, se disponen de muy pocos datos.

Tras su restauración, el IAPH las considera próximas al pintor Esteban Márquez de Velasco (Puebla de Guzmán, Huelva, 1652 - Sevilla, 1696), seguidor de Bartolomé Esteban Murillo. El IAPH tiene como base la comparación estilística y misma temática con otras de sus obras autógrafas. Se trata de un pintor "que tiende a una estética más abierta y amable, característica creada por Murillo, en la que la sensibilidad popular fue captada con un mayor grado de sentimiento afectivo y cercano, a través de formas más vitales y dinámicas", según Patricia del Pozo, consejera de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía.

Esteban Márquez de Velasco formó parte de un círculo próximo a Murillo en el que también se encontraban Alonso Miguel de Tovar, Pedro Núñez de Villavicencio, Juan Simón Gutiérrez, Bernardo Lorente Germán, Sebastián Gómez y Francisco Meneses Osorio, este último el más cercano al maestro -concluyó a su muerte el retablo de Santa Catalina para los capuchinos de Cádiz- y considerado el más avezado de todos.

Por último, la restauración del IAPH ha servido también para reasignar la iconografía de una de las tablas, en concreto la de San Andrés (imagen inferior), que hasta dicha intervención se pensaba que era San Felipe.