TRES NUEVOS NÚMEROS DE LA COLECCIÓN ARTE HISPALENSE EN SEVILLA

27/10/2021


 

 

El acto de presentación de los últimos tres números editados por el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Sevilla, dentro de la colección Arte Hispalense, tendrá lugar el próximo jueves, 28 de octubre, a las 19:30 horas, en la Casa de la Provincia (Plaza del Triunfo 3, Sevilla). La entrada será libre hasta completar aforo.

El número 120 titulado Rolando Campos, del que es autor Andrés Luque Teruel, está dedicado a un pintor y escultor que se interesó por el dibujo desde niño, aunque debido a las duras circunstancias familiares se vio obligado a trabajar desde joven junto a su padre en la Sociedad Española de Construcciones Agrícolas. Pronto entró en la Escuela de Artes y Oficios de Triana, en la que recibió clases de dibujo entre 1958 y 1962. En la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría estuvo matriculado entre 1964 y 1968. Allí quedó impactado con el posicionamiento antiacadémico de Francisco Cortijo, que lo llevó a "Estampa Popular", a la que también pertenecían Cristóbal Aguilar y Francisco Cuadrado, junto a Francisco Reina y María Manrique, en 1968. Ese año expuso por primera vez en una colectiva en la galería "La Pasarela". Las pinturas y los dibujos de ese período comprendido entre 1967 y 1982 muestran la realidad como medio para la expresión de una objetividad crítica, desde la que evolucionó hacia un nuevo concepto de interpretación de la realidad sujeta a complejos aprovechamientos postmodernos de los recursos cubistas, en 1972-1984. A inicios de los 80 inició la producción de bodegones facetados con recursos cubistas personalizados y actualizados que muestran su madurez evolutiva y, a continuación, uno de sus mayores logros creativos, la serie "Esperpentos" (1982-1988). Su cartel para la Semana Santa de Sevilla de 1984 es uno de los más creativos y el más avanzado que se había presentado hasta ese momento. Precisamente por ello, generó un gran conflicto en sectores conservadores, incapaces de entender la naturaleza gráfica del medio y mucho menos las necesidades renovadoras y los nuevos conceptos de la pintura contemporánea. Como escultor experimentó con la forja y el bronce entre 1983 y 1998, coincidiendo con una nueva desestructuración del objeto real en su pintura, muy próxima a la abstracción en las series "Esperpento", "Burkas" y "Huellas", entre 1997 y 1998.

El número 121, cuyo título es El arquitecto Miguel de Zumárraga (CA. 1550-1630), de Fernando Cruz Isidoro, trata sobre un experto cantero en una ciudad dominada por la albañilería y la carpintería. A pesar de ser conocida su principal obra -la iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla- desde principios del siglo XIX y ser estudiado parcialmente por diversos autores a lo largo del XX, carecía de una monografía que evidenciara su capacidad constructiva y de traza en la arquitectura sevillana de finales del XVI y primer tercio del XVII. Se hacía preciso perfilar su biografía y documentar su actividad como profesional libre y su brillante carrera en la construcción, que le llevó de cantero a aparejador y finalmente a maestro mayor de la Catedral, de obras del Arzobispado, de la Lonja de Mercaderes (actual Archivo de Indias) y, temporalmente, de los Reales Alcázares, con lo que lideró la arquitectura hispalense durante tres décadas. Se debía rastrear su actividad, recogiendo los salarios y colaboradores de su actividad profesional y establecer un catálogo de intervenciones, que nos permitiera evidenciar su personalidad artística. Singular en su producción fue el diseño de una portada clasicista monumental de cantería para la vieja fábrica gótica de la "Magna Hispalensis", que no llegó a realizarse, o el vanguardista proyecto del trascoro catedralicio, concebido a la manera de un retablo pétreo. Su labor fue muy extensa como maestro de fábricas del Arzobispado, por el amplio marco geográfico de intervención, y dejó honda huella en la planta superior de la Lonja de Mercaderes, donde demostró su habilidad en su abovedamiento. Su capacidad de diseño, de sabor protobarroco, le permitió la concreción de un tipo de portada y de espadaña, trazar retablos y rejas e, incluso, adaptarse a técnicas de raigambre mudéjar, asumiendo el ornato yesero, donde mostró destreza en recercos, tarjas y otros elementos.

 

 

Por último, el número 123, Pintoras en Sevilla en el siglo XIX, de Magdalena Illán Martín, persigue contribuir a paliar el déficit de conocimiento sobre las pintoras en la Sevilla decimonónica. Para ello, se ha analizado su presencia en la escena cultural hispalense, atendiendo a las circunstancias en las que desarrollaron sus trayectorias y, en particular, a su formación y participación en las exposiciones artísticas locales, nacionales e internacionales. Igualmente, se ha examinado la obra de las principales autoras y su evolución durante el siglo XIX: desde las vinculadas a las Academias de Bellas Artes, a las retratistas y paisajistas del Romanticismo, y las pintoras costumbristas y del realismo social en el tránsito al siglo XX. Se trata, con ello, de saldar una deuda pendiente: la valoración, recuperación y restitución de las pintoras en la historia del arte hispalense. "Se pretende que las mujeres sean incapaces de estudios, como si su alma fuese de distinta naturaleza que la de los hombres [...]. Ella tiene una inteligencia tan profunda como la del hombre, y es por lo tanto capaz de elevarse a las creaciones más sublimes". Con estas palabras, el periódico sevillano "El Álbum de las bellas" subvertía, en 1849, el pensamiento dominante, que diferenciaba las capacidades creativas de hombres y mujeres, otorgando a éstas un talento inferior e imponiéndoles unas condiciones de formación y profesionalización, sexistas y discriminatorias, que les dificultaron alcanzar la independencia y el éxito. Y sin embargo, pese a los numerosos obstáculos que les impedían desarrollar sus aptitudes en igualdad respecto a sus colegas varones, en torno a un centenar de pintoras estuvieron activas en Sevilla en el siglo XIX.

El primer número de Arte Hispalense data de 1972 y desde entonces ha seguido dando a conocer aspectos de las diferentes manifestaciones artísticas sevillanas. Todas las publicaciones son fruto de investigación, pero expuestas e ilustradas para ser útiles a los historiadores del arte y llegar a un público medio muy amplio. 

 

 

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