UNA NUEVA ATRIBUCIÓN A LUISA ROLDÁN EN SEVILLA

Salvador Guijo (21/10/2021)


 

 

En un artículo del último número de la revista Laboratorio de Arte, editada por la Universidad de Sevilla (US), el historiador sevillano Salvador Guijo Pérez presenta una obra inédita que atribuye a la escultora Luisa Ignacia Roldán (1652-1706), apodada "La Roldana" por ser la hija y mejor discípula de Pedro Roldán, gran escultor sevillano del siglo XVII. Se trata de una talla de San Juan Evangelista, conservada en el monasterio sevillano de San Leandro. Esta pieza se halla vinculada estrechamente con otras de la citada escultora.

La talla del santo, realizada en cedro, mide 1 metro de altura. Aun siendo de vestir, no está dotada de candelero, sino que las formas sinuosas de la túnica se labran bajo el busto a modo de armazón. Tiene, por tanto, tallado el busto, las manos y los pies, así como de manera parcial los antebrazos y las piernas. El torso ofrece un complejo volumen que finaliza en la caída de la túnica, esculpida sencillamente en la madera sin policromar.

En la actualidad el santo se presenta cubierto en buena parte por ricos trajes bordados que cubren la talla, ya que se concibió para ser vestida. Tratándose de una imagen de vestir y conociéndose pocas de este tipo documentadas de la artista, debemos comparar la misma con las tres atribuidas más seguras de este estilo: la firmada de Santa Clara, del convento de San Francisco de Mula (Murcia), destruida durante la Guerra Civil, así como la imagen, atribuida con fundamento, de San Francisco, en el convento de Regina Coeli de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) e incluso la del Nazareno de Sisante (Cuenca).

Todas las anteriores tienen rasgos en común con la imagen que nos ocupa, como la concepción poderosa en la anatomía de brazos y manos, aflorando venas y tendones con gran sensibilidad en su epidermis en las figuras masculinas. Además, se repite en ellos toda una serie de sintagmas estilísticos propios de su autora en la distribución de cabellos, la configuración de ojos, cejas, boca y nariz. No presentando el dramatismo en el rostro como el último, sino la dulcificación del mismo como en la imagen muleña de Santa Clara.

Los brazos son fijos, no articulados. Porta ojos de cristal originales de la época de ejecución, sin modificación o intervención conservativa posterior. Respecto a las manos, su talla es cuidada y se representan con venas y tendones muy marcados, así como con falanges y nudillos resaltados, detalles que recuerdan a otras obras como el Ecce Homo de la Catedral de Cádiz, así como a su homónimo del templo de San Francisco de Córdoba.

 

 

Formalmente, la obra presenta una composición muy hermosa y frontal. San Juan Evangelista conserva todos sus atributos, mostrando gestualmente una iconografía desarrollada anteriormente por otros autores. Con su mano derecha bendice la copa, mientras la izquierda sostiene el cáliz del que sale una serpiente o dragón, símbolo del vino envenenado que le ofrecieron en Éfeso.

Solo Luisa Roldán, en el contexto de la escultura barroca sevillana, parece haberse atrevido a dar a una imagen sagrada una gestualidad tan efusiva y espontánea, cariz que acompaña toda su obra. El cabello de San Juan Evangelista está volado hacia atrás, dejando ver las orejas como lo solían esculpir los Roldanes, consecuencia de manejar la gubia hacia arriba. Por detrás de su cabeza se presenta su melena ondulada, como abocetada, a mechones unidos entre sí por abajo, que llegan hasta donde iría el borde del manto. Este tipo de melenas podemos observarla en las obras documentadas, ya citadas, del Ecce Homo de la Catedral de Cádiz y del Jesús Nazareno del convento de las clarisas nazarenas de Sisante (Cuenca).

Pero sobre todo, destacan en similitud escultórica y compositiva las obras de los santos patronos Servando y Germán de la Catedral de Cádiz (1687) a pesar de sus modificaciones posteriores. Los santos gaditanos, así como el San Juan Evangelista que estudiamos, nos muestran el aspecto de muchachos jóvenes, con cierto parecido impúber que en la iconografía angelical de la autora tienen cierta delicadeza que los acerca a lo femenino. En el caso de San Germán, imita a tal punto la composición del evangelista de San Leandro, que casi parece que la realizada en Cádiz fuera una evolución de la sevillana. No hay documentos en el monasterio acerca de la citada escultura, como ya hemos mencionado, pero puede pensarse que este san Juan fue hecho en Sevilla, previamente a la etapa gaditana (1686-1688) cuando la autora vivió en Cádiz.

La policromía, que parece original, muestra una depurada técnica que contribuye a vivificar aún más el mórbido modelado del rostro juvenil del santo. El peleteado de las cejas, las mejillas sonrojadas y el vivo color rojizo de los labios contribuyen a ello. Al respecto, hay que recordar que, desde al menos su etapa gaditana, consta el trabajo de su cuñado Tomás de los Arcos en el acabado de las obras de Luisa.

Al menos en los últimos dos siglos, la imagen de San Juan Evangelista ha tenido una función procesional. Al carecer de documentación, no sabemos si fue concebida desde su origen con esta misión, ya que pudo haberla adquirido con posterioridad. No basta señalar el carácter visible de talla bien acabada, así como el acusado movimiento y la perfección escultórica en todos sus flancos para vincularla a dicha funcionalidad.

El hecho de que esta escultura de vestir adquiriera una función procesional anual, conllevaba que durante el resto del año se custodiaba y cubría cuidadosamente en una dependencia del monasterio, condicionantes que precisamente han podido influir en su buen estado de conservación. Se trataba de una procesión claustral con un paso exuberantemente decorado con un rico patrimonio -crestería de jarritas con azucenas plateadas, cuatro blandones, cuatro jarras para flores, al menos tres relicarios de plata y faldones brocados en oro-. Debido a la falta de religiosas y a los diferentes cambios conciliares, la talla dejó de procesionar, permaneciendo oculta y retirada del culto en el monasterio hasta nuestros días.

 

 

Fotografías de Daniel Salvador-Almeida González

 

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