NUEVAS ATRIBUCIONES A ALONSO BERRUGUETE EN SALAMANCA

06/12/2022


 

 

La ciudad de Salamanca, centro artístico de primer orden, todavía oculta numerosas obras de arte que esperan pacientemente ser estudiadas, atribuidas y/o documentadas. El Cristo crucificado de la iglesia de Sancti Spiritus y el San Boal del templo de San Juan de Sahagún, son claros y muy interesantes ejemplos. Ambas obras han sido relacionadas por la historiadora Alba Rebollar Antúnez con Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, hacia 1490 - Toledo, 1561) en el último número de la revista De Arte, editada por la Universidad de Valladolid, el crucificado como obra personal y el santo como obra deudora del estilo del escultor.

El Cristo crucificado (imagen superior) situado junto a la mesa del altar de la iglesia salmantina de Sancti Spiritus, como todas las creaciones de Alonso Berruguete, es muy expresionista y se halla cargada de tensión. Al igual que muchas esculturas del célebre artista, el cuerpo se retuerce de tal manera que da la impresión de que sus hombros, codos o tobillos podrían descoyuntarse en cualquier momento.

Por si la extrema calidad escultórica de la pieza no convence del todo, la policromía, original y en excelente estado de conservación, zanjaría el asunto según Alba Rebollar respecto a su vinculación con Berruguete. La presencia de corla y el vuelo en el paño de pureza, como si fuese una hoja dura a punto de quebrarse, recuerda el famoso Ecce Homo de Berruguete del Museo Nacional de Escultura.

Este crucificado, aunque de menor tamaño, nada tiene que envidiar a otros del maestro como por ejemplo el del retablo mayor de Olivares de Duero, el que presidió el monasterio de la Mejorada en Olmedo y el de San Benito el Real de Valladolid, conservados los últimos en el Museo Nacional de Escultura.

Respecto a San Boal, mártir zamorano del siglo III, el rostro, su expresión y sus maneras podrían relacionarse con el hacer de Alonso Berruguete, obviando la pesada túnica y manto, que cubren todo el cuerpo, y que la talla fue repolicromada en gran parte en el siglo XVIII, así como la terrible capa de barniz.

Es precisamente el contraste entre la rigidez de la escultura, condicionada por su iconografía, y las habituales figuras de Berruguete, semidesnudas y dispuestas casi levitando en torsiones imposibles, lo que hace dudar a Alba Rebollar sobre la paternidad del santo (imagen inferior), aunque según la historiadora resulta evidente que se trata de una pieza que acusa cierta deuda con su producción. Algunas voces nos derivan hacia la obra de Pedro de Salamanca, escultor oriundo de la ciudad pero principalmente activo en Ávila, si bien tanto él como su suegro, el también escultor Juan Rodríguez, trabajaron ocasionalmente en Salamanca.

 

 

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