MIGUEL ÁNGEL: LAS ÚLTIMAS DÉCADAS

16/05/2024


 

 

Cuando se mudó de su Florencia natal a Roma, a raíz del encargo realizado por el papa Clemente VII de pintar el "Juicio Final" en la Capilla Sixtina, Miguel Ángel dominaba los campos de la escultura, la pintura y la arquitectura, era un talentoso poeta aficionado y tenía ya 60 años, una edad muy avanzada para vivir en el siglo XVI, 60 años era una edad muy respetable para vivir, por lo que habría estado justificado suponer que Miguel Ángel estaba comenzando a terminar su larga y variada carrera. Sin embargo, el maestro vivió casi 30 años más después de regresar a Roma, y en las últimas tres décadas de su vida, hasta su muerte a punto de cumplir los 89 años, estuvo más ocupado que nunca, mientras los sucesivos papas recurrieron a su experiencia e imaginación para encargar una serie de proyectos cada vez más exigentes.

Es precisamente este periodo tardío, e inesperadamente enérgico, el que constituye el foco de Miguel Ángel: las últimas décadas, una interesante exposición que se podrá visitar en el Museo Británico (British Museum, Great Russell Street, Londres, WC1B 3DG) hasta el próximo 28 de julio.

El "Juicio Final" está pintado directamente en la pared que está debajo del magnífico techo de la Capilla Sixtina, una obra que había contribuido decisivamente a la fama de Miguel Ángel cuando tenía 30 años de edad. Como fresco, había que pintar el "Juicio Final" sobre yeso húmedo, un cuidadoso proceso diario que requirió mucha planificación previa y que dio como resultado una serie de maravillosos dibujos preparatorios, que abarcaban desde dinámicos diseños compositivos hasta estudios finales de cabezas y figuras extremadamente perfeccionistas.

Pero este no fue el final de las ambiciones del papa Clemente VII para Miguel Ángel. A continuación, había otros dos frescos en la vecina Capilla Paulina, el lugar privado de oración del pontífice. Y luego estaba el proyecto más grande y desafiante de todos: la supervisión de las obras de construcción de la nueva basílica de San Pedro sobre los escombros de la antigua. En la década de 1540, mientras pintaba para la Capilla Paulina, Miguel Ángel afirmó no ser arquitecto, pero sus mecenas no le escuchaban: en los últimos 20 años de su vida , estuvo involucrado en proyectos para el Palazzo Farnese, la Porta Pia y la Piazza del Campidoglio, sin mencionar la icónica cúpula de San Pedro.

Miguel Ángel siempre había preferido trabajar solo, pero ahora, mientras luchaba contra la mala salud y los desafíos físicos de la vejez, tuvo que aprender a adaptarse. Formalizó un sistema que había utilizado ocasionalmente en su juventud, trabajando en colaboración con un pintor especializado en satisfacer la demanda de patrocinadores no papales. Miguel Ángel creaba una composición que el pintor (normalmente Marcello Venusti, su principal colaborador) ejecutaba, añadiendo un escenario y otros detalles de su propia imaginación. Por ejemplo, los diseños de Miguel Ángel para "La Purificación en el Templo" (imagen inferior), con las figuras dispuestas bajo una luneta y ante unas salomónicas columnas que evocan no solo el templo de Jerusalén, sino también el propio San Pedro, fueron llevados al óleo sobre tabla por Venusti. Dichas asociaciones tuvieron un éxito inmenso: permitían a los mecenas poseer una obra de arte concebida por Miguel Ángel, siempre sobrecargado de trabajo, ejecutada por un colega con la autoridad y aprobación del maestro.

 

 

Miguel Ángel: las últimas décadas mira más allá del artista e intenta ofrecer una mejor impresión del hombre. Un creador que podía ser brusco y quisquilloso, fácilmente irritable, como vemos en las cartas que le escribió a su sobrino Leonardo, pero que también era capaz de mostrar gran afecto y calidez, caso de sus dos relaciones más significativas durante este último período con el joven noble romano Tommaso Cavalieri y la poetisa y aristócrata Vittoria Colonna. Ambas amistades impulsaron la creación de poemas y refinados diseños artísticos que se basaban en intereses compartidos: para Tommaso, exquisitas alegorías mitológicas, como "La caída de Faetón", y para Vittoria, iconografía religiosa como el magnífico "Cristo en la cruz", basado en las imágenes intensamente íntimas de los movimientos reformistas, evocando la tragedia y el triunfo de la muerte de Cristo y su labor de redentor de la humanidad.

Al hilo de lo anterior, podemos asegurar que Miguel Ángel era un católico devoto y, a medida que envejecía, estaba cada vez más preocupado por el estado de su alma. Envió grandes sumas de dinero a Florencia, a través de su sobrino Leonardo, para que pudiera usarse con fines caritativos, y tanto su arte como su poesía muestran un compromiso profundo e íntimo con las cuestiones de la salvación. Su intensa preocupación se vuelve aún más comprensible cuando consideramos la época en la que vivió: Roma todavía se recuperaba del impacto de la Reforma en el norte de Europa, que desafió muchos aspectos de la doctrina católica tradicional, y la Iglesia católica estaba tratando de definir su respuesta.

Uno de los ejemplos más conmovedores que muestran la exploración personal de la fe por parte de Miguel Ángel es un grupo de dibujos de la "Crucifixión" (imagen inferior), probablemente realizados durante un período prolongado durante los últimos diez años de su vida, en los cuales el anciano artista recurre al acto de dibujar como instrumento de meditación espiritual. Miguel Ángel lleva a cabo variaciones sobre el referido tema para explorar sus sentimientos sobre la mortalidad, el sacrificio, la fe y la perspectiva de la redención.

Aunque la mayor popularidad de Miguel Ángel se centra en dos obras célebres de su juventud: el "David" o el citado techo de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel: las últimas décadas presentar al público la notable variedad e inventiva de su carrera entre los 59 y los 89 años de edad, honrando así la continua creatividad y determinación del maestro frente a los desafíos comunes que acarrea la vejez. Al sacar a relucir la propia voz de Miguel Ángel a través de cartas, poesías y otros documentos, y al considerar sus amistades y sus propias dudas y vulnerabilidades tan humanas, la muestra espera que sus visitantes tengan la oportunidad de apreciar tanto al artista como al hombre de una manera diferente e íntima.

 

 

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