Dolorosa de pequeño formato (mide 50 cm de altura) con la advocación de Nuestra Señora del Dulce Nombre. Ha sido realizada por el escultor e imaginero de Rociana del Condado (Huelva) en barro cocido y policromado al óleo, llevando en su mascarilla los materiales complementarios tan comunes en este tipo de imágenes sacras: ojos de cristal artesanales, lágrimas vítreas (seis, tres en cada mejilla) y largas pestañas de pelo natural.

Se trata de una figura de vestir que muestra los rasgos más característicos del autor, quien, en esta ocasión, parte de una confluencia de las formas barrocas y románticas para ofrecer un bello y juvenil rostro, modelado con exquisito oficio, llevando pestañas postizas tanto en los párpados superiores como en los inferiores.

La obra luce excelentes piezas de orfebrería y bordado en oro, de una calidad superior a la media en estos simulacros concebidos para la devoción particular. Destacan la original corona y la peana cinceladas por el orfebre José Manuel Bernet, así como la saya blanca y el manto azul ricamente bordados por Rafael Salas. De cara a su presentación, la Virgen ha sido ataviada por el diseñador onubense Blas López Veloso.

La expresión, afligida y muy delicada a la vez, la consigue Parra Hernández a través de unos recursos propios de su estilo, ya perfectamente reconocibles: ojos entrecerrados, entrecejo suavemente marcado, palidez en las carnes, labios entreabiertos y unas manos estremecidas que se elevan al pecho en señal de opresión. Todo ello también contribuye a dar realismo a una imagen mariana cuyo destino es una colección privada de Madrid.